sábado, 14 de mayo de 2011

Voy a templar mi sangre porque quiero darte hasta la última gota. Solamente es lo que te debo; nada más. Aunque la gente piense que no, soy capaz de calmar mis nervios y sólo por ti lo consigo. Para conseguirlo hay que quererlo de verdad.

Contigo he aprendido demasiadas cosas. Hemos leído, comentado, paseado, dormido... Soy como soy en parte por ti, por tus enseñanzas y por tu compañía en mi camino. Yo sé que eres más fuerte que todo esto, y por eso, porque te está superando, voy a vacíar mis venas para que te cures desde ellas y devolverte lo que tú me has dado. Hemos salido de peores situaciones, hemos llorando en peores parajes y hemos sentido los latidos todavía más pesados que en este momento. Además estás tú con tu estoicismo infinito y tus ganas mudas de salir adelante. Eso es suficiente para saber que lo conseguiremos.

No puedo evitar echar de menos la arruga de tu frente donde se acumulan todas las preocupaciones y donde desaparecen cuando explotas en carcajadas. Todavía quedan muchas risas que compartir y muchos resoplidos por mi parte por tus ocurrencias. Estos años son sólo la antesala de los que aún tienen que venir. Porque sabes que yo todavía soy una niña aunque por dentro esté tan envejecida, y tus silencios me dicen que confías en mis actos, que sabes que si lo hago es por algo y no porque sea una torpe o alguien imperfecto que no sabe por dónde tirar. Y todo eso sin decir una sola palabra.

Cógeme de la mano si flaqueas y llora conmigo si quieres, aunque no lo hagas nunca y menos delante de mí. Se acercan días peligrosos, pero ya los hemos mirado a los ojos en otras ocasiones, no hay de qué preocuparse en exceso. Tenemos experiencia, unión y habilidad en dibujar las fuerzas cuando ya no nos quedan. No te va a pasar nada porque si es necesario yo te voy a dar toda mi sangre. Mi sangre. Que no es otra cosa que la tuya, porque me la diste, sin saber en qué se iba a convertir, hace unos diecinueve años. Yo estoy contigo, viejo.

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