martes, 31 de mayo de 2011

Renunciar es un verbo que me queda demasiado cercano cuando va ligado al tema económico. Sería tan fácil abrir la cartera y poder pagarme cualquier viaje. Haber nacido con esa mentalidad viajera incansable no me ayuda mucho, sobre todo cuando el viajar se queda exclusivamente en la mente, y debo dejar que salgan los vuelos sin que yo vaya sentada en uno de ellos.

Sé que es el cuento de siempre, el más antiguo que existe, si cabe. Aquel que nunca he tenido problemas no se para a sentirse afortunado; aquel otro que no conoce otra cosa se moriría por poder tener esa fortuna. Es la condena más estúpida y dolorosa que ha inventado jamás el mundo occidental, sobre todo cuando pasa de padres a hijos.

No sé si estoy obrando bien, pero parece que este tampoco va a ser mi año. No va a haber rincones que investigar en ninguna ciudad desconocida, ni momentos de sentirme perdida que queden recompensados por otros mucho más positivos. Sé que algún día llegará, pero he esperado tanto y he tenido que renunciar a tanto que un verano más me hace sentir infinitamente anciana. Aunque sea una tontería.

Sería más fácil si me conformara con lo que hay, con una Zaragoza estática y los conocimientos que puedo encontrar en los libros. De todas formas, no es un drama; conformarme me conformo igual aunque a ratos escueza, y sea entonces cuando tenga que acallar estas ganas locas de conocer otros sitios y perderme para siempre si es necesario en una calle de Edimburgo.

lunes, 23 de mayo de 2011

Me lo dijeron en repetidas ocasiones. Y entonces no quise creerles. Creo que ha llegado el momento, que después de todo tenían razón y es la mejor alternativa.

domingo, 22 de mayo de 2011

Al despertarme he caído en la cuenta. Estos son culpables de lo que pasó, y para aumentar mi propia responsabilidad diré que la distancia sí tiene la culpa, al menos parcialmente. No podía soportarlos, me era imposible y no era capaz de concentrarme en otra cosa. Ahora la situación es diferente, pero el sentimiento no difiere mucho. Tal vez entre tanta revolución te estés enamorando poco a poco de otra, o sea otra la que te hace sonreír. O quizás ha reaparecido en tu vida esa tal Arabia, o alguien equivalente, que hace que despierten en ti de nuevo esos deseos ocultos y comprendas que lo que debes buscar es una mujer de verdad y no un ente que vacila entre ser una niña y un desastroso proyecto de mujer.

Me lleva de nuevo al mismo pensamiento. Me estremezo cuando pienso en que jamás nadie que pretendiera ayudarme, escucharme o simplemente fingirlo ha emitido juicios sobre ti o que yo no he violado nuestra intimidad reproduciendo literalmente tus palabras, por muy desesperada que estuviera. Me angustia mi capacidad de reprochar y tergiversar, y me angustia todavía más no ser consciente; me angustia, si cabe, más, seguir haciéndolo ante personas que realmente me importan. Vuelven a mí noches sin dormir, lágrimas eternas, conversaciones telefónicas que eran una verdadera pesadilla, incomprensiones, incertidumbres, mi ánimo imperturbable, el mundo pasando deprisa a mi alrededor, la lejanía que siento con todo lo que me rodea... Y demás lindeces. ¿Habrá vuelto Arabia? ¿O será Mira, al fin?

No lo sé. Pero sé que fue una de las cosas que me agotó. Perder el control. No toleré que nuestras vidas se separaran todavía más, así como nuestros actos. A veces estas dos vidas acaban conmigo, aunque sea momentáneamente. Supongo que pasarán. Pasará la sensación. No me despertaré tan agitada y me centraré más en mis días y en dónde estoy yo... A pesar de que ahora me sigan matando, en esencia. Aquellos días en los que apenas sé de ti.


miércoles, 18 de mayo de 2011

Nos gustaba reventar las fechas señaladas. O me gustaba a mí, por el final de todas las discusiones. Nos cabreamos en la final del mundial de fútbol, en la cena romántica aquella que preparaste en tu casa, cuando nos hacíamos un favor como el de esta tarde, en nuestros primeros Pilares, en nuestra primera Nochevieja juntos, en mis exámenes finales, en las últimas Navidades, en el último puente de diciembre, en la inauguración del piso de Johnny en Valdespartera... Muchas de las veces provocado por un enfado mío o un silencio mal explicado.

Recuerdo en especial una vez. Era el verano de la Expo, y cuando me acompañabas a casa, habiendo pasado una tarde-noche bastante buena siendo inusual en esos días, me pediste que te pasara una foto de los dos porque querías actualizar tu flog con ella. Yo me emocioné mucho, porque hacía bastante semanas que no escribías nada de los dos, y además nunca publicabas fotos mías o nuestras en tu flog. Luego por la noche, en una de esas conversaciones del /w, te recordé algo acerca de la foto y no contestaste porque mi frase en rosa se perdería entre todo lo demás. Me enfadé porque nos pasaba siempre, y te pregunté que si me ignorabas o qué. Tú te enfadaste todavía más, porque además habíais wipeado, y la cosa acabó como el rosario de la aurora. No hubo actualización, ni foto, ni nada. Sólo dolor y alguna que otra lágrima. Eso fue semanas antes de que pensaras que yo, junto con otros jugadores, te presionábamos tanto como tanque que te hizo optar por dejar de hablarme durante un día entero que para mí duró un año. Probé por el chat de la hermandad, por susurro, por mensaje directo, y hasta por el hilo general. Nada hasta el día siguiente. Tuve que ver ese nombre, ¿era Eternum?, conectarse y desconectarse, hablar con otra gente, llamar a usuarios para llenar plazas de una raid... y nada; yo ni siquiera quería jugar ese día, porque tenía un examen próximo, además.

Muchos, muchos, muchos. Muchos cabreos frente a la pantalla del ordenador, muchos sms diciéndome que hablara a la cara, muchas lágrimas y muchos gritos en mitad de la calle. Claro que el lado positivo de la balanza se inclinaba con sólo un roce de nuestras manos y un par de risas tontas mientras arreglábamos una de esas discusiones. He de decir que mientras escribía la enumeración anterior he tenido que pararme a pensar y poner en orden los recuerdos para acordarme de esas broncas. Al final siempre ganan los buenos.

Los malos momentos se aferran con garras de hierro a las comisuras del alma, pero siguen siendo arrasados, sin apenas problemas, por la buena rutina que encendía el color de la piel y nos hacía volver. Todas aquellas veces.

domingo, 15 de mayo de 2011

Eso de que las palabras no tienen peligro es una mentira. Hay algunas que son como un verdadero mazazo. Que te traen recuerdos que creías que estaban a buen recaudo y se congela tanto la sangre que ni siquiera hay ganas de ahogar el mal trago con las lágrimas de siempre. Simplemente se apaga el sonido de todo lo demás, y sobreviene el sentimiento de decepción absoluta contigo mismo. Una vez puede ser que sea un espejismo; dos ya es demasiada casualidad.

sábado, 14 de mayo de 2011

Voy a templar mi sangre porque quiero darte hasta la última gota. Solamente es lo que te debo; nada más. Aunque la gente piense que no, soy capaz de calmar mis nervios y sólo por ti lo consigo. Para conseguirlo hay que quererlo de verdad.

Contigo he aprendido demasiadas cosas. Hemos leído, comentado, paseado, dormido... Soy como soy en parte por ti, por tus enseñanzas y por tu compañía en mi camino. Yo sé que eres más fuerte que todo esto, y por eso, porque te está superando, voy a vacíar mis venas para que te cures desde ellas y devolverte lo que tú me has dado. Hemos salido de peores situaciones, hemos llorando en peores parajes y hemos sentido los latidos todavía más pesados que en este momento. Además estás tú con tu estoicismo infinito y tus ganas mudas de salir adelante. Eso es suficiente para saber que lo conseguiremos.

No puedo evitar echar de menos la arruga de tu frente donde se acumulan todas las preocupaciones y donde desaparecen cuando explotas en carcajadas. Todavía quedan muchas risas que compartir y muchos resoplidos por mi parte por tus ocurrencias. Estos años son sólo la antesala de los que aún tienen que venir. Porque sabes que yo todavía soy una niña aunque por dentro esté tan envejecida, y tus silencios me dicen que confías en mis actos, que sabes que si lo hago es por algo y no porque sea una torpe o alguien imperfecto que no sabe por dónde tirar. Y todo eso sin decir una sola palabra.

Cógeme de la mano si flaqueas y llora conmigo si quieres, aunque no lo hagas nunca y menos delante de mí. Se acercan días peligrosos, pero ya los hemos mirado a los ojos en otras ocasiones, no hay de qué preocuparse en exceso. Tenemos experiencia, unión y habilidad en dibujar las fuerzas cuando ya no nos quedan. No te va a pasar nada porque si es necesario yo te voy a dar toda mi sangre. Mi sangre. Que no es otra cosa que la tuya, porque me la diste, sin saber en qué se iba a convertir, hace unos diecinueve años. Yo estoy contigo, viejo.

martes, 10 de mayo de 2011

- Sólo duele cuando toco, pero a veces, sin más, duele constantemente. No controlo cuándo ocurre. Puedo disimularlo con la ropa y el paso de los días, la rutina; caminamos tan deprisa últimamente... Nadie se para a mirar a nadie. Algunos sí me sonríen con tristeza, pero lo hacen al mirarme el rostro. La mayoría no se percata de nada, aunque suene grotesco. Resulta una ventaja, aunque de vez en cuando no lo logro ver así. Es difícil, ¿sabe? Pero ya me acostumbro. Ha provocado que yo también cambie pero, bueno, sigo sonriendo aunque no sea tan a menudo y siempre hay tiempo para que vuelva a querer reír a carcajadas. No es que ahora no quiera, pero sigue doliéndome mucho si hago movimientos bruscos de ese tipo. Los que lo saben claro que se preocupan por mí, pero al fin y al cabo es algo que está ahí, que de momento no se borra. Se comportan como si no pasara nada porque creen que así me ayudan. ¿Quién sabe si están en lo cierto? Yo todavía no lo sé, pero hay muchas cosas que se me escapan en estos momentos. Es muy extraño, ¿sabe? Lo estoy asimilando como una parte más de mi cuerpo, y me asusta, porque no es correcto, pero no me queda otra. ¿Debería vivir agitada todos los días o tengo que empezar a aceptarlo? Me dicen opiniones de todo tipo. Yo las agradezco, pero desde que ocurrió ya ni siquiera me escucho a mí misma. Pero... creo que ya he hablado mucho, ¿no es cierto? Querrá verlo, si no no me habría preguntado. Espere un momento...

Se levanta y se pone de espaldas a un gran espejo que hay en la habitación y que va desde el suelo al techo. Me está mirando fijamente a los ojos, y yo no puedo apartar la mirada de tantísima pena. Son como dos pozos de aguas negras y eternas, detenidas, totalmente muertas. ¿Pueden morir las pupilas antes que el propio espíritu?

Me sonríe, aunque sé que está desganada, y se quita la chaqueta de punto gris cuyos puños ha estado retorciendo mientras me hablaba. La deja con cuidado sobre una silla y luego, de golpe, se quita la camiseta y vuelve a mirarme.

Es sobrecogedor. Pero está ahí: como una quemadura en la tela, con los bordes todavía tiernos, el agujero del que me había hablado. Yo entonces no la estoy mirando ya a los ojos. Me estoy viendo a mí misma, sentada, reflejada en el espejo mi expresión de espanto, de pura angustia al entender cada una de sus palabras. Ella no se ha movido de su sitio, y aun así ahí estoy, mirándome en el cristal... a través del hueco de su pecho.

domingo, 8 de mayo de 2011

Llega cargada con la mochila y la maleta. Subir al tren siempre es un desafío, sobre todo cuando la gente observa tu dificultad en levantar la maleta y no perder el equilibrio, y se limita a mirarte con desdén. Suena el pitido de rigor y se apoya en la pared de al lado de la puerta soplándose en el flequillo. Está muerta de calor. Se dispone a pensar en los días que acaba de dejar atrás en su tierra y enfrentarse a una nueva oleada de tristeza, pero algo la interrumpe de súbito.

-Tú eres de la resi, ¿verdad?

Se sobresalta. Le observa alguien con sombrero y que la mira desde detrás de unas gafas, sonriendo un poco forzado. Ella piensa que intenta ser amable, e intenta no parecer una bobalicona, y responderle con algo satisfactorio. Aun así, sigue sorprendida; no es de esa clase de chicas a las que les hablan en un tren. Ella no, hasta donde ella misma sabe.

- Sí... ¿Tú también?

- Sí. ¿Eres novata?

- Sí, sí- responde con los ojos en blanco, pensando en ese primer mes turbulento de novatadas-. Tú veterano, ¿no?

- No, no, yo también soy novato. Además cumplí los años nada más llegar a la residencia, la primera semana.

A ella se le queda cara de imbécil al pensar que es mayor que él e intenta disimularla. Si ese chico es novato, ¿qué parecerá ella? ¿La hermana pequeña del primo adolescente de algún residente? Ordena sus ideas e intenta pensar en algo que decir después de que él le pregunte si quiere su sitio. La chica piensa que debe de llevar unos pelos horribles con tanto calor.

-¿Vienes de pasar el puente en casa?

-Sí. Además eran fiestas en mi ciudad, así que sí... ¿Tú también?

-No, yo he estado con mi hermana y eso, en Madrid-. El chico al decir eso señala la funda negra de su guitarra, por alguna extraña razón.

Se preguntan que qué estudian y ella piensa que ese tío tan raro de las gafas y la barba no pega con Derecho y ADE, que Derecho y ADE suena a rancio, no a guitarrista con sombrero. El tren sigue su camino y se quedan en silencio, sin saber muy bien por qué. La conversación no fluye. Cuando llegan a su destino, él se da prisa y a lo que ella se percata lo tiene muchos metros por delante. Bueno, ya lo veré, supongo. Qué chico más raro.


A posteriori se supo que si él no habló fue porque tuvo miedo a parecer un pesado y que si ella tampoco lo hizo fue porque pensó que iba a quedar como una tonta diciendo tonterías. La suerte es que esto lo supieron ambos una noche entre risas y un poco de humo, una de tantas, con mucha música sonando en sus mentes. Pensando en la manera en la que se conocieron y cómo no volvieron a verse después, hasta un momento, un momento concreto que no recuerdan pero que sí existió. Curiosamente, empezó todo en el cercanías...

viernes, 6 de mayo de 2011

No se tiñe el pelo para huir de los demás, sino para huir de sí misma. Pretende así ignorar que todavía no está segura de quién es exactamente. También le gustan los halagos que despiertan sus cambios de look, pero eso no quita que por dentro, muy dentro, se siga sintiendo repugnantemente fea. Sin embargo, no es fea. En toda persona hay cierta belleza, y ella no es una excepción. El problema es que no posee a la persona que le haga creer de verdad que no es fea. Que la quiera, que la corresponda enteramente, la haga palpitar, tenga ojos sólo para los cambios en el color de su pelo.

Camina y disfraza sus ojos, sus mejillas, su cuerpo. El maquillaje es un aliado que no hace más que recordarle que usarlo la hace sentirse todavía peor. ¿Por qué tan perdida? ¿Por qué se esconde tras sentimientos falsos que la convierten en alguien que no es? Los papeles bien construidos son una joya, pero únicamente encima de un escenario. El suyo es admirable, maduro, ecuánime. Pero no es ella. Sus adentros la convierten en un remolino de pura contradicción. Contradicción absurda y dolorosa, no contradicción misteriosa e interesante.

De todas formas, si enseña sus ojos, los verdaderos, y se clavan en ti más de un segundo, sin intentar mostrar ningún descaro, desnudos por un breve segundo de descuido, alejados del papel que sigue día a día y que la está agotando desde los huesos, desesperada, sabedora de su culpabilidad, de sus malos actos y de la satisfacción que en su piel despertó el sufrimiento ajeno... Si miras esos ojos. Un segundo. Lo que se deje mirarla de verdad. Un breve instante.

Verás que son dos pozos de auténtica tristeza. Que está asustada, más perdida todavía, y que sabe, a su pesar, que si sigue así... nunca va a conseguir lo que anhela. Lo que de verdad desea. Sin aprender jamás a amar a nadie.

miércoles, 4 de mayo de 2011

A veces me prendería fuego y quemaría todos mis recuerdos. Todos. Cortaría mi lengua para renacer sin habla, y fingiría que en realidad no estoy escuchando a nadie. Entonces sólo existirían los pensamientos en mi cabeza y el tamaño de mi alma no dependería de cómo me tratara absolutamente nadie. Eliminaría de mi cuerpo sentimientos como la sorpresa y la satisfacción, pero me ahorraría la incertidumbre y la decepción.

Una persona nueva, anónima, vacía, incapaz de comunicarse. Pero también incapaz de sufrir incoherentemente y sin un motivo que vislumbrar con claridad en el horizonte.

domingo, 1 de mayo de 2011

En uno de esos momentos en los que los sonidos del comedor se apagan a mis tímpanos, en el escalofrío de que me pregunten que qué tal el día y que la boca y los ojos me supieran todavía a agua y a sal, he tenido un flashback y la he oído llorar de nuevo a través del auricular. Creo que pensaba que nunca iba a escribir sobre ella, pero lo que no sabe es que todo lo que escribo tiene una parte de ella. Porque yo soy a partir de ella.

Y mientras tarareaba la canción que tarareaba esta misma mañana -siempre me hace escribir esta voz, ahora que lo pienso- he hablado con ella de nuevo y he recordado lo que yo misma he escrito: ...seguimos uniendo las voces por si acaso una de las dos está quebrada y podamos ayudarnos. Aunque no lo digamos de manera directa.

Y por un momento me he sentido tranquila, en paz, sabiendo que todavía me queda mucho por remontar, muchas ganas que ganarme, mucho por lo que pedir perdón, otro tanto que evitar en sueños. Pero con ella. Con su fortaleza, con sus lágrimas que me hacen echarla terriblemente de menos. Como el primer fin de semana que volví a Zaragoza y me desperté en mi cama. Ir hasta la suya, arrastrando los pies, y meterme bajo las sábanas con ella, abrazarla fuerte... Y lo demás ya pasará. Ya pasará. Ya tendrá que pasar.