miércoles, 23 de marzo de 2016

Hay turbulencias.

Siempre creí que para poder emprender un nuevo viaje había que deshacerse del equipaje del anterior. Que, de alguna manera, debía purgar todas las consecuencias de las acciones, propias o no, y limpiarme las heridas para después vigilar de cerca que las cicatrices no supuraran.

Tomo asiento siendo consciente de que mis antiguas maletas todavía me esperan, y eso hace que me revuelva nerviosa en mi sitio. Me abrocho el cinturón con manos temblorosas pero sin embargo agarro el billete con fuerza: no dudo de lo que quiero, pero tal vez sí lo hago de que no vaya a contagiar mi torpeza, una inédita y recién adquirida. Despego.

Temo haber provocado estas turbulencias. Me revuelvo angustiada y recuerdo antes de nada que ya no voy a volver atrás. Que no quiero hacerlo. Pero eso no le resta importancia al hecho de que tal vez no debí iniciar un viaje que implicara a más pasajeros. Apenas me da tiempo a pensarlo.

Porque entre los nubarrones que azotan el cristal de mi ventanilla vislumbro sus ojos, como dos focos de cordura, y a mi carne trémula llega su temple, armado de paciencia, y aunque tiene que aguantar varias embestidas de mi ánimo acaba haciendo que crea que todo saldrá bien. 

Los veo, a sus ojos, pequeños y grandes, según mande el momento, y arrojan luz sobre el camino que se me estaba llenando de tormentas. El trayecto es imparable y no voy a ser yo la que se baje. En algún viraje inesperado todavía pueden resentirse las costuras de mi piel, pero he dejado de creer en que siempre haya que lamerse los arañazos en estricta soledad.

Ya no hay turbulencias.

Hay una voz. Entre canción y canción, me dice "Ven aquí" y el viaje continúa.

lunes, 21 de marzo de 2016

me noto sedienta y va siendo hora 
de ponerse al lío 
y beber del río 
que hay en tu mirar;
y espantar al frío que venía conmigo:
lo voy a quemar;
y brindar por tus ojos
a los cuales me arrojo,
ya puedes mirar:
que vengo vestida para que me empiecen a desnudar 
tus manos.
Tus manos.

jueves, 17 de marzo de 2016

17M.

La presencia de este día me envuelve en una película plomiza y gris que hace que me pregunte si soy yo misma la que ya, acercándose la fecha, se descubre el pecho y espera en silencio los disparos. Hace que me sienta tan triste que a veces es difícil comprenderlo.

Miro al cielo una y otra vez y vuelvo a recordar que fue tu ausencia la que me enseñó lo que eran las ausencias, y no porque las anteriores no fueran reales sino porque la tuya fue la primera que sentí totalmente irreversible. No hay consuelo cuando alguien se va de manera definitiva, cuando debemos aceptar sin más, y sin más de verdad, que alguien va a desaparecer por completo de los días que nos quedan por vivir. Comprendí que la muerte es la única certeza que nos afecta a todos por igual y el único episodio que debemos acatar sin alternativa.

Siempre espero al atardecer porque me hace pensar en ese otro atardecer de marzo en el que por primera vez me sentí brutalmente desorientada en mi propio barrio, y por unos segundos olvidé el camino a casa. Todo el día había sonado en mi cabeza sin cesar la voz de Serj Tankian diciendo que el cielo se había acabado, y en los naranjas de los últimos coletazos del invierno te vi yéndote hacia una realidad a la que yo no podía acceder por mucho que alargara la mano. El cielo se había, en parte, terminado. Aunque no pudiéramos afrontarlo.

Hablaba hoy con una amiga que no sé si es por el día o por la cercanía de la primavera que mi pecho se agita y se llena de niebla que al final acaba escapando a través de mis ojos, salada y cristalina. Pero lo cierto es que todos los años desde que me suena el despertador los mismos versos me vienen a la cabeza y camino todo el día con ellos, y contigo, y con todas las sensaciones que tu ausencia irreversible me dejó y nos dejó pegadas a la piel. 

Todavía puedo rozar esa desorientación; también el dolor en el corazón cuando desperté de súbito de madrugada y no me quedó más remedio que acordarme de que ya no estabas. Que a partir de ese día teníamos tu ausencia y tus recuerdos, y que debíamos aceptar que te habías ido para siempre.

Even though you can't afford,
The sky is over.

miércoles, 16 de marzo de 2016

Dentro de nosotros
hay algo
que no tiene nombre
y eso es lo que realmente somos.

- Hacía mucho que no venías por aquí.
- Tampoco tanto.
- Pero algo sí.
- Algo sí.
- No hace demasiado te hicieron pensar que venir a visitarme era egoísta y nocivo…
- Lo sé. Lo recuerdo perfectamente. Casi todos los días.
- Me alegro de que estés aquí.
- Al final, de una manera u otra, siempre voy a volver…
- Siempre, eso ya lo aprendimos.
- Lo aprendimos.
- ¿Cómo estás?
- ¿De verdad vas a preguntarme eso cada vez que vengo a visitarte?
- Me parece importante.
- Pero ya lo sabes.
- Claro, si no no estarías aquí, pero de alguna manera hay que romper el hielo de la conversación, ¿no? Nunca has sabido estar en silencio, y tampoco te gusta malgastar las palabras.
- Eso es cierto… Pero ya lo sabes.
- Claro que lo sé.
- A veces creo que no voy a poder hacerlo. Y mientras pienso esa maldita frase yo misma me doy cuenta de que no tiene sentido.
- ¿El abismo otra vez?
- Creo que sí.
- Hay un tipo de abismo que jamás vas a volver a bordear. ¿Te acuerdas? Es importante que lo tengas presente. ¿Lo haces?
- Por supuesto… Si no no estaría aquí. ¿No?
- Tienes razón.
- El abismo otra vez.
- ¿Qué sientes?
- Vuelven a resentirse las paredes de mi cuerpo. Del estómago a las costillas, el cráneo, incluso las muñecas, llenas de venas, todas ellas parece que se agitan, se revuelven dentro de mí y no hay nada que hacer porque…
- Porque las maneja tu mente.
- Las manejamos nosotras.
- ¿Mucho tiempo sin escribir?
- Mucho tiempo sin venir a verte. Bueno, tampoco tanto, pero algo sí.
- No te olvides de mí. Ni siquiera de cada abismo por el que te sientes caminar, hasta eso es importante para pisar con más firmeza la tierra que después te hace sentir segura. Recuérdalo todo.
- Lo hago. Aprendí a hacerlo, así es como lo quiero hacer.
- Juntas.
- Juntas.
- En ese tiempo en el que casi te prohíben venir a verme… ¿Qué pensabas?
- Me hacía muchas preguntas. Me preguntaba si de verdad estaba siendo egoísta, si era una cuestión de egoísmo propio, si tenía que dejarte ir para cuidarlo…
- ¿Dejarme ir?
- Sacrificarte, más bien.
- Menos mal que no lo hiciste.
- Creo que nunca voy a ser capaz de hacer algo así. Nadie debería obligarme a hacer algo así.
- Pero eso no impidió que te sintieras triste.
- Eso es.
- Ni que a veces te sigas sintiendo así.
- Sí, pero es una tristeza diferente… Ya no temo por ti, no te cuestiono, pero no dejo de hacerlo conmigo misma. Es como…
- Miedo.
- Supongo que sí.
- ¿A qué?
- No lo sé… ¿A haberme perdido?
- Pero estoy aquí.
- En eso tienes toda la razón…
- Estás mejor cuando sonríes.
- Lo sé. Te veo a ti.
- Recuérdame. Y recuerda que nunca voy a juzgarte, aunque a veces quieras obligarme.
- Voy a volver… Aunque no sé cuándo.
- Ya lo averiguaremos.

miércoles, 9 de marzo de 2016

Life is Strange.

Nos veo recortados en la calle de noche y ajenos a los grupos de personas que pasan a nuestro lado diciendo y gritando palabras que nos dan igual. Pienso que quiero escribir ese momento, como si fuera a fijarlo así en una fotografía hecha de sílabas, y contar que después de abrazarte pensé que ninguno de los dos está, o estaba, acostumbrado a contar con alguien y que en mi falta de costumbre es increíble chocar siempre con tu paciencia.

Si se trata de líneas temporales, o de volver al pasado, podría hacer un mural con instantáneas en las que se nos vea comiendo comida japonesa delante de la televisión o conociéndonos en una fiesta hace un año. "Cómo cambia la vida en 365 días", y cómo manejan los hilos de nuestra existencia pequeños detalles como que mi móvil se reinicie y pierda todos los datos almacenados en él o que tú decidas contestarle a esa chica pesada que se está metiendo con Lars von Trier.

Podría poner a ese mural una banda sonora hecha a base de acordes de guitarra y de mis propios juramentos por lo pésima que soy manejando el mando de la Xbox mientras jugamos con el destino de Max y Chloe con maullidos de fondo. Podría distribuir las imágenes por toda mi pared y concentrarme en una para volver a ella, como esa noche, un sábado de madrugada, cuando me abracé a ti y supe que quería guardar ese momento sin pensarlo dos veces.

domingo, 28 de febrero de 2016

Ya no persigo sueños rotos:
los he cosido
con el hilo
de
tus ojos.

domingo, 21 de febrero de 2016

Podrían acusarme de ignorante y no andarían desencaminados, en realidad. No he vivido tanto, no sé tanto de la vida, pero, envuelta en este afán tan primitivo de clasificar y separar a los seres humanos, creo que conforme pasan los años voy pensando con más decisión y conocimiento que para mí existen dos tipos de personas. Están los que han sufrido y emplean esos recuerdos dolorosos para ser mejores personas y, en el lado opuesto, se hallan todos aquellos que creen firmemente que pueden comportarse mal poniendo de excusa sus vivencias más oscuras.

Los primeros se levantarán con ganas de tomar la dirección opuesta a ese dolor y aprenderán cómo no quieren ser y cómo no quieren acabar mientras optan por no responder a la maldad y la amargura de los que los han dañado. Por su parte, los segundos afilarán los dientes tras el traspiés y se alzarán con ganas de venganza, de desparramar su malicia a su paso y creerse -y esto sí es triste y venenoso- con legitimidad para hacerlo, porque, si ellos han sufrido, ¿acaso no lo merecen también los demás?

I'll sing it loud.

You have suffered enough
and warred with yourself
It's time that
you
won.

The Broken Circle Breakdown

jueves, 28 de enero de 2016

Fórmulas.

Supongo que
no existe
una fórmula científica que
justifique
las ganas de pegarse a un cuerpo,
despertar con alguien,
curar la jaqueca en otros ojos,
perderse en unos acordes que cobran
-de repente-
otro significado,
comerse de postre otra piel,
o sentirse a salvo
y
otras tantas cosas,
tantas,
que juraste que ibas a guardar
(esta vez sí)
durante un tiempo.

Digo yo que no hay fórmula
química, física o matemática,
que teorice sobre
la velocidad
de curación de
algunas
cicatrices.
Que conduzca a una ley,
que explique por qué
el alma
enseña los dientes porque sonríe,
cuando antes
tenía miedo
(otra vez)
de volver a desnudarse.

Creo que, si existe esa fórmula,
si es posible que conviva
acurrucada
entre dos personas que comienzan a
conocerse,
no responde a una cuestión científica,
explicable,
lógica,
razonable,
medida,
o hallada mediante una ecuación.
Se debe a algo mucho más
difícil
de comprobar
-desde fuera-,
tal vez místico
o
irremediable
o
deliciosamente recóndito;
algo que muchos,
en muchas ocasiones,
con muchas personas diferentes,
llamaron -y pueden todavía llamar-
magia.



miércoles, 27 de enero de 2016

No quiero despertar.

Una está tan acostumbrada a escribir para otros que, de repente, las palabras ajenas sobrecogen, voltean y emocionan de una manera sin precedente. Cuando me siento así suelo volver a la misma pregunta, no como una queja velada sino como un ejercicio de autoconsciencia: ¿Merezco todo lo bueno que tengo? 

Hace algunos meses escribí una certeza que -creí- retrataba mi realidad y, aunque han pasado muchas cosas desde entonces y en mi piel se pueden leer las cicatrices de aquellas heridas que no busqué, en mi tripa se agitan el calor y el hogar, el tiempo y la ausencia de arrepentimiento, el anhelo positivo y la suerte de poder sentirme tan viva a pesar de que no hace mucho pasé momentos en los que hacerlo se me antojaba una auténtica utopía.

Cuando la pasión propia peligra, siempre se puede echar mano del arranque y la luz reflejado en los ojos de otros, porque, una vez más,

si miro a mi alrededor,
se calienta mi alma.

martes, 19 de enero de 2016

My -intense- blue monday.

24 horas sintiéndome una extraña en el mismo cuerpo. 24 pares de ojos que se arremolinan a mi alrededor para darme la certeza de que son todos ellos los que siguen siendo mi faro, pase lo que pase y sean mis circunstancias las que sean. 24 suspiros mediante los que echo de menos mi otra ciudad, mi otra porción de vida, mi Zaragoza bonita que es el símbolo más vivo de que tener el corazón dividido no es una imperfección, sino la posibilidad de sentir el doble. Más de 24 risas, y más de 24 sonrisas.

Y, sobre todo, más de 24 veces volvería atrás y sería exactamente la misma. 24 horas, ayer y todos los días, para estar orgullosa de quién soy y de mis pasos, y para seguir luchando por que ese sentimiento nunca desaparezca.




domingo, 17 de enero de 2016

No mires: ve.

No sentí tus labios,
no he sentido el peso de tu cuerpo,
y ya estoy
muriéndome de celos
por el hombre que
ahora
besa
tu pecho.

He de reconocer que no tengo derecho...

Aún no te conozco,
y ya te he perdido.
Me valdrá cualquiera...
Siempre me pasa lo mismo.

sábado, 16 de enero de 2016

C'est fini.

Te comprendí a pesar de la cobardía, el victimismo y los malos gestos y las malas palabras. Te entendí hasta el hueso, a pesar de todo, y no tuve ningún miedo en ser honesta conmigo y con los demás y admitir que sí: te comprendía, aunque todavía siguieran sangrando mis heridas. Te comprendí.

¿Pero la mentira? La mentira nunca.

Nunca.

jueves, 14 de enero de 2016

"Zendagi migzara", dicen los afganos: la vida sigue.

Devolví la fotografía al lugar donde la había encontrado. Entonces noté algo: que ese último pensamiento no me había producido ningún tipo de punzada. Mientras cerraba la puerta de la habitación de Sohrab me pregunté si el perdón se manifestaría de esa manera, sin la fanfarria de la revelación, si simplemente el dolor recogería sus cosas, haría las maletas y se esfumaría sin decir nada en mitad de la noche.
(Khaled Hosseini)

martes, 12 de enero de 2016

sábado, 9 de enero de 2016

"Nos amamos. Locamente"

Luis, mira ahí, junto al río. Esos árboles torcidos, ¿los ves? Parecen un fallo de la naturaleza, ¿verdad? Parece que estén muertos, que sean árboles vencidos. ¿Los ves, Luis? 
Ves justo lo contrario: hace algunos años hubo un corrimiento de tierra y muchos de esos árboles cayeron. Los que vemos son los supervivientes, Luis. Se han mantenido en pie, creciendo así: torcidos. Oblicuamente, Luis. Los imperfectos. Los torcidos. Oblicuamente, Luis... Oblicuamente... 
(C. Redondo) 

viernes, 8 de enero de 2016

One day.

"Dear Catherine, 
I've been sitting here thinking about all the things I wanted to apologize to you for. All the pain we caused each other. Everything I put on you. Everything I needed you to be or needed you to say. I'm sorry for that. I'll always love you 'cause we grew up together and you helped make me who I am. I just wanted you to know there will be a piece of you in me always, and I'm grateful for that. Whatever someone you become, and wherever you are in the world, I'm sending you love. You're my friend to the end.
Love,
Theodore."

Her

lunes, 4 de enero de 2016

- Ahora es cuando me dices... "Te dije que antes de que se acabara el día te ibas a marchar con ella".
- No te lo voy a decir.
- Todas las cosas que he dicho que sentía estos días las sentía de verdad.
- Lo sé. No lo pongo en duda...
- ¿Y tú? Todo lo que has dicho que no sentías, ¿no lo sentías?
(...)
- Diego, deberías aprender a estar solo. A no volcar tus necesidades y dependencias con la primera que se te cruce en el camino.
- Yolanda no es la primera que se cruza en mi camino.
- Es que no estoy hablando de Yolanda.
- Martina...
- Diego, que no pasa nada. No hace falta que te justifiques, ni que te sientas mal.
- ¿Por qué tengo la sensación de que no he tomado ninguna decisión?
- Porque no has tomado ninguna decisión. O porque quizás estaban todas las decisiones tomadas desde el principio.
- Soy un desastre.
- Es parte de tu encanto... Todas las cosas que te he dicho que no sentía no las sentía, porque no me ha dado tiempo a sentirlas. Te prequiero. Mucho.

Primos



sábado, 2 de enero de 2016

A veces quieres volver pero ya no puedes, y cada vez más breve el recuerdo cede.

Hace días que te noto pegado a mi espalda. Te sentí a partir de una noche de la semana pasada en la que, entre los recuerdos agitados y frescos de tus ojos extraños por primera vez, me dormí con tu presencia adherida a la piel de mis hombros. Pero no eras una carga, ni me estremecía el peso de nuestros demonios, y ni siquiera sentí la melancolía como piedras. Sentía tus brazos pegados a mí como cuando nos dormíamos en calma y exhaustos después de una pelea de cama o dejábamos que el silencio se mezclara con el agua caliente mientras nos dábamos un baño en tu casa, o en cualquiera de las habitaciones de hotel en las que cincelamos nuestros nombres de una manera pura y honesta. En efecto: es difícil encontrar a alguien con quien se pueden compartir horas sin decir una palabra en voz alta pero sin dejar de amar, de experimentar, de compartir.

Los días siguen pasando y procuro no hacer demasiados altos en el camino para preguntarme qué ha sido de nosotros. ¿De qué sirve? ¿Por qué darle vueltas a un pasado que no es presente, a unas vivencias ajadas, llenas ahora de grietas y en ruinas? Creo que nos veo como una foto en blanco y negro, uno de esos recuerdos que sin esperarlo recuperas y en un primer momento el hallazgo ilumina los ojos pero al segundo se cae en la cuenta de que los rostros que sonríen en el papel desgastado no han vuelto a sonreírse. Que el gris fue comiéndose el color poco a poco, porque así debía ser, porque así pareció decidirse, porque así tuve que aceptarlo aunque no deje de ser contradictorio caer en la cuenta que tal vez lo mejor para la salud es alejarse de la persona que más quieres.

No nos engañemos: no soy tan fuerte. A menudo tengo que forzarme a recordar por qué hemos llegado aquí. Y, entre todas las remembranzas llenas de luz e historias preciosas sobre lo que estaba siendo y lo que iba a ser nuestra vida, me obligo a sacar a flote también todos los golpes que fueron dañando mi piel, esa piel que sigo sintiendo contigo, y que convirtieron nuestros cuerpos en un campo de batalla que ojalá nunca hubiera alojado combatientes. Cuando te conocí fui consciente de que el amor puede acabar doliendo, pero no me arrepiento de no haber pensado jamás que iba a albergar cicatrices con tu nombre.

Por eso la fortaleza autoimpuesta y la calma trabajada segundo a segundo para que no se me desparramen los recuerdos. Por eso intento mantener mis ojos abiertos aunque choquen irremediablemente con los tuyos, perdidos, verdes, marrones, amarillos, líquidos, grandes, temerosos, vacilantes y tuyos, siempre tuyos, y tenga que agarrarme con fuerza al timón y seguir aguantando la tempestad. En el espectro de mi mirada abarco entonces todo lo que puedo: tanto mayo de 2014 como septiembre de 2015, tanto Iván Ferreiro y la electricidad como Warcry y el vapor, tanto la amarga sensación de acabar sabiendo como la sutil felicidad que sentía en esa bañera contigo, con el fuego bailando a nuestro alrededor y un albornoz de Hulk envidiando nuestro contacto.

Pero sobre todo me obligo al silencio, como me dije hace meses. Porque verbalizar más a menudo que en parte sigues aquí sólo provocaría caminar hacia atrás sin rumbo real, sin objetivo presente. Creo que todos nuestros rumbos y objetivos se marcharon, y descansan con nuestras sonrisas en esa foto en blanco y negro en la que todavía brillan nuestros nombres, aquellos que eran sólo nuestros. Que siguen siéndolos, aunque ya no quiera escribir sobre ellos.

jueves, 24 de diciembre de 2015

Como si buscara el mar en una caracola.

Se abraza al traje angosto y frío, de hierro poroso poblado de cráteres de viruela, aleación de carne y metal, pegada a él, como si le auscultara el corazón o buscara el mar en una caracola, mientras en sus cabezas suena una melodía de juguete antiguo, de caja de música olvidada en una estación de tren, que les invita a bailar en la frontera de una baldosa, una baldosa inexistente y un compás imaginario, en una combustión de cariño y energía que desafiaba al tiempo y a las leyes naturales, la superación de un hombre que no quiso obedecer, insumiso ante la dictadura de la muerte, atrapado en el cuerpo de un buzo noctámbulo llamado Otto en el Canal Imperial de Aragón.

Una vida en porciones es mejor que el olvido.


Otto, de Leyendario: Monstruos de agua.
(Óscar Sipán Sanz y Óscar Sanmartín Vargas)

miércoles, 23 de diciembre de 2015

viernes, 18 de diciembre de 2015

Ya puedes mirar.

Todo lo que pensé en escribir y al final no escribí, fue por algo.
Y todo lo que escribí y el azar acabó borrando, también fue por algo.


Y espantar el 
frío
 que venía 
conmigo:
 lo voy a 
quemar.

jueves, 3 de diciembre de 2015

¿Por qué afrontar la realidad si puedes culpar a otros?


Esto ha hecho que vea las cosas realmente claras. De todo lo que va mal en tu vida, culpas a alguien: a tu madre, a tu ex, incluso a tu abuelo muerto, joder. Lo cual significa que, si algo va mal entre nosotros, vas a culparme a mí.
(...)
Mira, te quiero, Cole. Pero no puedo deshacerme de tu "maldición". Tienes que hacerlo tú mismo.

lunes, 30 de noviembre de 2015

Noviembre.

"Es que, Elena, tú no sabes cómo te ha cambiado el humor en este tiempo. Bueno, sí lo sabes, pero me refiero a cómo se te ve desde fuera. Es que no tiene nada que ver. Estás recuperando la luz de la mirada. ¡Tienes hasta menos ojeras!"

Él la observa y ella baila. Desde el segundo piso de la discoteca, zona acotada sólo para selectos, la visión de la pista es completa y desnuda. Al compás del juego de luces brillan las miserias, las borracheras y las escasas sonrisas que las burbujas etílicas todavía no han torcido y parece que aún seducen. Él no sabe si ella lo pretende, si quiere en efecto seducir, pero desde que la ha visto abrirse paso con sus amigos no puede quitarle las pupilas de encima. Ella a veces lanza miradas a los balcones que rodean la pista de la discoteca, construida en forma de teatro, pero él está seguro de que no logra verlo porque las luces en los pisos de arriba no son tan intensas como para iluminar los rostros de los que observan a la plebe que se acumula abajo, agitando sus huesos. Pero eso da igual. La mira, la mira, la mira, y quiere probarla. Primero lento, luego acelerándose, después recorriéndola dejándose notar y arrebatándole el aliento.

No, ella no lo ve. Lo sabe. Baila, pasea su mirada sin ninguna pretensión, mueve las caderas según le susurra la música y, sobre todo, ríe. No para de darle forma a su sonrisa y él la mira, la mira, la mira y la mira sin poder evitarlo. Llega a ver cómo aparta a manotazos contundentes y cortantes a un par de babosos que se le acercan, y eso provoca que tenga más ganas de probarla. Tiene carácter, se rinde y piensa, pero luego añade que qué gilipollez, si no la conoce. Pero le gusta mirarla. Quiere conocerla. Ropa negra, labios color vino. No quiere dejar de mirarla.

Las músicas varían, se mecen, se apagan y vuelven, las luces no paran, cada vez parece que hay más hombres en la pista, ella habla con sus amigos, se balancea, parece moverse ajena a las decenas de personas que -está seguro- se arremolinan a su alrededor intentándose contagiar de su electricidad.

Pasan las canciones y los minutos y él la mira, la mira y la mira. La mira. Apura su vaso, sereno y decidido, y se la come con los ojos sabiendo que seguramente ella no estaría de acuerdo. Que tal vez hasta lo apartaría de otro manotazo, y eso le haría sonreír, y la esperaría a la salida para hablarle y decirle que él no es otro baboso más. Lo sabe. Va a ir a por ella. Va a hacerlo. Acodado en la barandilla de su balcón de privilegiados, rodeado de estúpidos que se beben las botellas de la zona VIP, sigue mirándola y, sintiendo algo de temor por que en un parpadeo desaparezca, se dice a sí mismo que va a ser suya. Va a ser suya; ya no tiene dudas.

Lo que ignora, porque a veces ocurre, es que, a pesar de que ella no sabe que alguien la mira, la mira y la mira, ella no se siente de nadie. Ella no es de nadie. Y ella no va a ser de nadie.




jueves, 26 de noviembre de 2015

For (E)Lena.



Creo que lo importante de los recuerdos es lograr volver a ellos sin ningún tipo de amargura ni dolor. Para mí es importante trabajar, y haberme esforzado, en resolver todos los asuntos conmigo misma para desterrar cada atisbo de rencor, ira o ganas de venganza. En la vida uno se encuentra ya suficientes trabas como para, además, añadir algunas que se construyen desde el interior y cerrar los ojos a los escasos aspectos buenos que pueden sobrevenir y ayudar a que uno se sienta mejor persona.

Doy un paso, me lleno los pulmones de aire fresco y sonrío ajena a los curiosos que me miran por la calle preguntándose, imagino, por el motivo de la curvatura positiva en mis labios. 

Les diría: Suena música, me encanta el frío, y no hay dolor.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Y qué bonita es la vida así.

Canciones y circunstancias y circunstancias que hacen que escuche canciones que ya conozco como si estuvieran llegando por primera vez a mis oídos.

Sonrisas y caminos que se separan.


Todo lo que ocurre, ocurre por una razón.

jueves, 5 de noviembre de 2015

"Eres tan peligrosa, tan peligrosa, mi amor..."

Él se levanta de la cama, pero, al ver que ella, perezosa y niña, se da la vuelta y deja su espalda desnuda a la vista no puede evitar inclinarse de nuevo y comenzar a besarla.

- ¿Te gusta?
- ¿El qué? ¿Que me beses así? - le contesta ella con los ojos cerrados y tanteando con su mano el colchón resentido buscando la de él.
- Sí.
- Claro que me gusta...

Y ella sonríe de manera natural, sin pretenderlo, y él intenta adivinar sus sueños y vuelve a tumbarse a su lado.

- No me quiero ir.
- Pues no te vayas. Quédate.

martes, 27 de octubre de 2015

Hasta que cesó el ruido de las balas.

El otoño tiene algo que me empuja a caminar con fuerza, a llenarme de luces naranjas y a renacer con cada hoja que cruje debajo de mis pies.

Mientras, cruzo la calle y en mi mente sigue resonando Fue tan sólo un pequeño trámite, tan sólo una excusa idiota...

jueves, 22 de octubre de 2015

¿Qué es lo que está pasando? ¿Qué es lo que está pasando? Está pasando una vez más.

Otra vez volví a creer, aunque fuera por un día,
cuando aquel ángel cicatrizó todas mis heridas
y me cubrió con sus alas
hasta que cesó el ruido de las balas.

¿Qué es lo que está pasando?
¿Qué es lo que está pasando?
Está pasando una vez más.

Pero fue la última parte,
la parte más difícil.
Esta vez fue mi propio miedo,
fue mi propio miedo que casi me deja ciego.

Ahora entiendo el sentido de las cosas,
el equilibrio de la balanza,
el polvo de las estrellas,
las rocas que ahora son arena.

Ahora entiendo que cada espina
y que cada pequeño arañazo,
cada cuchillo por la espalda,
fue tan sólo un pequeño trámite,
tan sólo una excusa idiota,
fue tan sólo un pequeño trámite,
tan sólo una excusa idiota,
Tan sólo un pequeño trámite,
tan sólo una excusa idiota.

Hace tiempo que yo ya no sonreía tanto...

viernes, 9 de octubre de 2015

Y la playa llora y llora.

...y desde mi casa grito:
que aunque pienso en abrazarte,
que aunque pienso en ir contigo,
el doctor me recomienda que no me quite mi
abrigo,
que no esté
ya
más
contigo.
Y yo no puedo negarme, pues el tipo soy yo mismo.
Estudié mientras dormías, y aún repaso las lecciones, una a una.
Cada día.

domingo, 27 de septiembre de 2015

Volverás cuando estés limpia 
Y yo no te haga falta 
Gritaré lleno de orgullo 
Tu nombre en el andén 

Feeling Good.


- Quería hablarte un minuto antes de que te fueras. Mira... Lo que pasa es que... Bueno, mi padre ha muerto.
- Oh, Troy, lo siento muchísimo.
- No...
- Lo siento mucho...
- Lo que ha ocurrido es que... Tuve una vista arcana del universo. Y lo mejor que puedo decir sobre eso es... No lo sé. Tengo un... planeta de arrepentimiento encima de mis hombros. Y no te imaginas cuánto me gustaría poder regresar a esa mañana después de que hiciéramos el amor y hacer todo diferente. Pero sé que no puedo, así que... Pensé que vendría a decirte algo. Y lo que quería decirte era que te quiero, y quería estar seguro de que eso quedaba claro para que no hubiera ninguna confusión. Bueno, entonces... ¿adónde vas?
- Iba a buscarte.
- ¿Para qué?
- Quería ver... si estabas bien.
- Tuve una semana de mierda.


PD: Gracias por una buena, y sencilla, noche de sábado.


sábado, 26 de septiembre de 2015

Luz compartida.

Vidas corrientes (09/11/2014)



Creo que a veces nos perdemos en el miedo a equivocarnos. Y por eso no somos capaces de admitir que los errores también tienen cabida en nuestras relaciones más profundas.

No siempre escogemos a la persona adecuada. A veces nos enamoramos de alguien con quien no dejamos de fantasear con lo que vendrá después. Despreciamos una vida corriente porque entendemos que lo mejor está por llegar.

El problema sobreviene cuando despojados de esa ensoñación nos vemos solos. Entonces nos damos cuenta de que en el hecho de anhelar una vida mejor no estábamos acompañados de esa persona a la que pensábamos amar de esa manera tan prístina. Es en ese momento cuando debemos darnos cuenta de nuestro error. De que no amamos sino idealizamos; de que hemos disfrazado el hecho de sentirnos solos con el pensamiento de que esa persona a nuestro lado algún día haría que dejáramos de sentir ese desamparo tan silencioso.

No hay nada de malo en amar a alguien y descubrir después que no era la persona a la que habíamos estado esperando. Que no nos completa. La vida no deja de ser un cúmulo de ensayos y errores que a veces confirman nuestras hipótesis y otras nos dejan el regusto de una prueba frustrada pero llena de vivencias que nos construyen desde lo más esencial e intrínseco.

Es a través de ese motor de búsqueda imparable que exploramos y analizamos el concepto de vida corriente. Pero, al mismo tiempo que no siempre acertamos, hay veces en las que para acertar debemos dejar de estar solos. A veces son otros los que nos destapan la luz. Los que nos ayudan a limpiarnos la mirada de legañas y fantasmas y alumbran nuestras ideas dotándolas de una perspectiva diferente.

Lo mejor que puede ocurrirnos entonces es comenzar a apreciar una vida corriente. Porque el hecho de esperar que nuestra vida empiece y se llene de grandes cosas deja de tener sentido cuando conoces que las grandes cosas pueden acumularse en el reflejo de nuestro rostro en los ojos de alguien a quien amas de verdad. Desaparece el anhelo de una vida mejor mientras tomamos consciencia de que no hay vida mejor que vivir como queremos la que ya tenemos. Sentirla como nuestra.

Creo que es en ese instante, y sólo en ese instante efímero que cubre una mirada o un roce de pieles, cuando no necesitamos arroparnos con fantasías y alcanzamos la plenitud de una vida vivida de verdad, a cada segundo, sin esperar a que los días tomen otro brillo. Tampoco se trata de conformarse; sólo se trata de ser capaces de ver. De entender nuestros errores y por qué las personas que desfilaron antes por nuestros pechos no nos terminaban de llenar. Se trata de aceptar nuestro pasado irregular y disfrutar de lo que se tiene y alimenta el espíritu. Aunque sea lo que siempre dijimos despreciar y apartar de lo que queríamos que fuese nuestro futuro.

“Aunque” sea una vida corriente.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Me quito la mochila que tenía llena de piedras.

Si algo deja cualquier guerra son tumbas. Para los dos bandos. Pero acaban siendo ocupadas por los cadáveres de aquellos que pelearon en ellas, no por quienes las causaron.

Y hasta yo misma sé que un día seré capaz de recoger flores en cualquier jardín y las llevaré a ese nicho donde descansarán, o simplemente estarán, tantas cosas como tantas tuvimos y dejamos ir.

Y volveré a nuestra tumba, dejaré las flores y con las yemas de los dedos recorreré la inscripción de la lápida, que no serán los nombres por los que todos nos conocen, sino aquellos dos con los que nos llamábamos cuando nos amamos, y que ahora comenzarán a disiparse junto a todo lo demás, mezclados entre la tierra y la tristeza.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Cambio y movimiento.

<< A mí me gusta pensar en el futuro, porque es donde voy a vivir. El pasado, pasado está; es en el futuro donde yo voy a estar de verdad. >>
Si de algo me sirve este pequeño archivo de mis adentros es de descubrirme, y redescubrirme, una y otra vez. Hace cuatro años el otoño acudía a mí hablándome de mi espíritu, al que yo llamé mi animal, y en el que pensaba ensangrentado y desnudo, pero fortaleciéndose día tras día. Y ahora vuelvo a esa canción que me dio fuerzas y que en un día como hoy me habla de que todo ocurre por alguna razón. Que las heridas cierran y cicatrizan, y los otoños siguen viniendo, con grises y naranjas, sin amarillos esta vez, pero acudiendo a mí para curarme y para invitarme a seguir saliendo ahí afuera y acariciar y cuidar a mi animal.



<< Una muesca más en tu fusil, que seguirá disparando. ¿A quién le interesa un fusil sin usar? >>

martes, 22 de septiembre de 2015

Eutanasia.

El que quiere luchar, lucha.
Aunque duelan las heridas.

And I thought I heard you call my name.

But don't you dare
Let our best memories bring you sorrow
Yesterday I saw a lion kiss a deer
Turn the page
Maybe we'll find a brand new ending
Where we're dancing in our 
tears

But are we all lost stars, trying to light up the dark?

domingo, 20 de septiembre de 2015

Aceptación.

Se despiden de mí y antes de abrir el portal me vuelvo a mirarlos y veo que caminan, alejándose, abrazados. Pienso que es curioso que un gesto tan sencillo pueda esconder tanto, y noto la alegría sincera de que hayan sabido torear todas sus tormentas y ahora caminen abrazados una noche cualquiera, en Zaragoza, donde ahora viven los dos, a pesar de haber vivido separados durante meses y con demasiados kilómetros de por medio. Pudo parecer en ocasiones que la batalla les haría rendirse pero imagino que en esos momentos de casi desfallecer ellos se abrieron los ojos el uno al otro y continuaron porque sabían que vendrían tiempos mejores. Porque merecía la pena. Y porque, efectivamente, vinieron.

Cualquier día puede comenzar a ser parte de esos tiempos mejores si así lo queremos.

Ella así lo quiso, así lo quisieron los dos, y ahora vive aquí, acostumbrándose al zierzo y a los nuevos rostros, las nuevas calles. Con trabajo, ilusión, ganas, y durmiendo todas las noches con él.

Me han acompañado hasta casa por si, han dicho, me ocurría algo en el breve camino.

En un momento, cuando entre la música alta del bar y las frases un poco a rastras sobre el futuro y los latidos del pecho, él me ha hecho una pregunta que, como muchas otras cosas en estos días tan largos, había estado dejando de lado:

- ¿A partir de diciembre qué harás? ¿Te quedarás en Madrid? ¿O sigues pensando que no te importaría volver a Zaragoza?

He respirado dos segundos y le he contestado con sinceridad. Que no lo sé. Que antes lo sabía pero, ahora, la verdad... Es que ya no lo sé.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

“Todos tomamos decisiones, 
pero al final, 
nuestras decisiones nos hacen".
(Andrew Ryan)

martes, 15 de septiembre de 2015

Doble graduada.

Cuando, dentro de varios años, me pregunten por mis últimos días de universitaria, ¿de qué les hablaré? ¿Les relataré los madrugones mientras en realidad acuden a mi mente los ojos hinchados? ¿Todavía recordaré las visitas al baño del trabajo, los dedos manchados de rímmel y la sonrisa impuesta y frágil mientras tecleaba con el alma vacía? ¿Vendrán a mí los pinchazos en el pecho y la desorientación cuando me pregunten por si fue duro hacer dos Trabajos de Fin de Grado a la vez?

Les contestaré que algo sí, pero estaré pensando en otras cosas.

En los desayunos de Ikea que ya no comeremos y en los muebles que ya nunca compraremos para un hogar que no existirá. En esta habitación de paredes desnudas que no llegaste a conocer, y en todos los japoneses de mi nuevo barrio en los que nunca entramos. En todas las canciones que descansarán en el cementerio que de vez en cuando activarán nuestra memoria mientras tal vez rememoramos también todas las películas que se quedaron en planes, y todos los viajes que no fueron más que proyectos cuando finalmente se separaron todos los caminos, y las estepas, que pensé que íbamos a recorrer juntos. Pensaré en las sábanas sin arrugas, las almohadas húmedas y la soledad de todas las casas llenas de gente pero vacías porque tú no estabas, en todas las fiestas que di y a las que no viniste y en todas las nevadas que observó sola tu ventana, sin mi nariz y mi cuerpo medio desnudo pegados al cristal. Tal vez no piense en videojuegos, ni en reportajes, ni en tribunales, sino en todos los capítulos de nuestra historia con los que quise llenar todas mis estanterías y que ya no escribiré por respeto, por pérdida, por olvido, por la batalla -finalmente- perdida a pesar de que en este cuerpo todavía quedaban fuerzas y ganas de llenarme las uñas de tierra y las rodillas de magulladuras para no hundirnos, ni que te hundieras.

Pensaré, quizás, en aquella tarde de septiembre, en las que el cielo ya comienza a ser gris y naranja, en la que Carmen me encargó un poemario lleno de desamor y se me encogió el espíritu mientras entre las nubes veía destellos de ojos amarillos y leía, sin poder evitar el torrente salado:

(...)
Pasará el tiempo
y no seremos esa pareja de ancianos
que se dicen día a día sus defectos
pero necesitan el uno del otro
para poder dormir,
vivir
y sobrevivir al terremoto de los años.

Nos olvidaremos,
como se olvida el tacto de los manillares de tu primera bicicleta
o la textura de los labios de tu primer beso.
(...)
LS.

domingo, 13 de septiembre de 2015

sábado, 12 de septiembre de 2015

Cuando algo malo ocurre, y ya no estás para compartirlo contigo.

domingo, 6 de septiembre de 2015

Yo, robot.

Desde que me despierto y entierro las últimas legañas en el fondo de mi taza de café hasta que me cubro con la sábana, me recuesto de lado y suspiro antes de dormirme pueden ocurrir muchas cosas. De lunes a viernes, y hasta dentro de no mucho, ocupo unas ocho horas más o menos en ir a trabajar, trabajar y volver. También suelo verter una media de dos horas en desayunar, comer y cenar. Luego, por supuesto, hay variaciones.

En ocasiones voy en metro, otras cojo el tren de cercanías. Leo un libro o escucho música si estoy pensativa. Por lo general, mientras como me veo un capítulo de alguna serie o hablo con mis compañeras de piso. Sonrío más o menos en el trabajo, me angustio más o menos, me aburro más o menos. A veces puedo incluso tomarme unas cañas, ir al cine, dar un paseo o incluso salir de fiesta, aunque cada vez menos. El fin de semana suele ser más voluble y mi rutina cambia: vuelvo a casa, veo a gente, me tumbo en el sofá, veo una película, vagueo, paso horas delante del ordenador.

En las horas que se extienden desde que me despierto hasta que me acuesto existe un gran abanico de actividades y tareas en las que ocuparme. El tiempo va discurriendo mientras yo me dedico a eso que nosotros, los humanos, conscientes de nuestra consciencia, llamamos vivir. También vivo cuando duermo, pero de eso me entero menos.

Como se suele decir, se pueden hacer muchas cosas. Pero si bien es cierto que ocupo mi tiempo de una manera o de otra para procurar no aburrirme, también debo admitir que sin ti todas esas actividades y ocupaciones se me antojan algo mohínas. Las manecillas del reloj pierden su brillo si no puedo compartir mi día contigo.

Entonces pasa otro día y yo sigo viviendo esas horas de consciencia de una manera casi robótica, mientras detrás de mi pecho mi alma sigue adormecida, perezosa sin poder agarrarse a tus brazos e iluminar así el fondo de mis ojos.

No puedo decir que esté vacía, porque no lo estoy; sin ti sigo teniendo todas esas cosas que tenía mientras estabas tú. Pero sin poder hablarte de ellas, sin poder disfrutarlas contigo, el día pierde fulgor y desde que despierto hasta que vuelvo a dormir en mi pecho sigue oscuro un pequeño vacío que nada ni nadie puede llenar si te vas.

No voy a pedir que el mundo se pare si tú no estás, porque soy perfectamente consciente de que sería un deseo absurdo. Prefiero guardar mis esperanzas para algo que sí vea factible, como vivir los días contigo, mientras mi despertador sigue sonando y mis ojos siguen cerrándose todos los días independientemente de la falta de calidez en mis paredes metálicas. Quiero decir... En mi piel.

viernes, 4 de septiembre de 2015



Tal vez la clave no es pedirle a alguien que no se vaya,
sino
que ese alguien
se quede
porque quiere
quedarse.

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Septiembre: quiero

Cada vez estoy más cansada de los nudos; creo que perdemos mucho tiempo intentando desenredar algo que a veces simplemente ha perdido ya su orden. Quiero sencillez, quiero que aquellos a los que quiero conservar sigan poniéndole color a los hilos de mi tejido más gris. 

Quiero deshacerme de los lastres que sólo me aportan retraso en avanzar, en crecer, en superar todos los miedos del pasado para mirar atrás y sentirme tranquila, y sobre todo enfrentar el futuro con valentía. No quiero arrepentirme de nada, y mucho menos de todo lo que pude y quise hacer y al final no hice. Creo que quiero más que nunca cosas auténticas. Sencillas; sin nudos, sin enredos. Sólo hechos que me abriguen, palabras que me alimenten y gestos que me cubran la piel de complicidad, ternura y comprensión. Quiero todo lo nuevo, pero también quiero que lo bueno no cambie.

Septiembre está aquí, con los primeros coletazos de frío. Toca taparse, y seguir adelante. Siempre hacia adelante.

And here I go again.

viernes, 28 de agosto de 2015

"Vale"

Eternal Sunshine of the Spotless Mind

Joel: ¡Espera!
Clementine: ¿Qué?
Joel: ¡No lo sé! Solo espera.
Clementine: ¿Qué quieres, Joel?
Joel: Solo espera. ¡No lo sé! Quiero que esperes. Solo... un rato.
Clementine: Vale.
Joel: ¿En serio?
Clementine: No soy un concepto, Joel. Soy una mujer jodida que busca su propia paz de espíritu. No soy perfecta.
Joel: No veo nada que no me guste de ti.
Clementine: ¡Pero lo harás!
Joel: Ahora mismo no lo veo.
Clementine: Pero lo harás... No sé, ya se te ocurrirán cosas. Y yo me aburriré de ti y me sentiré atrapada porque eso es lo que me suele pasar.
Joel: Vale.
Clementine: (Llora) Vale. (Sonríe) Vale.
Joel: (Sonríe) Vale.

domingo, 23 de agosto de 2015

viernes, 21 de agosto de 2015

Islas.

Él dijo extasiado que si su avión se estrellara en esa isla, jamás querría volver. A ella se le amortiguaron el resto de palabras en la cabeza conforme iba sintiendo una losa sobre su cuerpo y pensaba: Entonces yo no te volvería a ver.

Pasó algo de tiempo y aunque ella no le dijo nada sí lo escribió, y él reaccionó desinteresadamente y le dijo que sí, que volvería a por ella. Ella forzó media sonrisa mientras notaba el corazón más duro y fortalecido y, de nuevo, pensaba en silencio:

Es demasiado tarde, escuchó esta vez su propia voz retumbando en las paredes de su cráneo.

miércoles, 19 de agosto de 2015

Instante.

Una sonrisa fugaz en un museo puede comenzar una gran historia.

martes, 18 de agosto de 2015

Compañero de viaje.

Notas de viaje, I.

Ámsterdam es bonita, pero estoy segura de que lo es más con lluvia. Vuelan los chubasqueros. Un autóctono en bermudas corre para alcanzar a su pareja, con un jersey donde se repite el logotipo de Batman. La lluvia no para. Hace algo de frío, afuera y adentro. Los trenes vienen y van a la hora estipulada. Bebo té en la habitación del hotel y me pregunto si así se sienten los escritores que viajan solos de un sitio a otro arrastrando en su equipaje su pena y su cuaderno gastado. Me digo que no quiero saberlo. Pero escribo. Vuelco las turbulencias adquiridas ya en el vuelo en el papel preparado para ello, y un gato negro, famoso y parisino me mira desde su portada. Ámsterdam es la ciudad de los gatos y las bicicletas. También he visto un ratón. Quería hundir mi mano alérgica en el pelo de ese precioso gato de ojos verdes, que se ha sentado a mi lado, dueño del bar, y se ha ido quedando dormido poco a poco. Creo que con quien más quiero hablar es conmigo misma. Pero no. No es así. La lluvia repiquetea en la ventana, mis pies ya no están mojados y en mi pijama se dibujan otros tiempos. No sé si mejores; cómo podría saberlo. La taza de té ya está vacía, como mi tripa. Vacía. Qué ocurre con los distintos tipos de vacío, qué pasa con esta certeza en el estómago que quiere disfrazarse de incertidumbre. Pero Ámsterdam es maravillosa. Sobre todo por sus gatos, y por sus bicicletas.

jueves, 13 de agosto de 2015

La sección trabaja. Se nota, porque son más de las ocho y siguen aquí. La subdirectora mira por encima del hombro lo que el redactor escribe a toda prisa. ¡El Mundo ya lo ha dado, El Mundo ya lo ha dado!, vocifera el redactor jefe.

Anoche aparecieron los cadáveres de dos chicas que habían desaparecido en Cuenca, y el principal sospechoso, el ex-novio de una de ellas, acaba de ser detenido en Rumanía. Trabajan rápido, para que la información sea dada bajo el yugo de un logo lo antes posible. También ayer a una becaria le mandan transcribir los cortes de unas declaraciones para televisión. Un bebé de tres meses ha sido degollado por su madre en la capilla del cementerio y el empleado que lo encontró y el hermanastro del niño responden como pueden a los envites del micrófono. ¿Qué puede contar el que ha descubierto el cadáver de un bebé o el que acaba de perder a su hermano en manos de su madrastra? ¿Por qué se ríe a carcajadas una de las redactoras mientras habla por teléfono de un crimen? ¿Cómo se tranquilizan las familias con los golpes constantes de la Red, del morbo, del debate, de los juicios, de las fotos, de los párrafos que se repiten? Otra carcajada.

Duele el cuerpo de cansancio, de ausencia, de lejanía, de tiempo, de saturación, del mundo, de lo que hay ahí fuera, de los teléfonos que suenan, las risas, los gritos, la rapidez, los logos, el hambre, las teclas. 

Está atardeciendo. Los párpados se caen.

miércoles, 12 de agosto de 2015

AM, II.

La estación estaba llena de gente y, aun así, como por un golpe mágico y brutal, la vio. Caminaba rápida, escuchando música y con la melena ondeando tras su estela de prisa. ¿De qué la conocía? La conocía de algo, pero no recordaba de qué.

Esa noche, cuando volvió a su apartamento, dolorosamente vacío, supo responderse: la conoció en un taller de escritura... ¿Cuándo fue? ¿Hace un año, un año y medio...? Recordó que le quedaban seis meses para casarse. ¡Mierda! Parecía que todo tenía que girar en torno a la boda.

Relajó su ceño, y se acostó. Por primera vez en meses, durmió tranquilo. Y por eso, sintiéndose un ser casi enfermizo, pero en parte liberado, motivado, renovándose, volvió a la estación algunos días después. A la misma hora. No sólo porque quisiera verla, pero sí. Esperando verla. Y la vio.

***

¿Cuántos años tendrá? Era joven... ¿Alrededor de 20? Uf, no más de 25. Aunque igual engaña. En fin, soy un viejo... Y me cortaron las alas.

***

Un día, sabe que ella ha reparado en su presencia. Detiene algo confusa su paso y se queda mirándolo con la duda en su rostro. ¿Lo recordará? Antes de que Alberto aparte la mirada, sintiéndose culpable e infantil, sus ojos vuelven a conectar unos segundos y saltan chispas. Eso cree él.

Y eso comprueba al día siguiente, cuando, sentado en un banco más alejado -todavía se siente avergonzado, probablemente quedó como un pervertido- observa que ella parece buscarlo con la mirada. ¿Lo busca? ¿O se ha convertido todo en una obsesión febril y adolescente que lo hace alucinar?

Al día siguiente, ocurre lo mismo. Por eso, guiándose por una vez por un impulso casi primigenio, Alberto se sube al mismo tren.

***

Está agarrada a la barra del vagón con dificultad, mientras con la otra mano sujeta un libro que intenta leer, ajena al bullicio del tren repleto de personas más felices y con muchas más ganas de hablar que ella. Alberto intenta abrirse paso hacia ella sin llamar la atención; le asusta tantísimo lo que está haciendo... Pero sigue sorteando cuerpos y mentes, para llegar hasta ella y, ¿decirle qué? No lo sabe. ¿Qué está haciendo?

Cuando ya está próximo, alguien le sale al paso y le dificulta el avance. Al final Alberto tiene que acomodarse como puede a las espaldas de ella, lo cual, piensa, le hace parecer todavía más pervertido. Mientras piensa el siguiente paso a realizar y se plantea seriamente bajarse en la siguiente estación y marcharse corriendo, ella levanta la vista, algo triste y cansada, y, reflejado en el cristal del vagón, reconvertido en espejo por la influencia del túnel oscuro que están atravesando, lo ve.

Se quedan mirando durante unos segundos eternos. Ella cierra su libro y deja caer el brazo, que impacta con la mano de Alberto consciente de ello. Alberto... Recuerda su nombre. Cree que él no recuerda el suyo. Él se aproxima a ella y cierra los ojos mientras acerca la nariz a su pelo, electrizado. Ella lo agarra de la mano sintiéndose en mitad de una película y, sujetos así, soportan el traqueteo del tren.

- Marga... - susurra Alberto. Y ella lo escucha.

Marga. Se llama Marga. Acaba de recordarlo.

Los "recuerdos" que sacan a flote las redes sociales sólo subrayan lo absurdas que son. Los más rebeldes negamos su peso pero en muchas ocasiones caemos en el abismo de darles más importancia que a la vida real. Cuando nadie puede alimentar un pensamiento, acudimos a ellas. Y a mí me abruma tanta foto que no sirve para nada, tanta palabra escrita, tanta palabra ajena que acaba pareciendo tuya, tantos amigos que nunca lo serán, tantos buenosdías con fotos que han quedado atrás y tantas ganas de darle al botón de Borrar, de seguir desetiquetándome de fotos hasta que no queden más, de eliminar esa parte de mí. Que no soy yo, ni nunca lo fui, sino solamente una parte que los demás creen que pueden ver.

martes, 11 de agosto de 2015

- ¿Qué? ¿Quieres pelear?
- Yo solía creer sólo en mi fuerza. Cuando dejé al Jefe Kawara... Pensaba que ganaría algo grande sólo con mi fuerza. Pero el mundo no es tan fácil. Aún si piensas que es ridículo, hay momentos en los que sólo tienes que ceder.
- Estúpido.
- ¿Qué?
- No llenes tu vida de excusas. Tú eres el que decide cómo vivirla.

lunes, 10 de agosto de 2015

Ojos.

Ojos que ven. Ojos oscuros, ojos abiertos, ojos endurecidos, ojos llenos de amor. Ojos que anhelan, ojos que lamentan, ojos que esperan, ojos que luchan. Ojos que titilan, que temen, que dicen, que guardan silencio. Ojos que sonríen, ojos que sudan, ojos que proyectan. Ojos que hablan, que cubren, que calman, que miran. Ojos que tiemblan, ojos sin ojos, ojos que, desorientados, intentan ponerse en pie. Ojos que callan, que aguardan, que resisten, que piensan. Ojos que suspiran. Ojos que tragan, ojos que buscan, ojos que acaban. Ojos que visten y desvisten, ojos que duelen, ojos que marchan. Ojos que vuelven.

martes, 4 de agosto de 2015

Mantenimiento.

Si pensara en cerrar este cajón de sastre... ¿alguna voz se alzaría en contra de que llevara ese pensamiento a cabo?