Al despertarme he caído en la cuenta. Estos son culpables de lo que pasó, y para aumentar mi propia responsabilidad diré que la distancia sí tiene la culpa, al menos parcialmente. No podía soportarlos, me era imposible y no era capaz de concentrarme en otra cosa. Ahora la situación es diferente, pero el sentimiento no difiere mucho. Tal vez entre tanta revolución te estés enamorando poco a poco de otra, o sea otra la que te hace sonreír. O quizás ha reaparecido en tu vida esa tal Arabia, o alguien equivalente, que hace que despierten en ti de nuevo esos deseos ocultos y comprendas que lo que debes buscar es una mujer de verdad y no un ente que vacila entre ser una niña y un desastroso proyecto de mujer.
Me lleva de nuevo al mismo pensamiento. Me estremezo cuando pienso en que jamás nadie que pretendiera ayudarme, escucharme o simplemente fingirlo ha emitido juicios sobre ti o que yo no he violado nuestra intimidad reproduciendo literalmente tus palabras, por muy desesperada que estuviera. Me angustia mi capacidad de reprochar y tergiversar, y me angustia todavía más no ser consciente; me angustia, si cabe, más, seguir haciéndolo ante personas que realmente me importan. Vuelven a mí noches sin dormir, lágrimas eternas, conversaciones telefónicas que eran una verdadera pesadilla, incomprensiones, incertidumbres, mi ánimo imperturbable, el mundo pasando deprisa a mi alrededor, la lejanía que siento con todo lo que me rodea... Y demás lindeces. ¿Habrá vuelto Arabia? ¿O será Mira, al fin?
No lo sé. Pero sé que fue una de las cosas que me agotó. Perder el control. No toleré que nuestras vidas se separaran todavía más, así como nuestros actos. A veces estas dos vidas acaban conmigo, aunque sea momentáneamente. Supongo que pasarán. Pasará la sensación. No me despertaré tan agitada y me centraré más en mis días y en dónde estoy yo... A pesar de que ahora me sigan matando, en esencia. Aquellos días en los que apenas sé de ti.