miércoles, 8 de septiembre de 2010

Se me está comiendo la añoranza. De una manera tal que me da esperanzas la idea de tumbarme en la cama a leer apuntes tapada con tu manta para curarme el frío de las manos y del alma. Me trepa la soledad en determinados momentos y me clava las manos en la espalda porque sabe que estoy vulnerable, que no me voy a quejar, porque hasta entiendo que me visite y se acurruque a mi lado.

No obstante, no puedo ponerme nostálgica porque no pienso en las veces que me has abrazado sino en las veces que me vas a abrazar cuando te vea y cuando el sabor de tus brazos se me mezcle con los de todas esas personas que tanto echo de menos. Me está creciendo el nudo en la garganta por momentos, pero casi me gusta la idea porque así el beso que me des será más largo, y así tu saliva lo disolverá hasta que vuelva a formarse en un ciclo que pienso se repetirá bastante a menudo.

Te echo tanto de menos que me consume el arrepentimiento y, a pesar de saber que esto es lo correcto, se me plantea la duda de si he hecho bien. Porque no dejo de soñar contigo, de revolcarme en la incomprensión de por qué te anhelo tanto si he aguantado más días sin ti. Sin ti. Esas dos palabras se tumban conmigo en la cama hasta que vengas tú las eches, para llenarme de tu esencia, y devolverme la vida que se me escapa entre estas paredes. Y estar contigo.

viernes, 27 de agosto de 2010

No habléis de amor. Ni os enredéis con historias a estas alturas. ¿Os gustáis? ¿A ti te gusta ella? Una declaración no debe contener por norma general el verbo amar. ¿No merece la pena saltarse los pasos de las películas y besarla lentamente para ver qué se siente? La vida está hecha de riesgos, y el camino que seguimos lo tejen éstos mientras se cruzan. En intentarlo está la clave. Nadie se enamora con sólo mirar a alguien a los ojos, es una mentira. Cupido murió hace mucho, y no hay nadie que haya perpetuado el legado de sus flechas.
Sólo sé que no hay que tener miedo a equivocarse. Ni tampoco aspirar a encontrar el amor eterno en esas pupilas que nos observan, sin intercambiar una palabra, un roce de manos, o el sabor de otra piel distinta. Hay que probar y aprobar miles de cosas. Por ese motivo, no habléis de amor si estáis todavía en el maravilloso juego de los nervios y las primeras veces. Si quiere venir, vendrá. Os enamoraréis y será otro mundo... Diferente. Extraño al principio.
No obstante, ahora... no estropeemos el presente con un futuro que no sabemos si llegará. Y menos en los asuntos que incluyen latidos de corazón que encienden el alma.

jueves, 19 de agosto de 2010

Es que te falte algo, a pesar de que sabes que lo tienes siempre y que acabas de dejarlo. Es sentir en tu piel algo distinto pero del mismo nombre, un cosquilleo que quema en las yemas de los dedos cuando te roza. Es hacer todos los días lo mismo, pero seguir estando lejos de la rutina; cuando es rutina y te la quitan, lo agradeces, esto, sin embargo, te falta en silencio si desparece. Aunque no desaparece del todo, sino que solamente se vaporiza unos días y te lo trae el viento, en cada vez que suspiras. Él está conmigo. Es su olor, su voz, sus sentidos que son los míos, sus ojos que chispean en la memoria, el calor, las ganas.

Echarlo de menos aún hoy... Hoy, hoy mismo, como la primera vez que me marché y nos separamos. Eso sigue siendo magia.

jueves, 12 de agosto de 2010

Hay muchos tipos de amor y eso es algo que he aprendido con el paso de los años, a base de conversaciones y ojos abiertos, alguna comparación (de esas odiosas) y escuchar mucho. Pero si hay algo de lo que estoy segura, al mismo tiempo, es que el sentimiento, en su esencia más pura, es idéntico. Y no es contradictorio, de verdad que no. Es como un cuadro que todos vemos pero del que sacamos impresiones distintas. El corazón nos late de distinta manera ante un mismo signo, y por eso, a veces, caemos en el error de juzgar que eso, eso que vemos, no es amor.

La diferencia radica en que, a mi juicio, quien no ha sentido amor jamás sentirá si eso lo es o no, si merece la pena luchar por una persona. Porque no lo entiende. Y de veras que me apeno muchísimo cuando esa persona, vacía de este grandioso sentimiento y llena de inquietudes de plástico, sólo demuestra estar llena de odio y de rabia acumulada, la cual trepa poco a poco por su alma escupiendo celos. Lo peor es cuando esa persona cree que de verdad sabe de amor.

Y fijaos que no me gusta hablar de esa palabra, que en ocasiones se me antoja gastada y llena de costras de lo que la han maltratado, pero me siento feliz cuando en mi interior soy consciente de que lo he sentido y he tenido ese privilegio. Por eso, desde mi cuarto y mi retahíla de experiencias en estos viajes prohibidos que nos otorga sentir, deseo que se pase. Que se pase todo ese odio y esa inexperiencia que acaba malgastándote desde adentro, haciéndote sentir mecánicamente especial, sabiendo en tu interior que es todo mentira.

Alguna vez te llegará, cuando dejes de resguardarte en esa coraza de falsedad, y entonces... Sabrás cuánto has errado.

domingo, 1 de agosto de 2010

Yo corregía tus textos con alma infantil mientras tú marchabas a aspirar otros olores. En mi corazón palpitaban tus palabras porque era una niña, e inexperta, y en mis ojos resonaban tus frases como los mismísimos mandamientos. Mientras tanto tú... no sé. Tú no sé. Pero después de tres años he recobrado la cordura, me he cortado los hilos de ese tiempo, y aunque ya soy una persona distinta también fui la niña de quince, y por eso en lo más hondo me daña. Porque soy la misma, con la espalda más cargada o no, pero la misma. Y por ello sé que mis ojos han cambiado esta noche. Ya no verán igual.

miércoles, 28 de julio de 2010

-Te llevo en las entrañas- me dice.

-Y yo en la boca, para llamarte puta. Pero sólo cuando estoy muy borracho o te echo demasiado en falta.
Y eso duele y otra vez y luego otra vez más. Porque a veces odio saber contar sólo porque así soy capaz de contar los minutos. Cuando no importan, te apena que pasen. Cuando sí que importan, las agujas son dos armas letales que llenan de cricatrices la garganta. Justo donde se juntan las lágrimas para atacar tus pupilas desde adentro. Estamos pasando más minutos discutiendo que viéndonos las caras. Porque vernos las caras no cuenta si están demasiado ocupadas nuestras lenguas desconociéndose para escupir palabras y no llegar a nada. A nada. A más batallas perdidas con el núcleo de mi garganta. A tardes que pasan enteras, tonterías o no, sin que estemos juntos. A que yo me voy en un mes, y aun así tiramos las horas a la basura. Porque aunque ahora podría ir a tu casa y despertarte mientras rompo tu timbre, mi corazón me pide que me quede. Que me quede y no vaya. Y son las ganas, que se atrofian justo donde se atrofiaron las tardes sin tener que pensar qué hacer. Porque siguen pasando los minutos y yo los cuento, sin poder evitarlo. Sólo puedo ver que es un minuto más sin ti y un minuto menos para marcharme. Y que luego, si te veo, estoy perdida. Como si ya no nos conociéramos. Por eso no quiero ir ahora a tu casa, porque estoy perdida. Y porque las tortitas las he tirado todas; ni siquiera he llegado a juntar los ingredientes.

martes, 27 de julio de 2010

Después de soñar contigo, por fin voy a ir a visitarte. Aunque no sirva de mucho esa visión a ciegas. No... Él no viene, esta vez tampoco. Sí, ella sí, porque ella sigue siendo poesía.

Gracias.

lunes, 26 de julio de 2010

Nos volvimos todos hacia ella, como siempre que sonaba un teléfono móvil en la biblioteca; resultado de la monotonía y el tedio del estudio: a cualquier sonido, nuestras cabezas se despegaban del libro de texto para buscar un resquicio de aventura que nos salvara de esa tarde tan igual a tantas otras. Por eso la miramos, y ella se disculpó en todas las direcciones por no haberlo puesto en silencio. No obstante, parecía nerviosa, como si esperara de verdad esa llamada. Colgó del susto, pero al minuto se levantó y salió de la sala para atender la llamada.

Me llamó la atención su ropa colorida: verde y rojo combinados en formas extrañas, con figuras que se extendían por su camiseta. Cuando se fue dejó ver su parte de la mesa, llena de apuntes desordenados y la carpeta a medio cerrar. Al fin volvió, pero muy sigilosa, y no mucha gente la miró. Yo sí. Porque traía la mirada perdida e iba dando pasos cortos mientras se tambaleaba y se apoyaba en las mesas para no perder pie, como si hubiera recibido un balazo mortal y las fuerzas se estuvieran escapando de su cuerpo junto con su sangre. Su expresión había cambiado, ya no había alegría, sino vacío. Y caminaba perdiéndose en ese mismo vacío, hasta que llegó a su mesa.

Recogió los apuntes tal y como estaban, y se llevó la carpeta, sin ni siquiera cerrarla. No los guardó, ni se los metió en el bolso; simplemente dio un par de manotazos para juntarlo todo y se marchó con el mismo paso tambaleante. Me quedé mirando unos segundos el pasillo por donde se había perdido, y al rato me fui, hambrienta y con ganas de disfrutar del resto del sábado.

Cuando salí del centro me topé con ella otra vez. Un hombre la sostenía en los brazos mientras ella luchaba por no partirse en dos y caerse de bruces al suelo. Se había puesto unas gafas de sol, pero no tapaban su rostro descompuesto ni los gemidos que salían de su boca. Desprendía ese dolor que te desconfigura la sonrisa, el que te hace sentir todos los músculos torcidos, el dolor que te atraviesa de verdad. Se le cayó la carpeta y el hombre la recogió mientras hablaba por teléfono, como si la cosa no fuera con él.

A los pasos volví la vista atrás para comprobar si seguía igual, y así era. Supe que ese llanto sólo podía llevar el nombre de ella, de la dama de negro, y sentí tanta pena que estuve tentada de volver sólo para abrazarla. Pero seguí caminando, ya sin hambre, con el recuerdo fresco. Tan fresco que me acuerdo hoy de ese día y todavía siento escalofríos.

martes, 20 de julio de 2010

Siempre dices que te parece maravilloso cómo las hojas que han caído en invierno reaparecen en primavera sin que apenas nos hayamos dado cuenta de que estaban naciendo otra vez. Mientras hablas se te suelen iluminar los ojos, porque ya estás cerca de tu camino, muy cerca, y aunque haya habido demasiados baches... Vas a conseguirlo.
Y en ese brillo pienso mientras escucho esta canción maldita, la que habla de un músico que se tiene que alejar de su amor por su música. Y aun así le dice que siempre será suyo, que está en su mente a pesar de los kilómetros.
Me entra un pánico atroz porque, si he caminado de tu mano estos días, ¿qué voy a hacer ahora? ¿Quién me va a besar cuando mi tobillo se tuerza o caiga rendida negándome a continuar el sendero? La respuesta ya la sé, porque serás . Porque esto es como la primavera y el invierno. A pesar de que a veces el terreno parezca yermo, al final siempre vuelve. Siempre vuelve la vida y se llena de verde, nos llenamos de verde, y en eso reside la magia. En que siempre vuelve.
Y aunque yo no sea un music man... you stand by me. Y, ahora mismo, I'm forever yours.

lunes, 19 de julio de 2010

Voy a dejar mi vida aquí. Me joda lo que me joda, es lo que va a pasar si lo pienso; ya no será mi vida, sólo destellos de lo que fue, mezclados con la actual, en la gran capital, con tanta contaminación.

En mis dieciocho años he dudado muchísimo en lo que hacer cuando acabara el instituto, y al fin se abrió una luz y noté mis ojos llenos de ganas cuando pensaba en estudiar cine. Pero el cine es caro, al menos estudiarlo, y elegí la carrera pública que más se acercaba: Comunicación Audiovisual. La pena es que estaba en Madrid, en Zaragoza, aquí, solamente en la privada. Entonces me di cuenta de que no hay que estudiar para hacer lo que quieres, al menos no del todo. Lo que hay que hacer es poder pagarlo.

Después de muchos dolores de corazón supe que si quería hacer lo que de verdad me gustaba tenía que marcharme. Y de verdad creo que esta decisión es de las más dolorosas que he tomado nunca. Sé que arriesgo y que pierdo mucho aquí, aunque soy consciente de que ganaré mucho allí también. De todas formas, a todos nos costó adaptarnos pero al final parece que la idea cuajó.

Entonces comenzó mi búsqueda de becas, trabajo y trabajillos que me dieran dinero para no hipotecar a mis padres al irme. Parecía que todo estaba hablado, que nos habíamos hecho a la idea y a un día de que salgan las listas para ver si estoy admitida allí... Resulta que me voy no porque quiera estudiar lo que hay allí, sino porque soy una hija egoísta que lo único que quiere es irse de casa.

Con la de lágrimas que me ha costado hacerme a la idea de que me voy a marchar, esto es lo último que esperaba. Me ha partido en dos y no sé... No sé ya lo que soy.

jueves, 15 de julio de 2010

El abismo más inmenso se abrió a sus pies y pensó que había muerto, y que eso era el infierno. Tanto dolor en el pecho no podía ser humano, de verdad que había tenido que morir. Las luces artificiales del pasillo bizquearon un instante cuando él golpeó la pared con los puños roto de pena, y todos callaron sin intentar calmarlo, porque ni siquiera ellos lo entendían. ¿Cómo se podía comprender una cosa semejante? Por un momento sintió que caía sin remedio, y sus rodillas chocaron contra el frío suelo cuando perdió el equilibrio y comenzó a llorar sin poder pararlo.

La médico se retiró de su lado diciéndole con serenidad fingida que si él quería le podían traer un calmante. Él sólo deseó un avance científico de locos, o una máquina del tiempo que se comiera los años gastados, para volver a arrancar las hojas del calendario. Se maldijo y en su locura momentánea intentó arrancarse el corazón para arrojarlo por el ventanal y que dejara de latir. Por fin se puso en pie y llegó hasta la puerta. Una punzada de angustia le susurró con malicia que esa iba a ser la última. Que de allí no iba a salir, y sus pupilas se nublaron queriendo escaparse de sus ojos para hacerse ciegas.

-Está dormida- oyó al abrir la puerta. Pero él no contestó.- Ahora duerme-repitió, y al ver que no contestaba lo dejó a solas con ella. Unos minutos no iban a hacerle daño. Al menos, no más daño.

Él se sentó al lado de su cama, y la observó tan tranquila y niña que quiso despertarla y llevarla en brazos hasta el fin del mundo. Parecía que al cogerla iba a pesar menos que una pluma, tanto que podría echarla a volar. Porque en realidad era un ángel. Le besó las manos, y siguió observando su rostro con una frase en los labios.

-Me vas a matar, mi amor...

Y lloró en su regazo hasta que cayó rendido en esa extraña posición. Todavía angustiado, sintiendo su corazón latir y preguntándose de qué le iba a servir cuando ella le diera la razón a los médicos. ¿De qué servía entonces su alma, esos latidos del demonio, si no eran capaces de mantener vivos a los dos? Si ella moría... ¿Qué sentido tenía su vida si ella moría?


lunes, 5 de julio de 2010

Las cosas no cobran sentido por sí solas. Somos nosotros los encargardos de otorgarles un valor especial que las haga cobrar significado. Por eso considero inútil realizar algo sin sentirlo de verdad o mantener algo que sólo nos produce calidez en el recuerdo. El recuerdo sirve para que podamos confeccionar un archivo de hechos pasados que nos ayuden a moldear el resto del camino; pero los recuerdos son, casi siempre, irrepetibles y en darnos cuenta de ello reside uno de los aspectos más dolorosos de nuestra existencia.

Nada es especial por sí mismo. Casi siempre somos especiales a otros ojos y a otros sentidos que nos ven de manera muy distinta a cómo nos devuelve nuestra imagen el a veces temido espejo. Y considero eso mágico. Ser yo misma pero, al mismo tiempo, ser cientos de personas diferentes para cada uno que me conoce. No hay una percepción igual a otra, y lo más misterioso es que no existe manera humana, hoy en día, de comprobar esta afirmación que hago.

La ciencia no lo posee todo, puesto en nuestra mente sigue siendo algo inalcanzable. Sobre todo cuando se enlaza con otras, a través de los ojos, y en los mecanismos internos se dan reacciones que aún no tienen nombre. Imagino que estas reacciones son las encargadas de hacer las cosas especiales.

Algo que para otra persona carece de signicado, es un templo para otra. Por ello, cuando ese templo deja de iluminarse y pierde sentido, se vuelve un hecho banal, rutinario y lleno de monstruos pasados.

miércoles, 23 de junio de 2010

Debajo llevan los labios pintados de carmín, porque les gusta, y algunas incluso rodean sus ojos con lápiz de carbón. Aunque no se las vea.

Pienso qué será ahora de aquellas que nacieron rodeadas de burkas, y se casaron con un hombre que creció rodeado de burkas. Me recorre un escalofrío la espalda cuando llego a la conclusión de que muchas lo llevan por devoción y respeto a una religión y una tradición común, sí, pero las otras... Aquellas otras que fueron obligadas por el autoritarismo de sus padres y el silencio de sus madres -o viceversa-, para caer después en manos de un hombre que recogió el legado de sus suegros. ¿Qué ocurre ahora con ellas? Vinieron aquí tal vez buscando una mejora en sus vidas, pero, ¿y ahora?

Se me vienen a la cabeza los ojos llorosos de sus hijos cuando sus padres gritan: gritan porque está prohibido y aun así debe llevarlo, gritan porque está prohibido e incumpliendo la prohibición han llegado a casa con una multa que no pueden pagar. ¿Con qué cara un agente de la ley le dice a una viadante que debe multarla porque la libertad exige la prohibición de su atuendo?

No estoy a favor de que se asfixien dentro de esas cárceles de telas gruesas y opacas; lo veo una aberración y un peligro para la salud. Pero sólo sé que si lo llevan es por algo, y que en mi concepto de libertad no está incluido el verbo prohibir. No sé si este pensamiento me hace peor persona, pero en mi defensa diré que en un planeta donde viven casi seis mil ochocientos millones de personas diferentes no podemos exigir que todos los pensamientos funcionen como el nuestro. Porque no es así.

viernes, 18 de junio de 2010

Una de las peores armas es una pluma, si tienes ganas de cargarte el mundo. De reventarlo desde abajo, desde lo que abarcan tus propios ojos, y esa rabia la traduces en palabras que nos retratan como la raza más despiadada que jamás poblará la Tierra. La desventaja es, a mi juicio, que el alcance de dicha arma varía bastante. Es lo que tiene la cultura, que hay gente que se resiste a darle importancia.

Pero yo creo que él pensaba como yo, y por eso nos arrancó la piel a todos para dejarnos desnudos. De sus manos salió el mejor libro que he leído nunca. Porque a través de la más retorcida y alarmista situación imaginaria, consiguió que tomara conciencia de que no tiene sentido hablar de un mundo que destroza si no te incluyes en ese mundo. Lo considero un hacedor de milagros, porque, a pesar de su tono crítico, supo encuadrar sus historias de una manera maestra que impidió que éstas desaparecieran.

Y hoy le arrancaba el último suspiro a este mundo del que tanto ha hablado y al que -estoy segura- amó tanto. Se nos ha ido uno de los mejores maestros que he tenido el placer de conocer. Así que, ahora, esté donde esté, ya sólo queda la inmortalidad que le dieron sus libros. Su ceguera visionaria.

domingo, 13 de junio de 2010

-¿Por qué sonríes de medio lado?
-¿De medio lado?
-Sí. Al sonreír, sólo levantas una parte de la boca. ¿Sabes cómo te digo? De medio lado, como si te estuvieras pensando si sonreír o no y te quedaras a medio camino.

No sabes cómo te digo, no. Lo veo en tu cara, porque si algo sabe la gente de ti es que eres transparente. La gente y yo, por supuesto. Aunque a veces eso duele más que si disfrazas tus sentimientos, porque cuando me voy en expedición a tus adentros siempre acabo viendo que no me amas.

-Chica, no sé. Pues porque me sale así...
-¿De verdad que nunca te has fijado en cómo sonríes?
-No, creo que no. ¿Por?

Porque yo sí. Porque yo me sé tu sonrisa como si la tuviera tatuada en la retina; y así era, que la veo en todas partes, mire lo que mire, ahí estás tú. Lo peor es que tú lo sabes y por eso te alejas, pero al mismo tiempo nos gusta estar juntos. Me gusta a mí, y te gusta a ti, y por ello no entiendo que nunca, nunca, me beses. ¿Qué falta?

-Por nada. Por qué va a ser...
-Estás muy rara hoy. ¿Qué ocurre?

Nada. Qué puede ocurrir. Lo de siempre, un día tras otro, a tu lado y sin tenerte. ¿Qué clase de broma puede ocurrir que no fuera esa? No sé si... No sé.

-Nada. Qué puede ocurrir. Lo de siempre, un día tras otro, a tu lado y sin tenerte. ¿Qué clase de broma puede ocurrir que no fuera esa? No sé si... No sé.
-¿Qué?
-¿Cómo que qué? Lo que oyes.

La he liado de verdad. No pensaba que se me pudiera ir tanto la cabeza como para decírselo. ¿Estoy idiota o qué? Pero es que él ya lo sabía, era un secreto a gritos. ¿Qué hago? Me está mirando y no sé qué decirle.

-A ver, quiero decir...

A tomar por culo. Voy a besarle.

sábado, 12 de junio de 2010

Ya no soy la chica de doce años que soñó de golpe cuando llenaste su cabeza de nombres, obras, recuerdos y sensaciones. Ya no lo soy, porque he crecido, pero sigo soñando con la cabeza llena de historias: más serias y creibles, pero historias al fin y al cabo, y todo el mundo sabría que sería mentira decir que a veces no sueño cosas imposibles.

Tengo grabadas en la memoria cada frase. Cada personaje. Cada punto álgido de la representación que me hacía vibrar o me libraba de la presión de soltar al texto o, simplemente por la trama, lo amaba. He tenido que aprender mucho y experimentar sensaciones que no concebía pegadas a mi piel, pero aquí está la magia. En la mentira y la falsedad que creamos de tal manera que parezcan ciertas. Una farsa, como siempre, como cuando nació esta fiebre hace miles de años.

Recuerdo a Quiteria y su mal genio, y recuerdo también la primera vez que le grité a Nacho y cómo abriste la boca porque ¡hay que ver qué mal genio tiene esta chica! Muy bien, Elena, ¡muy bien! También a la angustiada sin más sobrina del Quijote. Y a todos los personajes que me poseían cuando nos calzábamos la nariz de payaso de siempre y enmudecíamos para aprender a expresarnos sin las palabras.

Y llegaron más. Llegó Greta, Rania, Pluma Blanca, Pata Negra y el abanico de nombres enrevesados que nos dejó Bocaccio como legado y que estaban recogidos en la sencillez absoluta de Dama 1 (Giacmina, Falopina, Tessa, Myriam...).

Pero, como te dije ayer, el que verdaderamente me ayudó a crecer fue Pata Negra. De su voz ronca y su cojera conseguí construir una parte de mí a base de días tristes, lágrimas de impotencia y esfuerzo. Pero lo conseguí, lo conseguimos, y ahora soy como soy en parte por ella. En parte por ti.

Cuando alguien diga que esto no sirve para nada es que no ha hecho teatro nunca. De ninguna de las maneras: no sólo en un escenario, sino también con cualquier broma inocente una noche de risas, un momento de drama. No será consciente, pues, de la cantidad de vidas que llegamos a vivir los que actuamos -los locos que actuamos-, los sentimientos que conocemos... ¿No se erige como un privilegio la posibilidad justificada de dejar de ser tú? Completamente. Para bajar y recobrar mis sueños, mi timidez, mi futuro palpitante que me aguarda unido a este mundo. Es lo único que sé.

Eso y que ha sido tan maravilloso que no puedo estar triste. Que te echaré de menos, muchísimo, pero volveremos a encontrarnos. Porque, en realidad, buscamos la inmortalidad, y somos inmortales.

La vida... No tiene fin.

domingo, 6 de junio de 2010

Era la dueña de la luna entera. En sus manos tenía el patrimonio más rico que había conseguido nunca. "Te guardas uno para después, ¿eh? Ahora si quieres te comes uno; pero sólo uno, señorita." Ella había contestado obediente a su madre que sí, pero lo que su madre no sabía, desde esa gran altura que le otorgaba tanta sabiduría, era que la había sumergido, a la vez, en la peor disputa de su vida.
Se sentó en su rincón de pensar y luego cambió de postura tumbándose de lado y sintiendo el frescor de las baldosas. ¿Cuál? Por un lado... pero por el otro... Recordó todas las historias que le habían contado y que empezaba a leer bien orgullosa de sí misma y se sintió una heroína. Iba a ser valiente, valiente de verdad, una verdadera heroína merecedora del trono hecho de polvo de estrellas que la aguardaba en la luna. Su decisión iba a ser muy importante, y era consciente, pero iba a obrar con justicia y sabiduría. Aunque no fuera tan alta como su madre.
Respiró hondo dos veces, frunció el ceño y se sintió mayor. Con estudiado cuidado, desenvolvió, finalmente, el envoltorio dorado. Lo observó unos segundos y prosiguió la operación con suma concentración. Apenas el caramelo había rozado su boquita, pensó que había cometido un error incalculable. ¡Cómo iba el trono de la luna a pertenecerle así! Tendría que haber elegido el otro, estaba claro. Pero el caramelo ya se deshacía en su interior, y tragó sin lograr disfrutar su sabor.
Se quedó pensativa un instante. Tal vez dos. Se aseguró de que el pasillo de su casa estaba desierto, desplegó a todo su equipo de seguridad imaginario, y desenvolvió el otro caramelo sin hacer ruido. No se iba a enterar nadie. En su mente sonaba música de intriga, como la de las películas de mayores, y entrecerrando los ojos saboreó el caramelo verde.

No supo por qué, pero mientras el segundo se movía en su garganta pensó que todo eso del trono de la luna era una tontería y que qué deliciosa estaría en ese mismo momento una gran tarta de fresas.

viernes, 4 de junio de 2010

Hay veces que cuando sonrío me siento ridícula. Muy ridícula. Pienso que es porque sé que a mi sonrisa plena le acompañan mis pómulos que suben, y la barbilla que se afila todavía más. En mi interior pienso, mientras sonrío, que debo de estar espantosa. Vista desde fuera. Pero si sonrío tanto para sentirme ridícula es porque el momento lo merece.

Porque también tengo otras sonrisas. La media, la tímida, la triste, la educada y la que suspira. Hay miles. Y en ocasiones me han dicho que es preciosa, pero yo sigo viéndome más guapa seria. Con los músculos relajados y en calma, yo totalmente en calma. La tristeza es otro cuento, otro escenario donde actuar, pero entonces no pienso en si estaré bonita o no. En esos momentos sólo hay abandono y apatía (supongo que todos os conocéis en esos momentos, cuando ya no preocupa si estás guapo).

Lo noto sobre todo en los pómulos, que al subir acompañados de mis mofletes me dan un aire a veces diabólico. A mí no me gusta. Porque además me empequeñece los ojos y mira que es paradójico: cuando sonrío es cuando más grande tengo la mirada.

martes, 1 de junio de 2010

Debería descorchar una botella de champán, o algo así, pero no puedo. Me he dado cuenta de que después de todo esto me tengo a mí misma, y es una sensación extraña, porque es como si no pudiera salir de aquí. Después de días y días de sonrisas torcidas y miradas borrosas después de haber estado sobre los apuntes... Ya está. Se ha ido. Prácticamente cualquier resquicio del instituto está siendo borrado en estos momentos. A él volveré, me imagino, como un antiguo polluelo más, a contar qué es de mi vida, la carrera qué tal. Y todo eso que se dice.

Simplemente perdida. Tras la alegría inicial y las felicitaciones diversas, me hallo en un torbellino. Sólo una semana más, un último empujón, y en tres meses... Todo sería más fácil si comenzara a beber champán, ¿no creéis? Pero sola no tiene mucha gracia. Just a week.

sábado, 29 de mayo de 2010

Para algunos es una manera de supervivencia y una forma de expresarse, mientras que a otros les pilla de sorpresa y no salen de ella hasta que se rompe. Para todos, no obstante, el juego se quiebra cuando lo besas. Siempre es así.

Hablo de ese tipo de sensación de la sutileza flotando entre dos corazones que se aceleran cuando se aproxima el cuerpo que provoca ese compás. El acercamiento, las manos recorriendo emplazamiento estratégicos: aquellos que fijan la frontera entre llamar a la puerta y atravesarla de golpe. No sé si a los cuarenta años seguirán este tipo de juegos peligrosos, pero puedo asegurar que los abanderados absolutos somos los jóvenes.

Como ayer leyeron, en estos momentos lo que importa es el camino que recorres. La finalidad es importante, pero no marca más que eso, un final; todo lo interesante se teje antes de las manos que se encuentran y dos labios que se buscan por fin de manera directa. Lo que despierta los aleteos del alma más física es la búsqueda indirecta de esos labios, el roce, las miradas, la media sonrisa y los pasos estudiados que deben parecer totalmente naturales. Se desea el encuentro, pero se disfruta el proceso de encontrarse.

Por eso insisto en que el beso tiene que ser, casi seguro, la vuelta a la realidad. Porque allí se acaba el camino y, aunque pueden abrirse nuevas fronteras, los más asiduos a estos juegos prefieren volver a empezar con otras cartas diferentes. Me viene a la cabeza esta reflexión mezclada con los recuerdos de anoche; oficialmente se llama atracción sexual, pero a mí también me gusta llamarlo misterio.

sábado, 22 de mayo de 2010

retrasado, da.

(Del part. de retrasar).

1. adj. Dicho de una persona, de una planta o de un animal: Que no ha llegado al desarrollo normal de su edad.

2. adj. Dicho de una persona: Que no tiene el desarrollo mental corriente. U. t. c. s


Permitidme, si no es mucha molestia, corregiros. Cuando algo se os revuelve adentro y decidís que sois los mejores justicieros sobre la faz de la tierra. Y los justicieros hacen justicia, y por ello os ensuciáis la lengua con el insulto fácil.

Hoy lo he visto claro. En la biblioteca, mi nuevo hábitat natural, ha entrado un chico con pasos felices, sonrisa infantil. Y al verlo han surgido las bromas, las risas, las caras de susto cuando se dirigía a gente que conocía y éstos se mofaban en su rostro. Luego ha venido su hermano, al que todos los inteligentes conocían, y nadie se ha atrevido a sonreír con superioridad. He podido sentir la protección que emanaba del hermano menor, que sin quererlo se convirtió en hermano mayor cuando tuvo que cuidarlo, y me he sentido profundamente avergonzada por todos ellos. Aunque en el fondo sé que es porque no saben lo que se siente.

Luego, a diario, me quedo exhausta de observar cómo decenas de personas que en ocasiones perturban mi alrededor se sienten justicieros con la palabra retrasado en la boca, a modo de insulto. Esta sociedad de eufemismos en exceso ha provocado que el adjetivo se convirtiera en algo peyorátivo, pero en sus inicios solamente describía una condición con la que se nace, generalmente, y que marca una vida y todas las vidas en las que repercute.

Yo que sé lo que es, que lo contemplo todos los días, con su rutina establecida, su eterna estancia en el país de Nunca Jamás (porque envejecen sólo por fuera), su alegría de niño. Sus ojos de niño. Los ojos de mi tío. Yo, que sé lo que es, que lo vivo, y que escucho mil veces el insulto en diferentes ámbitos, quiero un minuto de atención.


Porque es deplorable que, haciendo uso del insulto, coloquen al mismo nivel de las bocas inteligentes que lo dicen a mi tío y al chaval de la biblioteca. Porque estoy segura de que los últimos son, muchas veces, mucho más honrados y más sinceros con ellos mismos y con los demás que todos los demás humanos de la Tierra.

miércoles, 12 de mayo de 2010

¿Realmente es mi culpa? La euforia ha desaparecido. Sé que volverá mañana mismo pero la quiero ahora, porque la he sentido durante todo el mes y no quiero que se vaya ahora. Es demasiado doloroso darse cuenta de que dieciocho años son insuficientes. No dejo de ser la cría inútil que se arrastra por un poco de apoyo. Por que, alguna vez, me digan que todo saldrá bien, en lugar de dibujarme todos los lados malos del asunto. ¿Sabéis qué? Creo que no se puede educar a un hijo haciéndole creer que no va a salir bien para que el golpe, si llega a caerse, duela menos. El golpe duele siempre. A veces incluso más, cuando sientes que estuvieron acertados en no confiar en ti. Puedo gritarlo más alto pero no más claro. Los quiero, pero eso es todo. He dejado de pensar que van a ayudarme, y por eso ahora me duele.

Mañana pasará. Seguirán los días. Y probablemente esos días me lleven a 300 kilómetros de aquí. ¿Se darán cuenta entonces? Quién sabe. Creo que una parte de mí desaparecerá para siempre, y sé que temen que eso ocurra.

domingo, 9 de mayo de 2010

Me parece absolutamente hipócrita que -yo misma- critiquemos una historia de España que se nos antoja cargada a la espalda. Lo toleraría si el lastre del pasado nos impidera emprender un nuevo futuro. Pero vale ya de heroismos débiles. Lo debemos de llevar en la sangre, en la genética, no sé, algún alelo muy cabrón que nos cayó a todos en gracia cuando fuimos concebidos. No cambiamos ni aunque nos pongan en las narices cifras que muestran gente que murió por no ponerse de acuerdo.

He asistido al espectáculo más atroz de mi vida. Dentro del límite de riesgos y guerras que he vivido, el más atroz. Ver cómo gente de diecisiete a veinte años no se ponían de acuerdo a la hora de organizar una cena que, en teoría, es para disfrute de todos. Para que en nuestra vida que empieza tras este verano conservemos un buen sabor de lo que dejamos atrás.

Sin embargo, preferimos anteponer el victimismo, las modas, los amiguismos y la bandera que enarbola cada uno, aunque esa bandera que nos parece tan auténtica no sea más que la falsedad reflejada de una sociedad que nos arrastra. Modas. Tu amiga, tu amigo, tu chico, tu chica, el que te cae mal, el que te cae bien. ¿Resumo? El que te anula.

Soy una defensora incansable de mi generación. De los jóvenes. De acabar con los tópicos que nos acechan y nos impiden desarrollarnos al cien por cien. Pero ahora, ahora mismo, soy consciente de que si el futuro del país estuviera en nuestras manos, en las manos de cincuenta adolescentes que no han aprendido aún a comprender, acabaríamos en otra guerra civil que nos dejaría miles y miles de cadáveres con la incomprensión todavía en el rostro.

sábado, 8 de mayo de 2010

-¿Qué estudias?
-¿Perdón?
-Que qué estás estudiando, porque te he visto salir de aquí.

Le digo que hoy me toca estudiar a Kant y su razón práctica, y confiesa entre dientes que no tiene mucha idea de filosofía.

-Yo hasta hace dos años tampoco, eh. Pero ya me tocaba...

Me he sentado en su banco sin darme cuenta de que había otra persona allí. Por eso ahora me fijo en su cara y se me antoja un desconocido en el que se puede confiar. Una tontería viniendo de mí, ya que siempre me palpita adentro la desconfianza. No sé muy bien por qué, le digo que me he sentado porque quería estar sola, pero no lo estoy echando, y creo que me comprende.

-¿Necesitas más tiempo para estar sola? No te asustes, lo digo porque te veo a menudo por aquí y hasta cuando hay gente contigo pareces ausente.
-Deberías darme miedo ahora mismo...
-No pareces asustada.

Tiene razón. Ni siquiera tengo miedo. Llevo unos días en los que los sentimientos desfilan delante de mis ojos sin penetrarme de verdad. O unas semanas, unos meses... no lo sé. Sólo entiendo que esta resignación me está dejando fuera de juego, y que ya no concibo un día sin mi rostro serio. Se lo hago saber por eso de la extraña conexión que sientes con alguien que no conoces cuando le cuentas tus cosas más íntimas, tal vez porque sabes que, si te juzga, probablemente no lo va a hacer acertadamente.

-También estoy nerviosa, porque pronto actúa mi grupo de teatro, y es la última vez. Y, no sé, tengo un mal presentimiento.
-Así que eres actriz, ¿eh?
-Algo así.
-¿Y os lleváis bien?
-¿Entre nosotros? Hay de todo, la verdad. A ratos. Hace poco uno nos echó en cara a los demás que no habíamos movido un dedo, y me molestó bastante, porque ha sido un año muy difícil, ¿sabes? Bueno, como todos los que estén como yo, supongo. Y me he intentado esforzar por llevar todo bien, pero... No sé. No sé si todos los que están como yo se sentirán así.
-¿Así? ¿Cómo?
-Vacíos.

Le invito a venir a vernos el viernes que viene, señalándole con el dedo que es enfrente, que está cerca si vive por aquí. Me dice que le gustaría venir, y que espera que no se le vaya de la cabeza, que si lo vuelvo a ver esta semana se lo recuerde. Yo asiento, y me dispongo a irme, pero parece que se le han quedado bailando en los ojos mis palabras de antes.

-¿No te satisface tu vida? ¿Por eso te sientes vacía?

Me sorprendo. Qué pregunta más rara. Pero me hace reflexionar.

-No, no creo que sea eso... O sea, no es eso. Pero siento como si ya no supiera retener lo que antes retenía, ¿sabes cómo te digo? Soy como un maniquí. Estoy echando por la borda relaciones, conversaciones, silencios, todo lo que parece que nunca importa. Pero importa y mucho. Más que estudiar.
-¿De veras?
-Claro... Y ahora me tengo que ir, ya sabes.
-¿Adónde?
-A estudiar.

lunes, 3 de mayo de 2010



Otorgado por Nada más importa, de Mi vida en palabras.


Reglas del premio:

1- Agradecer a quien te lo dio:
Porque se contradice siempre. En su firma deja patente que nada más importa, pero es falso, porque sus palabras importan y sabe demostrarlo. Y porque esto también importa, porque me ha llenado de ilusión. Gracias :)


2- Porqué te gusta/n su/s historias?

Porque (curiosamente como su última historia) sus palabras suelen estar en blanco y negro, y es como muchas veces me salen a mí. Porque me veo en sus historias, en su vida en palabras, porque antes que las letras ella pone el sentimiento. Por eso me gustan. Y, además, sabe darles un toque estético que me encanta y sabe que envidio.

3- Qué te llevó a escribir tu historia?

Quince años y mucho tiempo libre. Noches en el ordenador, ganas de escribir, de vivir de una vez, de comerme el mundo. Muchas cosas que contar y mucha inocencia. Quería construir mi mundo para que los demás me conocieran, y a lo tonto ya estoy aquí. Tres años después. Y, de vez en cuando, sigo buscando tiritas.

4- Pasárselo a 5 blogs:
  • En busca de sonrisas porque espero que así crea un poquito más en ella. En que vale tanto como sus palabras, que sus actos son tan apreciados como los de cualquiera. E incluso más. Sigo pensando que llegarás lejos, y si sigues sin quererte... ya te querré yo por las dos. (Además, tiene enchufe),
  • Sun of Mayas porque en sus delirios encontré una vía para seguir muchas noches y porque me hacían soñar sus palabras. Era Rubbens Carnívoro y parecía inalcanzable; es el testimonio de lo curiosa que puede llegar a ser la vida. Y, además, porque sé que no pasará el premio... Lo conozco demasiado bien (y quiero ponerlo a prueba).
  • En busca de ideas porque ÁNIMO. Me veo reflejada en su estrés (generación del 92) y hace reflexiones realmente buenas. Las espero de vuelta en dos semanas. Millones de kilos de suerte y fuerza, señor Yonseca.
  • Palacio de cristal porque hace honor a su nick. Cada comentario suyo me anima y me llena de euforia. En sus historias me transmite las ganas que a veces me faltan, y es algo que valoro mucho. Sigue escribiendo, y dándome una parte de ti.
  • El cajón de los pinceles de Damned. Por la dosis que me da de arte, y porque espero que perdone que la siga más entre las sombras.


Gracias otra vez a Nada más importa. Os prometo más historias cuando no me puedan las ganas y el sonido del reloj.

lunes, 26 de abril de 2010

-¿Por qué lloras?

Hacía quinientos días, por lo menos, que no había silencio en el terreno. Ni un momento de paz, de calma robada al frenesí de una vida media. Medio vacía, medio llena. Los gritos dejaron paso a los disparos, a la tensión, a la condena de la espera. Ya no había revolución. Ya no quedaban canciones de aliento mientras cualquier herida sangrara todavía. ¿Qué esperábamos? La muerte y la libertad a veces deben mezclarse, pero esto era demasiado. Teníamos tanta muerte pegada al cuerpo que no había sitio para la utopía. ¿Qué utopía, joder, qué puta utopía nos quedaba después de esto? Las manos nos temblaban mientras sujetábamos los naranjeros porque la rabia era demasiada. Y el miedo. El cansancio. El echar de menos. Queríamos tiempos mejores, una promesa de unidad y de sacrificio colectivo, pero a qué precio. Olemos a sangre mezclada, de buenos y malos. De todos. De seres humanos que luchan por algo, por un motivo.

-¿Por qué lloras, hombre libre?-repitió.
-Este dolor...
-Debemos permanecer.
-¿Permanecer?
-Todos y cada uno de nosotros. Flaquear es dar paso al desaliento, ¡a la eterna sumisión! No soy más importante que tú, ni tú lo eres más que yo, y cualquiera de los dos, de todos nosotros, puede tener en su mano la victoria. ¡La victoria, compañero! Somos el pueblo, y sobre la sangre del pueblo se erigirá el nuevo mundo. Debemos sacrificarnos si es preciso por los que vienen, los que vendrán. Mira a tu alrededor, camarada. ¿Cuántas familias aguardan la libertad anhelada por generaciones de trabajadores, de gente libre que estaba encadenada? Aférrate a tu arma y estáte dispuesto a disparar si surgen en el horizonte sombras enemigas. Yo lucharé por ti, como lo harás tú por mí y por todos los que apoyamos la revolución.

Qué bien hablaba la hija de puta. Siempre comiendo orejas y transfiriendo ese latido, esas ansias de triunfo. Sus palabras me parecieron por un segundo pura esperanza. Pero no contesté, esperé a que volviera a preguntarme alarmada por mi silencio.

-¿Lloras por la revolución?
-Sólo tengo sangre entre las uñas y pesar en el rostro, compañera-. Me miró, interrogante.- Ya no sé por qué lucho.

viernes, 23 de abril de 2010

Me duele algo tan adentro que se me saltan las lágrimas, como en las películas esas que te hacen estar muy sensible. Sin más, por ponerme a mirar un punto fijo y dejar fluir los pensamientos, y brotan sin que yo les diga nada.

Estoy en un proceso de evolución, y hace tanto frío aquí dentro... No es el primero, no es la primera vez que mi propia naturaleza me envuelve en un capullo de seda e incertidumbre, pero a pesar de ello puedo afirmar que nunca he sido una mariposa. Porque las mariposas nunca se sienten solas. ¿Mi futuro? Quién sabe. Sólo puedo decir que me contentaré con salir y dejar que el sol me haga cosquillas en la piel de una vez. Como un ser humano más.

He comprendido que la culpabilidad de mi aislamiento tiene mi nombre. Que si a través de los dedos las palabras me bailan y puedo escoger la adecuada, con mi boca no es lo mismo, y no consigo participar a nadie de mis fantasmas. El resultado suele ser un cúmulo de incomprensión y frustración que no aconsejo a nadie, que me deja como herida tras una batalla en la que han muerto todos mis compañeros. No obstante, agradezco el esfuerzo, la preocupación, pero empiezo a pensar que el balance ya no se torna nunca positivo.

Soy como un remolino de sueños al que se le saltan las lágrimas porque algo duele adentro. En el alma. Si fuera una palabra con patas, me iría dando empujones con la gente mientras camino y ésta me mira de arriba a abajo mientras lee Contradicción.

martes, 20 de abril de 2010

Dicen que las grandes catástrofes ya no vienen solas. Que siempre hay acontecimientos que se suceden y que nos suceden, acabando con toda la vida que pudiera haberse escapado de la catástrofe madre.


<<-Somos criaturas maravillosas. Ninguna otra especie es capaz de sentir culpa o remordimiento, y aunque a veces se ve como un inconveniente, a mí me parece fascinante. ¿Cuándo hemos visto a un animal hablar con su actual pareja antes de lanzarse al cuello de un nuevo anhelo para que el corazón del otro pueda ser reconstruido? ¿Cuándo?


>>Cuando comenzaba a hablarme así, a mí me entraba miedo. Yo era muy pequeña entonces, y me gustaban sus historias, pero nunca las creía, y había veces que me asustaban sus conclusiones radicales. Toda esa palabrería de la humanidad… ¿Qué importancia tenía? Luego proseguía, llegando siempre a la misma conclusión:


>>-Y, sin embargo, nos estamos echando a perder. Nos echamos a perder, estrellita, y no nos damos cuenta…


>>Me llamaba estrellita porque decía que en mis ojos anidaba una luz extraña, una luz que acabaría guiando a aquellos que se encontraran perdidos. A ella le gustaba pensar que yo sería capaz de arreglar este desaguisado. Yo pensaba que estaba loca, que una hora a la semana en su compañía era suficiente para cumplir con la familia, y que todos esos disparates le venían de serie… Pero ella creía en mí. Solamente creía en mí. Fue una de las últimas personas en las que conocí esa magia. Mi abuela me quería, y en parte por ella estoy hoy aquí. >>


-Disculpe, pero ya están aquí.

-¿Eh? Ah, sí… -. Dejó de teclear al momento, mientras se frotaba la dolorida frente y se ponía las gafas. – Hazles pasar, por favor.

lunes, 12 de abril de 2010

Salgo de la ducha y huelo a fracaso. A frío infinito afuera y adentro, a espasmo incontrolado. Y es una tontería, porque no soy una fracasada. No soy uno de aquellos que van sin rumbo a la fuerza, que gastan las esquinas de sus mejillas a golpe de lágrima cada noche porque ven su vida acabada. No. Pero, aun así, me siento así. Porque escojo otro camino, el de alejarme de puntillas del fracaso, pero no lo suficiente.

Es mirarme al espejo y sentirme insuficientemente buena para ser una fracasada, e insuficientemente buena para no serlo. Como un alma intermedia que vaga de una frontera a otra sin decidirse muy bien, sin conseguir lo que le exigen unos, ni lo que le exigen los otros. El resultado no es tan alarmante como podría serlo. Solamente un vacío momentáneo en el pecho, la sonrisa torcida, la tristeza afilada.

viernes, 9 de abril de 2010

Estaban rotos. Los dos. Ya no se amaban, y por eso los días se habían vuelto un acto cutre y sin vida. Siempre lo mismo, los mismos movimientos, las mismas palabras vacías. El ritual solamente se interrumpía cuando tenían visita y las ganas de mundo se desparramaban por las paredes. Entonces eran la pareja más perfecta y sólida del mundo, mientras que los ojos de él decían no puedo más, y los de ella quiero más. Hasta que llegó ese día. Ese viernes de madrugada que, al tacto del calendario, era como una cordillera de sinsentido.

-Hay carmín en tu camisa. Hay carmín en tu jodida camisa.

Lo sabía. Claro que lo sabía, era una camisa blanca y él se había mirado al espejo mientras se vestía con ella desnuda en la cama. Había sido el mejor polvo en muchos años. La había sentido como electricidad, su piel pálida, la ausencia de ganas de conocerse de verdad. Cobardemente, decidió que era hora de ponerle palabras a las miradas.

-¿Y te sorprendes?

Ella. Que había estado viendo la tele toda la noche, soñando con lo que no tenía, esperando que él regresara para dedicarle un reproche mudo. Como siempre. Había estado tan pendiente de sus miserias y de volcar todo su odio hacia él, que no había pensado en el riesgo de otros labios acechando a su marido. Sus sueños frustrados le nublaron la razón. De todas formas, siempre había pensado que estaba un poco loca.

-Yo no uso carmín...
-Buenas noches, querida.
-Que descanses.

lunes, 5 de abril de 2010

-Busco lápices acuarelables. ¿Tienen?

La mujer me mira por encima de sus gafas de pintora fracasada. Creo que está pensando que vaya tontada de pregunta, ¿cómo no van a tener lápices de acuarela en una tienda de bellas artes? Yo, aún así, nunca he sabido cómo iniciar conversaciones y me ha parecido adecuado ese principio. Me dice que sí y se pone en marcha.

Respiro bien fuerte y me lleno de los colores de la tienda. Es como un pequeño santuario que grita que aquí hay libertad. Imagino a médicos e investigadores viniendo a comprar pinturas para sus ratos de reflexión. Por aquí siento las pisadas de aquella chica que vino a por lienzos y óleos para su estancia en París... y erigió la Torre Eiffel desde sus ojos. Y por allí me viene la ausencia del hijo de aquel fanático de los cuadros, que venía a cambiarles el marco, a comprar barniz.

Mientras la mujer me explica las diferentes opciones de la acuarela me doy cuenta de lo feliz que me siento al haber guardado esta parte de mí y, aunque sea muy de vez en cuando, sacarla a relucir. Me marcho con mi caja de metal llena de lápices bajo el brazo, con ganas de seguir inventando y ponerle color poco a poco. Artista no sé si seré, pero estos sueños de color en mis manos me dan fuerzas si se mezclan con el sol. Es una locura, pero estoy satisfecha. Volveré a dibujar.

sábado, 27 de marzo de 2010

Soy una romántica empedernida y además una cuentacuentos que está algo loca -difícil combinación-. De esas que esperan besos de cristal que no se rompan nunca, y atardeceres de película en los que, se supone, el corazón late con fuerza. De esas que inventan historias que se hacen imágenes en su mente y acaba viviendo su propia película. De esas despistadas y que a veces se comportan de manera extraña, como si no fueran ellas. De esas que sorprenden un viernes noche porque se ha pintado los ojos y ya no lleva botas de montaña. De esas que son conscientes de que también pueden ser una mujer cuando ellas quieran. De esas que, en general, prefieren ser una niña. De esas que juegan al amor y se estrellan con los revoloteos en su estómago.

De esas románticas, cuentacuentos y locas. Que a veces se sienten especiales y otras la mujer más corriente del mundo. ¿Mujer? Bueno, lo que sea. Persona. Personaje. Cuento. Vida.

jueves, 25 de marzo de 2010

Estoy triste, señor desconocido, y por eso llevo el pelo recogido y no me he pintado los ojos. ¿Lo ha pensado al verme entrar? Seguro que sí, que estaba poco atractiva... Estoy triste, y por eso hoy no me importa su nombre, y es probable que en otro momento de mi vida me habría hecho la dura, para que me invitara a una copa y se lo ganara un poco. Pero hoy no puedo, ahora mismo no puedo, y lo he visto mirando su vaso y sus ojos me han recordado un poco a los míos. ¿Eh? No, no, por las ojeras no. No me gustan, pero siempre las tengo. Hoy sólo necesito que alguien me recorra para borrarme de la piel el fracaso y la frustración como acto caritativo. Seguramente le parezca una loca, una pobre desequilibrada, pero es así, señor desconocido, estoy así... Sólo seamos los desconocidos que menos se conocen del mundo. Sin que importen nuestros nombres o de dónde venimos. ¿Nuestro trabajo? Qué más da. Somos dos cuerpos que quieren que dejemos de hablar. Míreme a los ojos, de veras, míreme. ¿No se reconoce? Vamos a bebernos la tristeza el uno al otro. No perdemos nada, salvo el aliento. No me mire así, señor desconocido, en serio lo necesito... Necesito saber todo de usted, pero sin que hablemos. Ni una palabra. Nada que pueda comprometernos a que se nos escape el alma.

domingo, 21 de marzo de 2010

-Yo también sé ser sexy-me dice. Y le da una calada a mi cigarro, lo apaga en la mesa de madera y se marcha de la pequeña cafetería.

Me he quedado de piedra. No sé por qué ha hecho lo que acaba de hacer, pero lo más sorprendente es que tiene razón. Me ha parecido el gesto más sexy del mundo. Estoy como loco por subir las escaleras y mirarla hasta que se moleste conmigo. Entonces sonreiré. Y me volveré a levantar de la mesa, para que ella me siga. En cualquier esquina le escribiré mi vida en la piel de su espalda con las uñas. Le pediré que cuente mis cigarrillos y que me deje sin aliento por cada calada que quiera volver a robarme. ¿Me seguirá? Espero que sí. Porque voy a arriesgarme y así lo hago.

Subo las escaleras muy lentamente. Me parecen mil peldaños que nunca se acaban. Entro en la sala y allí está. Se ha recogido el pelo y parece la chica que siempre me había parecido hasta que se ha acercado a mí y a mis labios llenos de humo. ¿Pero qué me pasa? No entiendo por qué, si ella es tan, tan así. Con esa coleta tan fea y el pañuelo en la mano porque está resfriada. En la otra el bolígrafo que muerde sin dudarlo y esa pesada manía de estudiar tanto. Luego que no se queje si le dicen que es rara. ¿Cómo no van a decírselo? Y además esas deportivas que lleva siempre y que no realzan nada su figura. Pero, bueno, ¿por qué no le enseñan a vestirse?

Rehago mi camino. Me he puesto de muy mala leche. Salgo al frío exterior de la pesada biblioteca y respirando hondo enciendo otro cigarillo.

sábado, 6 de marzo de 2010

No me reconozco. Por favor, ¿quién quiere nata cuando existe chocolate? He preferido dormir en mitad de la tarde que abrir el libro. Me soltaría el pelo si aún lo llevara largo. Y este sabor de boca... No sé qué hago. Excepto hacer daño. Todo sería más fácil sin Internet que me invitara a soñar. Las hadas no lloran porque tienen miedo a la sal en sus mejillas. ¿Y si me dedico a pensar? Quién me haría caso. Palabras vacías que no son nada. Por qué no quiero hacer fotos. Me parece más interesante mirar fijamente ese punto en la pared y que el mundo se siga moviendo sin mí. Yo ya no soy un hada. Es como si estuviera sangrando sangre gris. Nunca lo he sido. Necesitaría un desdoblamiento de personalidad y así no tener miedo a decir lo que siento. Es difícil acallar mis adentros. Y ponerle un nombre a este sentimiento. Si el amor funciona a base de adjetivos podría doler demasiado. Duele demasiado. En realidad mi nombre comienza por la i de incertidumbre. Lo hago todo tan difícil. Sin puntos suspensivos. Me estoy cansando de vivir siempre conmigo. Porque a veces olvido que hay más. Corazones. Alientos. Recuerdos. Prisas. Deseos. Vidas. Por qué le ponemos un nombre a todo. Y luego nos obligan a aprenderlo. Camino sin rumbo porque no quiero agarrarlo. Es más fácil así. Mis pies son más felices así. Pero no es cierto. No lo es. El día que consiga dejar de ser una cobarde seré feliz o quizás estaré muerta. ¿Muerte? Marzo significa muerte. Muerte no. Abandono, materialización del nunca. Sky is over. Se me mete la voz de Serj Tankian hasta el alma. Y mira que es difícil, en estos tiempos que corren, que no me reconozco ni a mí misma, y me toco adentro, lentamente con las yemas de los dedos, porque parece que se haya escapado o esté escondida, y no tenga alma.

jueves, 25 de febrero de 2010

Recibe un simple mensaje de texto con poquísimos carácteres trazando el plan de la tarde: Hoy quedamos y follamos.

Y luego no nos conoceremos de nada, ¿vale? Si acaso seremos dos conocidos y ya está. Incluso nos permitimos hablar mal de nosotros, como si nunca nos hubiéramos besado o nos hayamos sumergido en un remolino de pasión adolescente. Esta tarde, ¿eh? Sin falta.

No lo concibo. Bueno, sí lo concibo, pero me sigue pareciendo algo demasiado gélido. Perderse entre la demás gente de la ciudad y acabar desesperados en el banco de un parque una tarde de sol, o donde se pueda, sin más, un sitio que conceda unos minutos, con el tiempo en contra, y también las ganas. ¿Dónde está el misterio? ¿La magia de las tontas como yo, que la buscan? El juego, la seducción, los hilos que mueven el deseo segundo a segundo, hasta que habla tu cuerpo.

¿Pero por qué lo callamos? Sin más. Cuando olvidamos los ojos y dejamos que sólo coman las manos. La lucha de dos cuerpos me sigue pareciendo algo más. Algo más. No me niego al sexo con alguien que no conoces o que no te haya regalado un anillo. No. Me niego al sexo a secas, sin ningún pálpito de sangre efímero. Sólo por follar. Porque esta tarde quedamos y follamos.

No espero a un príncipe ni nada parecido. En serio. Sólo es que se me hace difícil pensar en el sexo raspado, un sexo de 5. Aunque, tal vez (y sólo tal vez), sea porque soy una anticuada. Una urbanita estrecha. O algo derivado.

domingo, 21 de febrero de 2010

¿Por qué al tío de la película no le toca quemarse por jugar con fuego? Y no le quedan más narices que casarse con la tía a la que se lo ha pedido. Pedírselo como estrategia para volver loca de celos a la otra tía, de la que está verdaderamente enamorado. ¿Por qué no le toca joderse y se casa con quien no ama? Y la chica despechada se queda así, despechada. Y todo sigue el curso normal de los acontecimientos, y no el que sigue una película de tarde de domingo...

viernes, 19 de febrero de 2010

-Se debe creer que soy estúpida. Pero no. No y no. Le he visto mirando a mi novio y sepa usted que no va a quedar así. ¿Por qué tendría que callarme? Hasta he sentido el deseo que supuraban sus heridas de loca enamorada, vamos a ver. ¡El deseo! ¡Mientras yo lo cogía de la mano! Pero, bueno, ¿usted cree que es normal? Me ha faltado al respeto como mujer y como persona, ya que era patente que estaba conmigo. ¿No ha visto sus besos? ¿No se ha fijado en cómo me mordía la mejilla mientras me cogía de la cintura? Es evidente que no. Porque, si no, ¡qué clase de persona sería usted! Dígamelo. ¿Qué clase de persona es usted? ¿Eh? Compréndame. No puedo dejar que se vaya de rositas, se dice así, ¿no? De rositas. Pues eso. Ahora me tendrá que pagar lo que ha estado haciendo con esa sonrisa de puta en los labios. Es mío. ¿Me entiende? Mío, joder. Es sólo mío, y no tolero que sus ojos lo embadurnen de lascivia. De esa lascivia maldita que desprenden sus caderas. He visto cómo la miraba. ¡A usted! ¡Mientras yo lo cogía de la mano! Qué bochorno, qué ridículo más grande, qué pequeña me he sentido. Y usted, mientras tanto, exhibiendo sus labios, como una ninfa. No y no. No puedo dejar que se vaya. No y no.

La miro. Estupefacta, al borde del desmayo porque estoy que me muero de pánico. Morirme de verdad. Miedo de verdad. No he entendido sus palabras pero puedo imaginarme a qué se refiere. Lo cierto es que nunca habría pensado que pudiera pasarme algo así. Dios mío, no he pasado tanto miedo en toda mi vida. Ni en las colas interminables ni en la respuesta definitiva de los cástings. Voy a morir, aquí, ahora, y con tanto por delante. Voy a morir. Lo sé por su mirada enloquecida, y por el cuchillo que mueve nerviosa entre las manos.

¿Qué le contesto? ¿Le digo que sí, que no? Por el cielo, no tengo ni idea. Sólo quiero vivir. No me mates. No era yo. Esa no era yo, sólo era mi cuerpo. Por favor. Estás demasiado desequilibrada para entenderme, pero no puedo morir. Si me entendieras. ¡Cómo puedo explicarme! Voy a morir. Preferiría morirme de pánico que sentir el afilado filo de sus pestañas mientras me siega el aliento. Por favor... Yo no sabía que esto fuera cierto. Encontrarme así. Después del estreno de mi última película, con su novio enamorado platónicamente de la chica a la que yo interpretaba.

martes, 16 de febrero de 2010

Será por eso de ser mujer. Lo de las convulsiones en el pecho coincidentes con la casa vacía durante todo el día. Y la molestia en la sien derecha que te dice que hay dolor, que hay dolor, y que te lo recuerda por si en alguna de esas ocasiones de éxtasis adolescente lo olvidas. Me pregunto si será por ser mujer. O porque soy un ser humano de esos que se equivocan y no son conscientes más que de su propia persona.

domingo, 14 de febrero de 2010

Se miró al espejo y pensó que estaba observando un cuadro gris. La perseguían las sombras de la noche. Había sido un día inusualmente gélido, y ahora la luna también tiritaba.

Ya ni siquiera se molestaba en mirar el reloj, porque el agobio crecía, pensaba en sus ojos, en lo feos que estaban así... y era peor. Ahora prefería llenar el tiempo perdido con cosas triviales y así dejar de reprocharse que estaba desaprovechando su vida. Y sus sueños. Sus sueños por partida doble: cuando conseguía dormir lo hacía de manera agitada, negándose su subconsciente a echar a volar y soñar. Despierta, ya se le había hasta olvidado. Había superado el periodo de obsesión con su problema, pero ahora la apatía le comía las entrañas y lo peor era que le daba igual. En eso consistía la apatía, ¿no?

Siguió mirándose en el espejo, dibujando el contorno de su rostro en cada pestañeo. Sintió de pronto un calor extraño que provocó que se lavara la cara con delicadeza. Se imaginó a sí misma llenando sus noches vacías con otras manos que la abrazaban desde detrás y contaban en silencio las curvas de su cuerpo.

Fue demasiado extraño para ella. Sintió de verdad una presencia y se alarmó de veras. ¿Miedo? ¿Miedo a qué? Al sueño eterno desde luego que no si de verdad implicaba la palabra sueño. Se sintió llena de paz y se dejó ir. Y así...


Como siempre, despertó sobresaltada. Habría dormitado durante unos diez minutos, pero esta vez sí había soñado. ¿Soñar? Qué raro sonaba. Qué raro. Sintió una calma inusual e imaginó que había robado esos diez minutos de gloria a otra persona. Que el mundo entero funciona así y estamos condenados a no encontrarnos jamás en sueños, porque si así fuera desecharíamos la vida despierta.

Sonrió. En alguna parte, tal vez no muy lejos, supo que existía alguien más con insomnio. Y que compartían las ojeras y los pocos segundos de paz que regalaban a sus almas inquietas.

miércoles, 27 de enero de 2010

Tus flores siguen fuertes, como hace una semana. Las he traído a mi cuarto, así que que me perdonen tanto desorden. Pero así puedo mirarlas cuando quiero. Y descubrirlas en la penumbra de mi habitación por la noche como dos soles naranjas, con sus casi cientos de pétalos que me recuerdan a las rayas de atardecer que decoran tus iris.

Puede que sigan fuertes para que no te sientas flaquear a ti mismo, por algún tipo de conexión mística que va desde tus dedos de escritor a mi mirada de niña que las contempla ensimismada, notándote en el ambiente de mis días. Para que no flaquees y así no tenga que cargar mi dolida espalda con tu cuerpo; debo acallarla, está como loca por hacerlo, dice que sería capaz de aguantar tu cuerpo mil veces sólo por ser tú. Y yo la creo.

Mi confianza es cuanto puedo ofrecerte, porque mi realismo ya lo conocemos tanto tú como yo, y ahora de eso nos sobra. Creo firmemente que puede salir bien, porque equivocarme en mis determinaciones sería infinitamente menos doloroso que verte a ti dolorido por lo mismo. Por las tuyas. Que no son más que una conjunción hija de puta, si se me permite la rabia, de mala suerte que nos acecha. Estaré loca, pero sé que el sufrimiento se nos verá devuelto cuando contemplemos París desde un sueño de los míos. Que ya no estará hecho de vapor de estrellas, sino que será real.

Y, ¿quién sabe? Puede que entre nuestros cuerpos abrazados se asome una cabeza blanca de orejas moteadas pidiendo un poco más de atención. El mundo será nuestro, como lo es ahora la tristeza. Pero hasta ese momento déjame invitarte a mi cama y dormirnos juntos, así tendré dos pares de soles naranjas que me calienten en esta noche... que parece tan oscura.



viernes, 22 de enero de 2010

Dirán que los adolescentes no sabemos amar pero en realidad pienso que son ellos los que han olvidado la pasión y los riesgos que queremos correr. ¿Por ser jóvenes? Por ingenuos. Porque cuando somos adolescentes todos somos artistas. El arte se va quedando por el camino, y es en la adultez oficial cuando recapitulamos y volcamos la locura en crear. Los artistas somos como eternos Peter Pan.

Crecemos pero por dentro seguimos siendo unos preadolescentes nerviosos que vierten sus ganas de ¡inventar el mundo! en sus historias. Sobredosis de palabras. Añoranza de tiempos mejores... e intentamos camuflar estos. Imaginando.

¿Pesadez extrema con el verbo crear? Y ganas de amar a lo loco, de no crecer nunca, de sentir siempre.

martes, 19 de enero de 2010

-Lloras demasiado bien en silencio... Eso no me gusta nada.

La primera vez que me viste llorar recuerdo que te dije "te he manchado", como en una comedia romántica cuando ella se derrumba en el hombro de él. Después vinieron muchas otras, incluso veces en las que mis lágrimas no eran más que gritos en medio de la calle mientras discutíamos. Pero siempre han encontrado una fuente de calma seca en tu pecho, en tus ojos de sol vespertino y en tus manos amarradas con fuerza a mi cintura.

Por eso no es justo. No es justo tanta vida que explota de repente y no es justo que esto sea eterno para nuestra vida ínfima en esta inmensa cadena de la Historia. No es justo que un hijo tenga que crecer sin su padre, no es justo que una de las cosas que el hijo recuerda es el momento en el que le dijeron que se había ido, ni que tenga que pagar los errores de su progenitor. No es justa esta carga de dolor que no se acabará; sólo cuando el alma se apacigüe, siempre que quieras limpiarte, mi amor, limpiar tu alma del dolor sordo que a veces necesita chillar de veras.

Te abrazo porque me encantaría poseer el bálsamo perfecto para tus heridas. Para mí no es justo ver las lágrimas que se pierden en tu barba, y por eso se solidarizan las mías, en silencio como bien sé hacer, para que no te enteres. En todos los otoños hay tormentas, encharchándose el manto naranja que cubre las aceras. El que me cubre a mí, cuando te miro, Otoño. Mientras suena que soy tuya, y así siento tu dolor, y así te siento a ti entero caminando por las venas de mi sangre. Te abrazo porque te quiero, de una manera u otra, siempre en latido constante en mis adentros.

viernes, 15 de enero de 2010

Somos criaturas maravillosas. Ninguna otra especie es capaz de sentir culpa o remordimiento, y aunque a veces se ve como un inconveniente, a mí me parece fascinante. ¿Cuándo hemos visto a un animal hablar con su actual pareja antes de lanzarse al cuello de un nuevo anhelo? ¿Cuándo?

Y sin embargo nos echamos a perder. No somos conscientes de lo que somos capaces de hacer porque vivimos constantemente atrapados en una realidad que creemos nuestra. ¿Quién nos ha dicho que esta es nuestra realidad? En más de una ocasión me he incluido (pretenciosamente, tal vez) al afirmar que sólo los locos somos capaces de crear. Y por qué.

Por qué nos arrojamos a un abismo entre dos realidades si ya tenemos la nuestra, por qué nos volvemos locos en este mundo para vivir otros. Estoy siempre imaginando, creando en mi mente hilos que más tarde se enredan y acaban invadiendo la parte que es real... Si es que la hay. Si no es todo un sueño que otro tiene y que me tiene a mí tecleando en zapatillas de estar por casa, preguntándome un montón de cosas que acaban con mi cuerpo en pijama, leyendo a poca luz.

Así es. Somos las únicas criaturas capaces de sentir con una fuerza capaz de hacernos girar en torno a un sentimiento días. Semanas. O tal vez segundos eternos que se estremecen en nuestra columna vertebral para acabar muriendo en un suspiro inacabado. Somos criaturas maravillosas y sin embargo nos echamos a perder. O es lo que mi mente enferma cree, mientras al mismo tiempo inventa una realidad perfecta y no real que convive conmigo; o yo con ella.

sábado, 9 de enero de 2010

Tengo un vecino al que no saludo nunca. Sin quererlo ni beberlo he creado un odio hacia él inmenso. Lo saludaba sin obtener respuesta todas las mañanas, hasta que le dediqué un gilipollas demasiado visceral. Ahora intento no cruzarme con él. Sin embargo, tengo otro que siempre saluda, pequeño, aunque pronto me alcanzará mientras yo sigo viendo el mundo desde aquí abajo.

Lo pienso. Lo pienso conforme van pasando las luces de la ciudad que ya duerme ante mis ojos. Y también intento imaginar por qué sonríe de repente esa mujer madura que viaja sola en el bus de los que vuelven a casa de madrugada. Como si la pillara por sorpresa, vuelve a sonreír, al tiempo que mi mente maquina que se ha vuelto a enamorar... Y recuerda ese beso y esas manos por todo su cuerpo.

Mi percepción ha evolucionado. Y mi mente busca en los archivos de mis recuerdos hasta dar con una pequeña que escribía en su diario -en el que casi nunca escribía- que estaba madurando. ¿Cuántas Elenas habrán pasado desde entonces? Y ahora está esta chica torpe que, según las lenguas nocturnas, parece salida del musical Chicago.

Cuando cruzo el portal soy yo la que sonríe porque interrumpo a otro vecino con su novia resguardados contra los buzones y expuestos a la pasión. De nuevo recuerdos. ¿Habrá habido muchos más? Muchos más que impactaran provocando el sonido metálico de la chapa y la espalda, otros esperando en el portal, un vistazo antes de subir las escaleras.

Soy torpe hasta para irme de fiesta, claro está. Mi estómago monta en rebelión cuando intento que sea mi cuerpo el que se comunique, y por ello me veo luego en el bus, y pensando en escribir todo este manojo de nervios y pensamientos. Escribir. Porque no somos más que locos que sueñan demasiado; hasta tal punto que piensan en realizar su sueño. De verdad. En jugárselo a una carta, y les -nos- brillan los ojos cuando charlan de ello y llevo a mis labios un sorbo más de café. ¿Locos? Claro que sí. Somos los locos los que nos inventamos historias.

Pero esta noche habla mi cuerpo en susurros mientras me voy desprendiendo de la ropa frente al espejo. Una chica salida de Chicago con el maquillaje corrido y dos pares de medias. Hoy el frío empapa hasta el alma. Y decido que el dolor de estómago no ha estado tan mal si ahora me arrebullo en mis sábanas negras y poseo a esta madrugada leyendo las locuras que otros escribieron. El silencio y yo, con la luna lejana, en un arrebato impropio de esos míos... De sentir el mundo como mío.

miércoles, 6 de enero de 2010

Estaba loca. O eso decía ella misma. Estaba como una regadera porque le regalaba sus miserias a una foto colgada en la pared azul de su cuarto. Casi cada día se tumbaba en su colchón de muelles infernales y se limpiaba bien el alma mirando a la foto. A veces de sus ojos de azabache salían dos lágrimas o se reía provocando que sus rizos castaños se desordenaran. Otras veces, sin más,se quedaba mirando la fotografía porque tan desequilibrada andaba su pequeña mente adolescente que pensaba, emocionada y triste por no tener una emoción mayor, que la miraba.

El chico de la foto. ¿Por qué él? De cara conocida, pero no lo suficiente para imprimir pósters con su rostro. De ojos penetrantes, en una simple foto que capta la magia de un momento que reposa allí, en la pared azul de su habitación.

¿Por qué él?


-Pero, bueno, ¿en qué piensas? Atiende. ¡Atiéndeme, joder!
-Perdón...
-Últimamente estás que no estás. Y no lo entiendo. Tienes el mundo a tus pies.
-Eso no es cierto, y lo sabes.
-¿Que no? Cada vez vas mejor. Te llueven las ofertas, estos últimos meses están siendo de locos. Por dios, mira por la ventana, las chicas te esperan a la salida del hotel. ¿Estás loco o qué?
-Puede. Porque me da igual todo esto.
-Si fueras una tía te diría que te va a venir la regla. Dios mío.
-Quiero dormir, anda, por favor, déjame un rato. Luego seguimos, ¿vale? Dame un par de horas. Y estaré más atento en serio.
-Más te vale, muchachito. Nos vemos en un rato.

Y se marchó dejándolo solo para que durmiera, como el joven le había pedido. Porque a pesar de que la suerte le sonriera en los últimos meses él ahora sólo quería dormir. Sólo cuando dormía podía disfrutar de ese reflejo de noche. Cerraba los ojos para encontrarse con ese pequeño aliento de ojos negros y cabello moreno. ¿Por qué ella? Inexplicablemente, en sus sueños la veía y la escuchaba, la miraba deseando una sonrisa, e incluso -creyéndose loco- comenzaba a quererla. Siempre la misma chica.

¿Por qué ella?

lunes, 4 de enero de 2010

Es una maravilla seguir sorprendiéndonos a nosotros mismos.Yo acabo de descubrir -otra vez- dónde quiero que se sitúe mi futuro. Pero de una manera distinta. Sabiendo que sentir es lo que mejor se me da, y que lo que mejor quiero que se me dé es que los demás compartan mi sentimiento.

Me he levantado de la cama dejando la almohada mojada porque una vez más mi alma se ha anudado siguiendo los pasos que una vez, hace años, soñó alguien. Y más tarde los escribió, y luego se leyeron en voz alta, se pactaron, se tradujeron en imágenes, llegaron hasta nosotros. Es fantástica esta sensación. Es como si me regalaran sentir.

Pienso, también, que tiene que ser horrible perder a quien amas. A quien amas de verdad, a quien, como dice la chica de mi película, lleves la vida que lleves, trabajes en lo que trabajes y tengas todos los amigos que tengas, no va a estar. Y por eso tú tampoco estás. Me abruma la idea porque mi mayor deseo es que sea inconcedible. Que seamos eternos y trabajemos juntos, y yo pueda leerte y tú verme. Compartiendo nuestros trozos de vida que decidimos regalar. Para que sientan.

Sorprendida aún, y escuchando la misma canción, redescubro que quiero dedicar mi futuro a regalar sentimiento. Porque me parece lo más eficaz y necesario para el alma humana, salvando las distancias...