miércoles, 14 de mayo de 2008
martes, 6 de mayo de 2008
domingo, 27 de abril de 2008
Yo sólo sé que quiero volver con el alma más ancha, con la sensación de que no pasó nada por dejarme esas mil cosas. Llena de visiones y calores desconocidos. Pero esta vez es distinta, pues noto que me voy a quedar aquí a pesar de los kilómetros a la espalda, que no voy a acabar de salir de mi habitación. Es extraño este sentir amargo, este no saber a qué viene la mirada perdida más allá de las cortinas.
De todas formas, ya se verá. Tengo al sol que me alumbra hasta por la noche, cuando cierre los ojos para estar con él y tocarlo, para fijarnos los dos juntos en el viento del sur, tan pacífico él, o en la noche interminable si no soy capaz de dormir.
jueves, 24 de abril de 2008
Creo que todo lo que estamos haciendo no va a servir de nada. Que nos vamos a quedar igual, es decir, igual de mal que antes. Sonrío a mi pesar, entre estos temblequeos de voz. Ya me disculparéis, pero no puedo evitar que mi garganta se rebele. Quiero que sigamos. Que sigáis. Pero es esta desazón que me incita a abandonarlo todo... ¿Y si es verdad? Si todo lo que estamos haciendo no sirve de nada, ¿qué va a pasar?
Pulsó el botón de stop y dio una larga calada a su cigarrillo. La grabación acababa ahí. No sabía siquiera si ella había seguido hablando, desnudándose desde dentro, pero pensó que no le importaba. Se mintió de nuevo.
La primera vez que escuchó esas palabras se enfureció de una manera sobrehumana. Sintió cómo sus adentros ardían de rabia. Pero lo que más le dolió fue escuchar su propia voz vencida, acuchillada, diciendo que tenía razón. Que ella tenía razón. Jamás habría imaginado en ese momento, mientras los ojos le lloraban odio y confusión, que se arrepentiría tanto de haber decidido encerrarse en casa aquella noche y darle la espalda. Le había dolido tanto eso que dijo que... No quiso verla. Por un lado quería escupirle sus ganas de salir adelante, de sacarlos a todos adelante, pero por otro temía que el miedo a tirar la toalla se hiciera patente delante de sus ojos y abandonara. Él, también, abandonara.
No pudo. No pudo darse cuenta de que había que cambiar de lucha, intentar dar el brazo a torcer. Él no quería. Prometió que dejaría de lado la resignación y que podría con todo. Con todo. Aunque también prometió que ningún beso de los que le regalaba a ella sería el último y que sus manos seguirían descansando, agotadas, sobre su piel.
Más tarde, cuando se enteró de lo ocurrido, se maldijo mil veces. Sus pensamientos se nublaron de golpe. Se dijo que no podía ser posible. Volvió a escuchar la grabación entonces y advirtió nuevos matices en la voz de ella que se le habían escapado. Se la imaginó en penumbra, con el suave resplandor de las lágrimas prófugas sobre sus mejillas, intentando controlarse para que sus palabras tomaran claridad.
Se le resquebrajó el mundo. Sus pulmones le pidieron el alivio de la nicotina a pesar de que estuvieran faltos de oxígeno. Se sintió extraño mientras supo que acababa de morir. Pero, sin embargo, aún cargaba con la maldición de estar viviendo.
Había escuchado esa grabación miles de veces. Una y otra vez, alimentándose de ella mientras su alma desgarraba la noche a gritos hambrientos. Seguía sin poder creérselo. Si hubiera salido esa noche... ¡No! No podía ser capaz de pensar qué hubiera pasado si no se hubiese encerrado en lo superficial de las palabras de ella. Lloró. Lloró entonces y lloraba ahora. De miedo. De miedo a sentirse preso en apenas un minuto de grabación... Cogió aire pero no alcanzó fuerza alguna. No lo comprendió y no quería hacerlo ahora. Tan solo deseó una respuesta. Una sola respuesta.
¿Y ella? ¿Dónde estaba ella?
Apagó el cigarrillo mientras suspiraba largamente y apretaba el botón de play.
[15·o3·08]
miércoles, 23 de abril de 2008
lunes, 21 de abril de 2008
jueves, 17 de abril de 2008
martes, 15 de abril de 2008
miércoles, 9 de abril de 2008
lunes, 7 de abril de 2008
sábado, 5 de abril de 2008
El alma en combustión inminente cuando ella sonrió. Cuando se quitó las gafas oscuras, esas que le daban un aire tan de mujer fatal que le encantaban pero le herían, y le dijo con los ojos que eso ya lo sabía, sus defensas flaquearon y se preguntó por qué cojones no podía mandarla a paseo, no sucumbir al hechizo venenoso de sus vestidos largos.
Y a lo que quiso darse cuenta ella se alejaba, detrás de sus gafas, vanagloriándose de su triunfo, sabiendo mejor que él mismo incluso la amplitud de su poder, el campo de influjo que alcanzaba el batir de sus pestañas. Con su aire tan de mujer fatal, con sus experiencias de viuda negra.
Él decidió no volverle a dejar ningún hueco en sus días. Conseguir acallar el llanto incansable de las heridas sin cicatrización a la vista con tantas esperanzas que, sin duda, creería falsas. Pero se dijo que lo conseguiría. Que el jodido sol no iba a tener su rostro nunca más. Evitar encontrarse con ella, porque sabía mejor que nadie que no era capaz de mirarla con desdén y escupirle cuatro palabras que no denotaran desconsuelo. Y las noches… Las noches. Ella no tenía por qué saber qué olor tomarían sus sueños, qué nombre gritaría su dolor.
martes, 1 de abril de 2008
jueves, 27 de marzo de 2008
Se contempló en el espejo como si fuera la primera vez. Rozando la condena a la eterna mueca de felicidad, se retocó la pintura de los ojos y se vio reflejado en sus pupilas. Seguía igual. Igual de hermoso, exactamente igual de horrendo que su primera vez. Tantos años atrás... Suspiró y apagó las luces que rodeaban el espejo desde el que ese desconocido lo estudiaba de arriba a abajo. Otra función más, otro día que tachar en su calendario. Decidió guardarse su sonrisa sincera para cuando de verdad la sintiera, cuando fuera totalmente pura; esa tarde sacaría del bolsillo la falsa, la perfecta, la que le llenaba los oídos de gritos y aplausos. Escuchó la voz del de todos los días, su viejo amigo, su mentor, aquel que, aún hoy, le arañaba el alma con su incansable simpatía.
- ¿Estáis preparados?- Un coro de voces blancas le respondieron a pleno pulmón. Saboreó la ilusión de cada uno de esos pequeños.
Con una destreza envidiable, echó a andar hasta sentir la arena bajo sus zapatos verdes, reluciendo, vivos. A oscuras, se imaginó las caras que lo iban a estar observando, con cautela al principio, para romper en armonía con su esencia al final. Su esencia… ¿Era de verdad ésta su esencia?
La luz lo cegó. Como cada actuación. Segundos antes de iniciar su número, observó al público: los niños, expectantes, le sonreían esperanzados o le lanzaban miradas de temor que escondían a medias detrás de sus mejillas sonrosadas; una madre aprovechó para peinarle las coletas a su pequeña; mientras, alguien tosió en la vieja pero imponente carpa. Decidido a no continuar con esa monotonía que iba carcomiendo su existencia, comenzó a trepar por su espacio de protagonismo. Sin embargo, todos los focos del recinto se apagaron al mismo tiempo, apenas segundos después de cobrar vida, sumiendo a todos los presentes en una penumbra casi espectral. Los niños cerraron los ojos, gestando el temor por dentro, pugnando por hacerse real a través del llanto cristalino de la infancia; la madre dejó de peinarle las coletas a su hija y la abrazó con fuerza; alguien gritó alertando hasta a los animales que, en sus jaulas, vivían el momento con tranquilidad aparente. Y las luces no volvían. ¿Qué ocurría? El ajetreo comenzó entre bambalinas. ¡Había que encender las luces, como fuera!
Se percibió el atisbo de un destello de luz. En medio del escenario del oscuro circo, el joven payaso estaba sonriendo. Se deshizo de sus zapatos verdes. Ahora, justo ahora, iba a ser capaz de romper esa rutina desquiciante.
miércoles, 26 de marzo de 2008
Descubrirme, perpleja, a mí. Reflejada en el espejo de sensaciones que me recorren, encontrarme sin proponérmelo ahí, delante de mí, mirándome a los ojos mientras los suyos me sirven para verme. Estoy ahí. ¿Estoy ahí? De algún modo, soy yo. Siempre que yo quiera.
Para tirar abajo el universo. Y diseñar otro, valerme de mi espíritu creador mientras elevo cordilleras y soplo sin miedo sobre la superficie azul que cubre mis ideas. Vivir por otros. Sintiendo de manera distinta la destrucción del mismo universo.
Para comprender lo que se me brinda. Para poder ver con otros ojos, sin olvidarme de los míos. Para esuchar en silencio. Para acercarme. Y, finalmente, sonreír.
Para todo esto. Y más. Para todo ello me haces falta, incansable creador de palabras, así que no me sueltes. Yo sola no puedo.
lunes, 24 de marzo de 2008
Lo observo. Adivino detrás de sus párpados cerrados el tono ambarino que refulgirá en la habitación si despierta. Recorro su espalda sin que me tiemblen las manos, quiero que sienta cómo me poseen las ganas de dibujarle, sin lápiz, construyendo una copia exacta a él con las yemas de mis dedos aventurándose en sus facciones. Siento que si me decido a besarle en ese punto exacto donde tengo clavada la vista es posible que se mueva, que reaccione, y no quiero que la atmósfera se quiebre por el momento. Quiero seguir observándolo. En la penumbra está misteriosamente más hermoso.
sábado, 22 de marzo de 2008
viernes, 21 de marzo de 2008
miércoles, 19 de marzo de 2008
lunes, 17 de marzo de 2008
Estaba replanteándose qué hacía allí, en medio del universo, con sus cabellos blancos desparramándose por la nube donde tenía apoyada la cabeza, cuando se fijó en un punto diminuto azul terroso.
-Ah, la Tierra… -. Suspiró. Y, cuando lo hizo, los insignificantes habitantes del planeta a cuyo nombre acababan de darle forma sus labios se estremecieron mientras el viento les azotaba de improviso.
Qué hacía allí… Acababan de romperle el corazón de nuevo y tan solo quería que el nudo que hacía trizas su garganta pudiera aflojarse. Cerró sus ojos cristalinos y dejó que una brillante lágrima, símbolo del dolor que sentía, corriera lentamente por su mejilla. Su piel estuvo saboreándola hasta que resbaló del rostro y se precipitó al vacío. Curiosa, se asomó al borde de su nube y observó cómo la lágrima impactaba contra la cumbre más alta de ese pequeño planeta que había estado observando. Pudo ver, con toda claridad, cómo lo que para ella era una gota minúscula se rompía en mil lenguas acuosas que cubrieron el punto azul terroso. Y las mismas gentes que se habían quejado del viento lanzaron clamorosos gritos de alegría al cielo, haciéndole saber a Ella que eran de agradecimiento.
Sonrió, satisfecha. Ya no se sentía sola. Pensó un minuto y les puso un nombre a cada una de esas lenguas de agua. Quiso que este nombre le recordara que prefería sonreír a volver a llorar por su corazón roto. Ya sanaría, se dijo. Y por ello los llamó ríos y los hizo dulces, para que la fuerza de la erre y el azúcar que encerraban ayudaran a que cicatrizaran bien sus heridas.