Le tiembla la mano. Jamás un simple teléfono le ha resultado tan amenazador como en este momento. Marca el número apuntado en una servilleta que debería haber tirado cuando todavía estaba a tiempo. Está perdido. Sus dedos se han convertido en hielo, pero aun así completa la frágil serie numérica que va a acabar con él. Está seguro que su aliento saldría en forma de vaho a pesar del calor que hace afuera. Así de congelado tiene el miedo aferrado a las paredes de su cuerpo. Un tono. Dos. Ya no hay vuelta atrás. Tenía que ocurrir. Tres. Un ligero golpe sordo. Su esperanza de que la llamada quedara en el olvido de una habitación vacía se ha esfumado.
- ¿Sí?
Le toca hablar. Vamos. Ahora. Contesta.
- No me has llamado... -. Silencio. Voz firme, mantén la voz firme.- Dijiste que lo harías.
- Bueno... -. Le llega su voz. Femenina, lasciva, lacerante. Peligrosa e irresistible. Adivina una sonrisa al otro lado de la línea.- Así es más divertido. ¿No?
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