sábado, 8 de diciembre de 2007

Una mirada rompe un mundo. Unos ojos que te observan pueden llegar a corromper el esquema de tus vivencias, mientras te juras y perjuras que esa ponzoña no va a hacer sangrar más tu alma, aún cuando notas tus cicatrices supurando recuerdos desnudas, sin gasas ni vendas que calmen el dolor de un silencio envenenado de pupilas titilantes.
Es entonces cuando tu boca quiere transmitir el pensamiento que te ronda. Quiere decir que todo ha pasado, pero se frena al encontrarte de rodillas contra el suelo esperando "a que todo termine" De nuevo. Y temes moverte porque el hilo que cerraba tus heridas escuece y amenaza con caer pedazo tras pedazo. No quieres que vuelvan a abrirse, ¿verdad? No, no quieres. Así que lanzas una moneda al cielo y esperas a que el azar decida por ti. Pero, ¿qué ocurre cuando no crees en el azar? ¿Cuando sabes que tu suerte es la misma que tus pasos buscan, que el destino no es más que una manera de llamar a las consecuencias de tus acciones?
Una mirada rompe un mundo. La incertidumbre arremete dejándolo temblando y a la interperie, pero vivo. Vivo, al fin y al cabo.
Una mirada rompe un mundo. Como el cristal de tu ventana cuando tus gritos mudos hacían temblar los cimientos de tu realidad. Como cuando descubriste que el Sol siempre nace aunque muera. Que siempre te levantas aunque caigas. Que entonces te queda mostrar tus rodillas magulladas y musitar un "Yo ya he pasado por esto", alegando que te ha hecho fuerte, sospechando pero queriendo esconder que la debilidad se adueña de ti cuando alguien bucea peligrosamente cerca del océano de tus secretos.
Una mirada rompe un mundo mientras una sola palabra te guía por caminos a los que no todos llegan. Al mismo tiempo que rompe un mundo, otra puede enseñarte a construir otro.
A construir un cristal transparente por el que esa mirada pueda penetrar y que te rompa en mil trozos de nuevo. Un cristal que refleje los rayos del sol cuando nazca y cuando muera.
Como tú. Que te levantas siempre que caes. Que ansías miradas arriesgándote a que rompan tu mundo.
Será por mundos. Será por ganas de que tus ojos irrumpan en el mío.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Porque es [¿cuál sería la palabra? Emocionante, ¿quizá?] pensar que llegará el día que no volverás a caer, o simplemente pensar cada caida es menor, ¿por qué? Porque cada vez que te levantas lo haces sabiendo que la próxima, quizá, sólo quizá, nos haga menos daño.

Gracias pitufina por escribir así de jodidamente bien =)

Cuídate <3

Soñadora Empedernida dijo...

El dolor de la caída no es tan malo, Zel.

Lo mejor es saber que vas a acabar levantándote aunque ahora mismo no quieras. Como el Sol, condenado a nacer todas las mañanas.



Gracias desde la distancia, pequeña.
:)

Anónimo dijo...

Una vez me dijiste que vivimos para levantarnos cada vez que nos caemos. Una, dos, tres, veinte, las que hagan falta.

Y es así. Aunque haya cosas que hagan temblar nuestra estabilidad :) Siempre podremos levantarnos después, ¿no?
Eso es algo maravillosamente tranquilizador.

=* Preciosa.

Yuki Ashura dijo...

Pero nunca se debe olvidar que tenemos límites.

Que a veces un paso más puede ser horriblemente catastrófico, que puede hacernos caer y penetrar tan abajo que el ascenso resulte, sencillamente, imposible.

Que a veces hay que saber decir basta y ser realista, y recordar que los sueños, sueños son y nosotros estamos aquí.

Hay cosas que no podemos controlar, que se escapan a nuestro control e incluso a nuestra percepción.

Tenemos nuestro límite. Sobrepasarlo puede implicar envenenarte.


Un beso, niña!