Hay personas que parece que no se dejan querer. Que priman sus intereses a la amistad o que piensan que cualquier tiempo futuro será mejor y, aunque ojalá eso fuera cierto, les sirve de excusa para menospreciar su presente. ¿Por qué? A lo largo de todos estos años de idas y venidas, lo más positivo que puedo sacar, aparte de todo lo aprendido, es todo lo vivido. Y yo no habría vivido sin todas aquellas personas que han llenado, y llenan, mis días de experiencias con nombre, con recuerdos compartidos y sobre todo con la compañía que me ha hecho ser como soy. Uno de mis objetivos vitales es viajar, moverme, no cesar en conocer otros lugares, y ello, aunque enriquecedor, resulta doloroso porque para mí es inevitable ir separándome de personas en el camino. Pero eso es lo que me hace sonreír. Precisamente tener personas de las que separarme. Personas que echar de menos, con las que hablar de vez en cuando como si no hubiera pasado el tiempo, con las que contar, personas que probablemente me esperarían en la parte del mundo donde viven. Para mí en eso consiste, en un alto grado, vivir. Por eso no entiendo a la gente que se niega, que desprecia esta parte tan maravillosa de la existencia. Que evita mirar atrás o disfrutar de su presente porque confían en que el futuro les traiga mejores experiencias. ¿Qué mejor experiencia que la que se vive ahora? Qué triste debe de ser haber recorrido tantos sitios y no haber conservado ni una persona con quien compartir esos recuerdos siempre que se quiera...
sábado, 8 de junio de 2013
Y ahora
si tiemblo de dolor,
y si aúllo de dolor,
y si ladro de dolor,
y si ululo de dolor,
es por ti,
Marylin.
Es por ti,
mi Marylin.
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Música
domingo, 26 de mayo de 2013
Si hay algo general que se aprende, o se lee de pasada, en cualquiera de los saberes es que el ser humano es un ser social. Por lo general, necesitamos las relaciones sociales y en torno a ellas se basan los cimientos más fuertes de nuestra existencia. Aunque haya veces en las que marchemos solos siempre tenemos como motor las personas que encontraremos más allá y las personas que nos esperan en el paraje que acabamos de dejar atrás. Necesitamos amarnos, completarnos, conversar tanto como necesitamos discutir, odiarnos, decepcionarnos. Ser feliz a consecuencia de otros se equipara a sufrir a consecuencia de otros en el sentido en el que no sería igual si estuviéramos solos.
Sin embargo hay ocasiones en que los límites se vuelven difusos y confundimos nuestro individualismo con nuestra capacidad de relacionarnos. Nos empeñamos en ser grandes dejando a otros pequeños y queremos convencernos de que este acto es inherente a nuestra naturaleza. ¿Por qué? ¿Por qué gastamos tantas energías en sentirnos mejor o peor respecto a otra persona, en crecernos haciendo a otros menguar, en caer en el abismo de la comparación no legítima?
Es un abismo porque de ahí nunca se sale. No hay desenlace bueno o malo cuando calificamos a otra persona guiados por la egolatría con el único propósito de acallar los monstruos que gritan nuestra mediocridad, nuestras oportunidades perdidas o nuestra indolencia. En ese momento no existe motor o camino, sólo ignorancia y desprecio por nosotros mismos y por aquellos que usamos para nuestro propio alivio. ¿Qué alivio merece mirar hacia otro lado? ¿Qué alivio hay en la cobardía de ponerle a nuestros problemas el nombre de otro a modo de bálsamo adulterado?
Al contrario que en todas nuestras relaciones sociales, ahí no somos seres sociales. Somos seres negadores, egoístas, obcecados, invidentes... Con el único propósito, a largo plazo, de seguir haciéndonos daño a nosotros mismos.
"En la vida te encontrarás a muchos gilipollas. Si te hacen daño piensa que es su estupidez la que les impulsa a hacerte daño, así no responderás a su maldad... Porque no hay nada peor en el mundo que la amargura y la venganza. Sé siempre digna e íntegra contigo misma."
viernes, 24 de mayo de 2013
miércoles, 15 de mayo de 2013
Acompáñame.
- ¿De verdad que vas a acompañarme?- preguntó él extrañado, mirándola a esos ojos claros.
- Pues claro. ¿Qué te crees?
- Entonces dame la mano y cierra los ojos. Escúchame.
Y, valiente y decidido, se la llevó bien lejos. Le enseñó los secretos mejor guardados de los bosques; la infinidad de criaturas que allí habitaban, entre raíces y ramas, agazapadas y temerosas del aparente odio del ser humano a sus frutos. Ella se aterrorizó al principio, cuando las conoció, a todas, felices de una forma triste, condenadas a permanecer escondidas en los troncos de los árboles, o donde fuera.
Y, valiente y decidido, se la llevó bien lejos. Le enseñó los secretos mejor guardados de los bosques; la infinidad de criaturas que allí habitaban, entre raíces y ramas, agazapadas y temerosas del aparente odio del ser humano a sus frutos. Ella se aterrorizó al principio, cuando las conoció, a todas, felices de una forma triste, condenadas a permanecer escondidas en los troncos de los árboles, o donde fuera.
Más tarde escuchó atenta sus
historias, y se le llenó el alma con la ilusión que todos aquellos seres
otorgaban a cada palabra. En sus ojos sintió titilando las emociones, y cómo se
derramaban hasta sus labios las sales que habían permanecido en sus adentros
demasiado tiempo. Pero siempre estaba él, con su luz, cogiéndola de la mano e
impidiendo que se cayera. Guiándola. Tuvo que despedirse de todos ellos, pero
prometió que volvería, siempre que la necesitaran, y que los escondería de
cualquier peligro, incluso del ser humano, al que temían tanto.
- ¿Y por qué me has pedido que te acompañara? - le preguntó ella cuando se alejaban de los bosques.
- Quería que vinieras conmigo. Que estuvieras aquí.
Ella sonrió de esa manera tan suya, tan gris, y esperó al siguiente destino.
- Quería que vinieras conmigo. Que estuvieras aquí.
Ella sonrió de esa manera tan suya, tan gris, y esperó al siguiente destino.
La paseó por los océanos y los
ríos, le presentó a las criaturas que habitaban las nubes, y le susurró que
había muchas más, que ya ni siquiera salían a la luz, que iban muriendo poco a
poco porque se habían dado por vencidas. Ella contempló la Tierra en toda su
extensión, y pensó en los millones de recovecos que resbalaban a la mirada de
la gran mayoría por culpa del descuido de muchos y el temor de unos pocos. Esos
pocos… ¿Y si desaparecían?
- ¿Por qué?
Él no respondió a su pregunta.
Simplemente la abrazó y ella sintió todo su calor, allí mismo, y decidió
deshacerse de las alas de metal que arrastraba y se sintió libre, entre sus
brazos. Y volvió a llorar, esta vez de verdad, aliviándose de ese quiste de
tristeza que se le había ido formando en las entrañas.
Y así vio la Tierra también el primer
Arcoiris, desperezándose del inesperado nacimiento, mientras la Lluvia y el Sol se
abrazaban en silencio. Todavía sale, a veces, cuando el llanto de ella es tan
desconsolado que él acude, una vez más, y la mece en silencio hasta que apaga
sus penas. Pero ella sonríe. ¿Por qué? Porque les prometió a esas criaturas que
volvería. Y cada vez que lo hace y ve que siguen en pie llora, hablándoles así,
contándoles que lamenta que sigan vivas sin que nadie más pueda verlas,
disfrutar de su presencia. Solamente preguntarse a qué viene este aguacero, si
querrá decirnos algo, por qué parece que llueve con tanta fuerza.
NOTA: cuentecillo escrito en 2008 y recuperado hoy de casualidad haciendo limpieza de correo electrónico.
viernes, 3 de mayo de 2013
Antes no lo hacía; pero porque no me daba cuenta de que a veces es necesario. A veces me es necesario pararme a pensar y reconciliarme conmigo. Cuando noto la cercanía de la angustia o la rabia freno mis mecanismos porque ya sufrí demasiado y prefiero quedarme en silencio. Antes apenas me abandonaba al silencio y no hay mejor manera de escapar de estos ratos de esquizofrenia.
He de recordarme a mí misma, una vez más, que en esencia, si me despojaran de todo cuanto conozco, de todos cuanto conozco, sólo quedaría yo misma. Y por eso debo pararme y cuidar mi espíritu, porque al final todo se reduce a él. Todo. Hace meses aprendí que lo más importante es mantenerme sana mentalmente e íntegra, y simplemente de vez en cuando he de recordármelo a conciencia para no caer en una desesperación absurda por una persona que no soy yo.
No.
Entonces tengo que parar.
Cada uno es dueño de sus actos y por eso yo debo remitirme a los míos. Únicamente. Me costó mucho aprehender que mi vida es la única vida que me corresponde. Cuando ya no quede nada, cuando vuelva a no quedar nada, o cuando yo sienta la nada adentro, sólo quedaré yo misma. Ni siquiera seguirán está habitación y esta cama donde acabo siempre sentada mientras me reconcilio conmigo misma. Ni siquiera eso, que ahora parece tan inherente.
lunes, 22 de abril de 2013
sábado, 6 de abril de 2013
miércoles, 3 de abril de 2013
Algo más allá.
"Tu tío se me ríe siempre, pero yo sí creo que hay algo más allá... Es simplemente lo que pienso."
Y papá se encogía de hombros. En parte me sorprendió; era algo que yo desconocía.
En días como hoy en los que me invade el desaliento y cualquier cosa y cualquier persona no causa apenas motivación en mi ser me acuerdo de ti. No sé por qué. Tal vez porque eres la persona que más me duele y por eso te echo de menos en estos momentos autodestructivos en los que parece que el dolor se acumula consciente e inconscientemente. Te echo de menos. Y no sé por qué me duele tanto hoy. Tal vez porque ayer olvidé el cumpleaños de tu hijo, aquel del que me llegó el germen cinéfilo, y eso me ha hecho pensar en que fue 17 de marzo y no te dediqué diez minutos mirando ese cielo de fuego y rememorando el atardecer de hace tres años en el que pensé que de verdad el cielo se había acabado.
Pienso que contra la ley que marca la vida no hay justicia que valga aunque sea la injusticia más visceral e interna ante la que gritamos, desgarrados, aturdidos, incapaces de aceptar que tenemos que aceptarlo. Que las personas se marchan dejando una huella pesada pero fantasma, pues de repente desaparecen y la vida sigue como si nunca hubieran estado allí.
Vuelvo a sentir ese vacío irreparable en el centro del pecho. Por qué me sigues doliendo tanto. Avanzo por la calle y se me siguen llenando los ojos de lágrimas si me golpea fuerte tu recuerdo y me siento huérfana, huérfana como lo fueron mis padres prematuramente y como nos dejaste a mi hermano y a mí tras tu marcha. Me hacen falta tus domingos por la tarde, tus meriendas a escondidas; incluso me hacen falta las palabras de tus últimos meses, temerosas, infantiles, sabedoras en lo más íntimo de que se estaba agotando algo esencial.
Por qué vuelves a mí con este ímpetu cruel. No lo entiendo, pero llevo todo el día con tu estela en mi cabeza bailando al son de las palabras de papá. En si hay más allá. Porque mientras la música me invade caminando con los ojos arrasados de mar pienso que si hay más allá espero que me estés esperando. Por favor, espérame porque sería un buen motivo para que de verdad exista algo. Algo más allá.
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Alguien que algún día fui,
Elementos de mi vida.,
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viernes, 29 de marzo de 2013
Despedida.
Se puso su mejor minifalda y se marcó con inusual precisión la raya negra de los ojos. Sólo para mirarlo fijamente unos segundos y que su mirada dijera
No voy a volver a ser tuya nunca.
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viernes, 22 de marzo de 2013
Claro que no olvido esa sensación. Él llevaba varios meses deprimido y el trabajo de verano no estaba contribuyendo a mejorar su ánimo. Todo lo que yo intentaba hacer apenas servía porque cuando a uno le invade la apatía se aferra fuertemente a las paredes del cuerpo. Fue frustrante, pero confiaba en que pasar tiempo juntos en parte lo aliviara.
Un día volvió del trabajo y me contó que estaba contento. En mí se encendió una llamita de esperanza y sonreí con él porque llevaba días queriéndolo notar así. Entonces me dijo que había conocido a una chica preciosa, muy simpática y con un nombre exótico y evocador. Se llamaba Arabia, me dijo, y estaba contento por haber tenido ese breve encuentro. Fue en ese momento cuando la llamita creada hacía unos minutos se desbordó y quemó mi sonrisa por completo. No era la primera vez que tenía esa sensación, pero como ocurre con todo en las primeras relaciones ya estaba aprendiendo a reconocerla. En unos segundos mi autoestima se esfumaba, el sentimiento de inutilidad era demasiado inmenso para soportarlo a corto plazo. De repente me convertía en la persona más pequeña del universo y eso él lo sabía pero no importaba porque en ese momento él era feliz porque otra lo había hecho, de alguna manera, feliz. Imagino que experimentamos cierta excitación al salir de la rutina. En cierta parte lo ignoro, pero lo que sí sé es que este pretexto hiere a las personas que tenemos siempre cerca, porque precisamente por estar siempre no nos damos cuenta de que a veces las despreciamos. Obviamente ocurrió más veces. Comentarios en redes sociales, comentarios de soslayo, lenguaje corporal... En fin, el caso es que no olvido esa sensación.
Es precisamente esa sensación uno de los signos que me indican que aún no estoy curada. Porque cuando quiere volver a asomarse mi espíritu eleva la palma de una mano en señal de Stop. Vuelve a mí ese cansancio reiterado que me indica que aún no estoy preparada para experimentar esa sensación, ni tampoco otras que van unidas al mismo contexto. Se me debilita el alma en un instante en huelga. Porque no quiere seguir. Todavía no quiere seguir. Y entonces esos comentarios que minaban mi persona son apenas rugidos del viento que hieren de igual manera pero que no se instalan en mí. Simplemente pasan y me rozan, porque no dejo que penetren a costa de no dejar que penetren otras emociones.
Entonces sé que debajo de tantas y tantas suturas algunas heridas permanecen frescas y el agotamiento es tal que ni siquiera quiero preocuparme por la causa o su justicia. Simplemente dejo a mi espíritu, exhausto, sentado y sumido en la más burda inactividad. Dejando que las cosas lo rocen, lo inquieten, lo lleguen a arañar. Pero nunca sin que atraviesen su piel. Agrietada y anciana, pero firme. Dolorosamente firme.
jueves, 21 de marzo de 2013
- Era una canción chunga, ¿vale? Estaba caminando por la calle escuchándola como tantas otras veces pero nunca había reparado en lo que decía. Hablaba del amor que no es amor, ¿sabes? La cantante gritaba casi desgarrada que la estaban utilizando, que se iba a plantar, que no iba a dejar que volviera a pasar nunca, que iba... que iba-ba a ser fuerte. Fuerte. Lo decía, ¡lo decía varias veces! Que sería más fuerte y más valiente. Creo que decía eso, porque es una canción en inglés y a veces parece que las entiendo pero las palabras dicen algo diferente a lo que yo pienso. Bueno, es igual, es igual... El caso es ese, que la tía estaba jodida, jodida de verdad, y por eso cantaba así. ¿Y sabes en qué pensé? Joder, ¡pensé en mí! En mí y en ti, me cago en todo. ¿Cómo va a ser amor si oigo una canción de una tía puteada y pienso en nosotros? Me sentí horrible por pensarlo, pero no me lo pude quitar de la cabeza. No la volví a escuchar pero resonaba la música, y la letra, en mi cabeza. Dios... No se callaba. ¡No se callaba! Pero, ¿por qué de repente? ¿Por qué no me había dado cuenta antes? Vaya mierda. La tía jodida era yo, ¿entiendes? La que era utilizada, a la que le mentían y a la que le daban hostias por todas partes. Joder, joder... ¡Joder, que era yo! ¡Yo! Entendí que me estabas jodiendo, pero lo peor es que yo me había dejado durante tantísimo tiempo... ¿Lo entiendes ahora? Lo entiendes, ¿verdad? Tienes que entenderlo. La tía de la canción era yo...
Llegó un momento en el que su respiración nerviosa fue más fuerte que su confusa voz. La tía jodida de la canción era ella. Intentó calmarse, pero no pudo. Se miró las manos, encarnadas, cubiertas del rojo más intenso. Casi lo sentía palpitar todavía muerto en sus palmas. Se peinó, nerviosa, llenándose el cabello de esa sangre. Pero, de pronto, sonrió, río, se cubrió de carcajadas. El silencio le había revelado algo.
Había dejado de escuchar esa canción en su cabeza.
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miércoles, 20 de marzo de 2013
¿Pero cómo podrán dormir por las noches aquellos que no tienen la conciencia tranquila? Los que manipulan, mienten, controlan, se comportan de manera egoísta y hacen daño a alguien bueno sólo porque así alivian sus demonios. Estoy seguro de que en ocasiones se despiertan jadeando en mitad de la noche y maldicen su suerte porque saben que no van a poder volver a conciliar el sueño. Aunque estén cansados, saben que no van a poder. Que si se despiertan y su cuerpo no da tregua es porque hay algo, o alguien, que pugna por que paguen sus pecados en sesiones nocturnas. Sé que ellos lo saben, Alan. Sé que saben que no se merecen dormir por las noches. Que si se despiertan sin poder hacer un pacto con el descanso es porque no tienen la conciencia tranquila. Y no porque tengan el sueño ligero, o una preocupación en las arrugas de su frente.
Pero eso no te ocurre a ti, ¿verdad, Alan? Sé que tú duermes bien por las noches. ¿Verdad que no te ocurre, Alan?
lunes, 18 de marzo de 2013
No cambia la vida, sino las circunstancias. La vida sigue siendo lo mismo, sigue estando formada por esas partículas de energía que nos mantienen en pie a pesar de las circunstancias.
Sin pretenderlo mis circunstancias también han cambiado. El otoño empezó a teñirlas de castaño y ahora el color es más intenso a pesar de las hojas frágiles que cubrieron las calles. Un brillo pardo ha ido cubriendo con calidez mi invierno y ahora recurro a esos ojos en los momentos en los que necesito compartir mi felicidad o que alguien me ayude a desechar mi rabia o mi tristeza. Unas pupilas para hablar con ellas en silencio, en uno de esos silencios que podemos compartir con tan poquísimas personas.
Ojos de almendra, que les digo yo. El eje ante el cual ahora han cambiado mis circunstancias de la única manera en que pueden hacerlo. Sin pensarlo, sin pretenderlo, únicamente encarando lo que surge y actuando en consecuencia.
Noto cómo se va resquebrajando toda la piel de los parches que cubrieron mis cicatrices. Es una sensación extraña, desconocida, pero sin duda reparadora. Asusta porque aunque estuvieran adheridos de mala manera ayudaban a proteger, aunque fuera la misma máscara para lo bueno y lo malo. Pero me siento viva, agradecida, vencida ante una circunstancia de la que rehuí pero que ahora vuelve. Alguien que no me presiona ni intenta manipularme, que no cree que controlarme las veinticuatro horas signifique quererme y que me respeta, acude a mí, trata de ayudar a repararme aunque cada vez que se caen los andamios sea él el que reciba también el golpe.
sábado, 2 de marzo de 2013
Operación a corazón abierto.
Odio los hospitales. ¿Te acuerdas, Laura? Aquí fue donde me lo dijiste. En medio de toda esta luz artificial. Me miraste con tus pupilas vidriosas y me contaste que ya no aguantabas más, que habías esperado hasta ese momento y que ya no podías más con nada de esto. Cómo llorabas, Laura, mientras yo apenas podía moverme. El eco de tus pasos alejándose acabó en el pitido incesante que testimoniaba cruelmente que todo iba bien. Noté una quemazón en el punto exacto donde esa herida salvavidas me iba a dejar una cicatriz durante el resto de mi existencia. Me dolía el corazón. Los médicos me dijeron que era normal, que mi cuerpo debía adaptarse; pero yo supe que fuiste tú, Laura. Fuiste tú. Esperaste a que me trasplantaran un corazón nuevo para arrancarlo con tus uñas, sano, y llevártelo contigo para siempre.
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Microrrelatos
Observo tu rostro cuando vuelves de trabajar y pienso que lloraría ahí mismo, nada más verte entrar por la puerta, porque no hay dolor que más me duela que el que siento a través de todos vosotros. Cuando pierdes tanto peso como ahora las arrugas de la cara se te hacen más profundas y me enfrento al espejismo de verte más anciano. Quiero creer que es un espejismo. No sé cuánto más durará, pero sé que aguantarás y aguantaremos y por ello si caes encontrarás de nuevos nuestros brazos para amortiguar la caída. Toda la distancia del mundo se recorta en el instante que duran mis temores enterrados en vuestras manos. Por eso sé que pase lo que pase, y llegados ya a este punto, vamos a aguantar todo lo que nos encontremos en este entorno que se ha empeñado en putearte y torcernos la sonrisa mientras nos afila las putas preocupaciones.
Sé que si me obceco en la justicia voy a acabar aturdida, pero a mi pesar es la palabra que me viene a los labios sin cesar cuando me los muerdo para aguantar, firme, como tú me enseñaste, y sonreír y hacer el tonto al verte y darte un abrazo. Porque sólo cuando te oigo una carcajada libero la tensión retenida en el pecho, sólo entonces. Como una alarma que, a pesar de todo, activa repentinamente la esperanza.
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miércoles, 27 de febrero de 2013
Hablar siempre ha sido fácil. A veces nos enredamos en las palabras sencillas y no caemos en que nos está arrasando la vida, con o sin ellas. La vida no siempre sigue. No puedes decir que La vida sigue cuando hay hechos que la cercenan, la agotan, la revierten, la cubren de dolor.
Hay vidas deshechas y desamparadas. Hay ocasiones en las que el camino se trunca de manera radical y no podemos hacer nada para combatirlo. Sólo aceptar en silencio la derrota y continuar, sí, pero no sigue la vida. Sigue uno mismo, porque no le queda otra si quiere seguir en esta jungla, pero no sigue esa vida que había tejido con el paso del tiempo. Se rompen los hilos. Y hay que volver a hilar lo que ya se hiló pero con el corazón destrozado y la ilusión mermada.
No es pesimismo, es consciencia de la realidad. Claro que sigue, pero jodiéndonos, cuando no se quiere que lo haga. Cuando todo lo que uno quiere es una paralización eterna, una respiración que dure siempre. El tiempo goteando en la nuca, pero el cuerpo inmóvil, porque la vida ha dejado de seguir. Porque, en esos momentos, sólo en la más estúpida suspensión de todo y de todos hallamos descanso. Sin embargo, hay que seguir. Y ahí está la esencia de nuestra supervivencia. En que estamos obligados a hacerlo.
No es el fin del mundo siempre que se pueda seguir. Pero no es lo mismo, no sigue la maldita misma puta vida. No sigue sin más. Es otra, más descolorida y envejecida, con la que debemos dormir aunque de primeras su presencia pegada a la piel nos hiele la sangre.
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21 Grams |
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martes, 19 de febrero de 2013
Qué le vamos a hacer, hay veces en las que hay que sobreponerse. Dejar de fantasear y tomar consciencia de la realidad para que el delirio no repercuta en el futuro real. No en el que tejemos en nuestras mentes, sino en el que acaba cumpliéndose queramos o no. Qué le voy a hacer, aunque me joda sé que estoy haciendo bien porque no puedo poner en peligro lo que más importa. La familia estará siempre, pase lo que pase.
Ojalá me arrepienta. Ojalá me arrepienta de la decisión tomada porque eso significará que las cosas han salido mejor de lo que todos esperamos.
jueves, 31 de enero de 2013
We're all in this thing together
Walkin' the line between faith and fear
This life don't last forever
When you cry I taste the salt in your tears
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