Llega cargada con la mochila y la maleta. Subir al tren siempre es un desafío, sobre todo cuando la gente observa tu dificultad en levantar la maleta y no perder el equilibrio, y se limita a mirarte con desdén. Suena el pitido de rigor y se apoya en la pared de al lado de la puerta soplándose en el flequillo. Está muerta de calor. Se dispone a pensar en los días que acaba de dejar atrás en su tierra y enfrentarse a una nueva oleada de tristeza, pero algo la interrumpe de súbito.
-Tú eres de la resi, ¿verdad?
Se sobresalta. Le observa alguien con sombrero y que la mira desde detrás de unas gafas, sonriendo un poco forzado. Ella piensa que intenta ser amable, e intenta no parecer una bobalicona, y responderle con algo satisfactorio. Aun así, sigue sorprendida; no es de esa clase de chicas a las que les hablan en un tren. Ella no, hasta donde ella misma sabe.
- Sí... ¿Tú también?
- Sí. ¿Eres novata?
- Sí, sí- responde con los ojos en blanco, pensando en ese primer mes turbulento de novatadas-. Tú veterano, ¿no?
- No, no, yo también soy novato. Además cumplí los años nada más llegar a la residencia, la primera semana.
A ella se le queda cara de imbécil al pensar que es mayor que él e intenta disimularla. Si ese chico es novato, ¿qué parecerá ella? ¿La hermana pequeña del primo adolescente de algún residente? Ordena sus ideas e intenta pensar en algo que decir después de que él le pregunte si quiere su sitio. La chica piensa que debe de llevar unos pelos horribles con tanto calor.
-¿Vienes de pasar el puente en casa?
-Sí. Además eran fiestas en mi ciudad, así que sí... ¿Tú también?
-No, yo he estado con mi hermana y eso, en Madrid-. El chico al decir eso señala la funda negra de su guitarra, por alguna extraña razón.
Se preguntan que qué estudian y ella piensa que ese tío tan raro de las gafas y la barba no pega con Derecho y ADE, que Derecho y ADE suena a rancio, no a guitarrista con sombrero. El tren sigue su camino y se quedan en silencio, sin saber muy bien por qué. La conversación no fluye. Cuando llegan a su destino, él se da prisa y a lo que ella se percata lo tiene muchos metros por delante. Bueno, ya lo veré, supongo. Qué chico más raro.
A posteriori se supo que si él no habló fue porque tuvo miedo a parecer un pesado y que si ella tampoco lo hizo fue porque pensó que iba a quedar como una tonta diciendo tonterías. La suerte es que esto lo supieron ambos una noche entre risas y un poco de humo, una de tantas, con mucha música sonando en sus mentes. Pensando en la manera en la que se conocieron y cómo no volvieron a verse después, hasta un momento, un momento concreto que no recuerdan pero que sí existió. Curiosamente, empezó todo en el cercanías...
1 comentario:
"... mis dedos hacen música sobre tí"
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