En uno de esos momentos en los que los sonidos del comedor se apagan a mis tímpanos, en el escalofrío de que me pregunten que qué tal el día y que la boca y los ojos me supieran todavía a agua y a sal, he tenido un flashback y la he oído llorar de nuevo a través del auricular. Creo que pensaba que nunca iba a escribir sobre ella, pero lo que no sabe es que todo lo que escribo tiene una parte de ella. Porque yo soy a partir de ella.
Y mientras tarareaba la canción que tarareaba esta misma mañana -siempre me hace escribir esta voz, ahora que lo pienso- he hablado con ella de nuevo y he recordado lo que yo misma he escrito: ...seguimos uniendo las voces por si acaso una de las dos está quebrada y podamos ayudarnos. Aunque no lo digamos de manera directa.
Y por un momento me he sentido tranquila, en paz, sabiendo que todavía me queda mucho por remontar, muchas ganas que ganarme, mucho por lo que pedir perdón, otro tanto que evitar en sueños. Pero con ella. Con su fortaleza, con sus lágrimas que me hacen echarla terriblemente de menos. Como el primer fin de semana que volví a Zaragoza y me desperté en mi cama. Ir hasta la suya, arrastrando los pies, y meterme bajo las sábanas con ella, abrazarla fuerte... Y lo demás ya pasará. Ya pasará. Ya tendrá que pasar.
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