viernes, 28 de diciembre de 2012

Remanente de supernova.

- Tal vez ahora mamá sea una nebulosa.

Y a mí esa frase me parte el corazón en dos. Me mira con sus ojos castaños y puros y observo que están limpios. Que ya no lloran. Yo sin embargo no soy más que el remanente de la persona que un día debí de ser, restos que apenas aguantan por la personita que me coge la mano con fuerza y lleva horas sin soltarla, desde que la misa empezó. Envidio su inocencia porque le permite mantenerse ignorante de todo el dolor, toda la parafernalia. Los papeles. Las firmas. Las decisiones. ¿De caoba o de nogal? ¿Una frase bíblica en la lápida? ¿Era su mujer religiosa? El nicho cuesta tanto, si deciden incinerarla cuesta esto otro. ¡Oh! Ahora tenemos nichos para urnas de incineración, si me permite enseñarle. Tengo que llamar a tus primos segundos, hijo, que si no luego hay historias en la familia. Más firmas. El papeleo. Cancelar tarjetas. Fotocopias del parte de defunción. Una. Otra. Otra. ¿Querrán que sirvamos algo en el velatorio? Me ha dicho tu tía que no va a poder venir, que no le dejan cambiar el turno. ¿El material de la lápida? De granito es mejor, pero cuesta más. Podemos añadirle más ornamentación. ¿Quiere? Disculpe, señor. ¿Se encuentra bien? Perdónenos, sabemos que es un momento difícil, pero tiene que decidir si...

Qué. Decidir qué.

Ahí plantado enloquezco. ¿Decidir si quiero que mi mujer muera o no? Porque era y es lo único que me importa. No he podido pensar, casi no he podido llorar. Me importan una puta mierda mis primos segundos y los tíos a los que no veo nunca, las historias familiares, el nogal o la caoba, ¡por favor! Es de mi mujer de quien estamos hablando. De su cuerpo aún caliente en mis brazos cuando ya se había marchado. De todas las veces que le hice el amor sabiendo que iba a morir y de todas las risas que le arrancó a nuestra hija como si fueran la última. Hablamos de sus ojos, que ya no brillan, que se han quedado sin luz y por tanto yo camino a tientas. No sé hacia dónde. No puedo más. Necesito respirar y... Muerto estaría descansando, muerto, como ella, como...

- ¡Papá!

Sigue esperando mi respuesta. Me saca de mi ensimismamiento y me doy cuenta de que llevamos horas aquí parados. En esta colina de hierba verde que ahora ampara bajo tierra la mitad de mi vida. Estoy helado, así que ella tiene que estar todavía peor. Pero no me suelta la mano. Sigue apretándomela con fuerza y lo compruebo en sus deditos contraídos. Sus pupilas ahora casi titilan, y me doy cuenta de que está preocupada.

- Dime, hija.

- Pues eso... - balbucea.- Que igual ahora mamá es una nebulosa. En el cole nos dijeron que hay unas que es donde nacen algunas estrellas, y en otras...

Vuelvo la cara. He vuelto a romper a llorar y no quiero que me vea. Ha perdido a una madre, no quiero que piense que a mí también me está perdiendo. Aun así se da cuenta y se abraza a mi pierna mientras lucha por que la voz no se le quiebre del todo. Entierro mi mano en su pelo para que sepa que estoy aquí. Con ella. Con ellas.

-... y en otras estaban algunas estrellas que se habían ido, que se habían extin... extingi-extinguido. Se llamaban, se llamaban, papá...

- Remanentes de supernova, cariño.

- Sí, ¡eso, papá! Remantente de supernova. No me salía porque es difícil, porque me acordaba, papá, me acordaba porque...

- Lo sé, hija.

Llora y pienso que si para mí es una injusticia a ella esa palabra se le queda pequeña. Tan pequeña como su alma de siete años, apenas sin estrenar, sus manos que ahora tanto van a tener que luchar, sus ojos redondos y despiertos. Los ojos que tenía ella. Ella es lo que me queda. La mitad de mi vida.

- Mamá era una estrella, papá. De esas que brillan. Por eso seguro que ahora es una nebulosa. La más bonita de todas...

Nebulosa del Cangrejo (un remanente de supernova)

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Crecer con una persona es maravilloso, y a veces lo hacemos. A veces crecemos con alguien. Compartimos infinidad de momentos y amamos echar la vista atrás y contemplar con timidez nuestra evolución mientras comprobamos que siempre hubo una constante que nos encanta: ese alguien. Pero a veces cruzamos el límite y hallamos una respuesta a nuestro repentino dolor: hemos crecido tanto que hemos dejado a ese alguien atrás. Crecer también implica cambiar. Y a veces en ese cambio se nos va parte de la vida que nos ha sostenido, porque ahora somos diferentes y nos sostienen otras cosas. Dejamos de compartir infinidad de momentos porque ya no son momentos que compartir y nos horroriza echar la vista atrás y observar, sufriendo, que ha desaparecido esa constante.

lunes, 24 de diciembre de 2012

Tiempo de recuerdos, lo llaman. Por eso el sentir es una mezcla extraña entre paz y desolada nostalgia. Los que tenemos motivos para añorar nos encontramos entre el calor que nos aporta la calma y el frío de echar de menos esa piel amada.

No se entienden las ausencias cuando ocurren, pero en estos días se entienden menos. La calidez del hogar se cuela entre las grietas que se han quedado en las heridas y es un escozor consentido y conocido. Tenemos que afrontar que hay tiempos en los que la incomprensión es mayor, y no hay nada que podamos hacer.

Por qué ya no estás, si antes estabas.

Es tiempo de recuerdos. Algunos mitigados por el paso de los años y otros con los que tengo que lidiar cada vez que me los encuentro en carne y hueso, irónico esto último. Son días de esa alegría familiar de doble filo, que nos encuentra tiritando y queriéndonos curar, a veces, sin darse cuenta, también nos duele.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

- No quiero creer en las señales.
- ¿Por qué?
- Porque para mí nunca se cumplen.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Cuando la rabia estaba a punto de agotarme y no quería acudir a ti para que me vieras llorar una vez más, me dedicaba a borrar tus fotos. Nuestras fotos. Hasta que me quedé sin fotos que borrar. Lástima que con los recuerdos no podía ni puedo hacer lo mismo. Me habría dado igual perder la mitad de mi identidad, que no era más que tuya.

Nos querremos más que nadie para que no corra ni el aire entre tú y yo.

sábado, 15 de diciembre de 2012

Eskimo kisses.

Alguien me dijo una vez que creía que se llamaban así porque, tan abrigados como estaban por el fuerte frío, sólo les quedaba al aire la piel de la nariz. Y juntaron sus narices a falta de labios congelados.

Pero yo no estoy de acuerdo. Creo simplemente que dos personas en uno de sus besos terminaron por juntar sus frentes y mirarse fijamente a los ojos. Casi de soslayo, con las cabezas ligeramente inclinadas, bebiendo de sus pupilas durante un pequeño instante. Y entonces viéndolas tan cerca rozaron sus narices con lentitud, besándose de una manera diferente y sin dejar de mirarse.

Y, por casualidad y nada más, esas dos personas eran esquimales.

sábado, 8 de diciembre de 2012

"Porque no hay nada peor en el mundo que la amargura y la venganza. Sé siempre digna e íntegra contigo misma."

Persépolis

Me habría encantado equivocarme contigo.

Cuando tus ojos se abrieran desaparecerías. 

Es una putada la experiencia. No la tuya, sino la mía. Porque si no hubiera pasado ya tantas veces por esto tal vez sí accediera a tus arrebatos y a tu cambio de actitud y te diera la rabia que buscas. Pero no. No ahora, no después de tanto cansancio. Y no contigo, no después de decírtelo tantas veces. No después de estos dos años de pura y visceral reinvención, de dejarme las uñas en el yeso de la pared porque tuve que agarrarme a ella para levantarme sangrando y desnuda del suelo, y de mis miserias. Y tú, de testigo.

Sólo accedo al más profundo agotamiento y a la más triste decepción. Lo sabía, lo supe, y por eso te lo dije. En mi mente todo se traduce en lejanía. Hay cosas que pasan y no pasan sin más. Se quedan, para bien o para mal, y trascienden. Sobre todo trascienden.

jueves, 29 de noviembre de 2012

El día comienza mal. No me entero del despertador, el iPod decide joderse justo cuando sonaba una canción que iba a calmarme, me he quedado incomunicada telefónicamente hablando, se me manchan los pantalones, no tengo ni hambre, pero por qué me pasa esto a mí, vaya frío hace, y justo ahora se va Internet, y la de la tienda de Orange me ha dicho que a mí no me puede duplicar la SIM, y qué pocas ganas de seguir adelante con este día y cuántas horas quedan aún...

Pero hay que parar. Pararse y pensar. Si soy capaz de pararme veinte segundos y a mis labios sigue asomándose una sonrisa cuando pienso en lo que tengo, en los que tengo, ningún día malo puede ser tan malo como los días de esas personas que en veinte segundos no son capaces de sonreír.

Además, cualquier día malo puede acelerar, elevarse, doblar la esquina y acabar en mi portal. Alguien dijo alguna vez que lo importante no es cómo empieza; sino cómo acaba.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Cierro los ojos y me obligo a respirar profundamente. Ya viví esta situación en el pasado y, al no ser la calma mi elección, el resultado fue un desastre. No quiero discusiones absurdas ni condenarme a dos horas de escribir o gritar palabras destinadas a un convencimiento que ni siquiera me corresponde a mí. Siempre somos libres de decidir, incluso cuando no queremos que esto sea así. No depende de mí argumentar algo que contradiga lo que se afirma con fuerza. Puedo pensar que no es cierto, e incluso puedo comprobar que no es cierto, pero, ¿por qué tiene que estar en mi mano sacar a relucir esa verdad? Cuando depende de nosotros mismos, nadie debería tener que darnos un toque de atención. La verdad es cosa nuestra, y esperando a que otro nos la señale, empleando para ello medios poco éticos, no es el camino.

Así que cierro los ojos. Ya viví esto y no quiero que se vuelva a repetir, aunque cambie de rostro y de tono de voz. Ya sé que es injusto, negarme a repetir una vivencia porque en mis recuerdos ya tiene el nombre de otra persona, pero si me privara de emplear mis vivencias... Apenas me quedaría nada. Poco a poco intento concentrarme en la calma. Y así me duermo, respirando profundamente, pasándome las yemas de los dedos sobre la rabia para que se suavice y repitiéndome que ser fiel a mí misma implica, en parte, hacer todo lo posible para que no vuelva a ocurrir. Así que cierro los ojos.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Sólo salgo bien en las fotos cuando salgo contigo, decía siempre.

Y tras esa frase sobrevenía una sonrisa, porque le encantaba salir con ella en las fotos. No solían hacerse muchas, pero encontraba que las pocas que se hacían alcanzaban la sencilla y compleja perfección. Dos sonrisas que pasarían desapercibidas para cualquiera pero que para ellos era un sustento. Un modo de vida. Por eso sólo se gustaba en las fotos cuando salía con ella. Cuando salían juntos.

Pero como ocurre con casi siempre la felicidad es corta, aunque en verdad llevara años agotándose. El tiempo se convirtió en una losa que agrietó sus labios y, mientras el alma de ella se iba arrugando, él seguía ensimismando en las sonrisas de las fotos, las del pasado, sin pararse en avivar las del presente.

Cuando te digo que te quiero, porque te quiero, ya no siento que podría morirme con esas palabras en la garganta. He esperado mucho, pero ya no puedo más. He recogido mis cosas. Me voy. Te quiero, de verdad que te quiero. Pero ya no puedo más. Intenta entenderme... Te llamaré en unos días. Cuídate.

Y se marchó dándole un beso fugaz y envenenado en la mejilla. Se marchó y se llevó todas sus cosas, menos las fotos que tenían juntos. Así que él se quedó con las fotos, pero también con la ausencia. Pero en el blanco de los dientes de los rostros de aquellas fotos sólo encontró un vacío oscuro. Se había ido. Podían desaparecer las cámaras de todo el mundo, porque él no iba a volver a hacerse una foto jamás.

A los días, ella lo llamó. Sin respuesta. Volvió a hacerlo, obteniendo el mismo resultado. Preocupada, volvió al piso que compartían aprovechando que aún tenía la llave y esperando encontrarlo ahí. Lo encontró. O al menos creyó encontrarlo, porque no pudo reconocerlo.

Lo que antes había sido su rostro era un amasijo de arañazos sanguinolentos que apenas dejaban adivinar sus rasgos faciales. Horas más tarde, en la autopsia, el forense firmó que el fallecido se los había autoinfligido antes de morir de un disparo en la sien derecha, también autoinfligido. Pero eso ella ya lo sabía. Cuando lo encontró, él agarraba una foto que estaba manchada de sangre de sus propios dedos. En ella salían los dos. Sonriendo. Y por detrás encontró unas palabras en letra temblorosa y dolorida:

Sólo salgo bien en las fotos cuando salgo contigo. Como decía siempre.

martes, 20 de noviembre de 2012

Pues sí, a veces cuando te veo pienso en acercarme. "Hola, ¿cómo te va? Había pensado que podríamos tomarnos algo y hablar de por qué lo fuimos todo y ahora no nos hablamos. ¿Te parece?". Reconozco en tus pupilas esa mirada de infancia y entonces se crean los espejismos. Pero siempre vuelvo en mí y acabo pensando lo mismo.

Si el desenlace iba a ser hacernos daño hasta matar casi todo lo que fuimos, ¿por qué retrasamos tanto ese momento?

Casablanca

domingo, 18 de noviembre de 2012

Sé que te habría gustado verme aparecer de pronto en tu partido esta mañana. Lo pensé y lo pienso. Y a mí me habría gustado ir, aparecer y que me vieras. Pero, al contrario de lo que hago con casi todo en mi vida, no puedo guionizar mis pasos en este sentido. Aquí no sirve si eres buen o mal actor o si el argumento merece la pena, porque si se sigue esa línea es cuando la obra no tiene ningún éxito.

Puede que esté ya recuperada, pero supongo que eso no implica que esté dispuesta a volver a cansarme. Por mucho que lo desee, ando todavía con pies de plomo. Mi supervivencia sigue dependiendo en gran medida de mí misma, y es algo que de momento no puedo cambiar. Primero las curas; luego las heridas.


Volverás cuando estés limpia

Y yo no te haga falta
Gritaré lleno de orgullo
Tu nombre en el andén

viernes, 16 de noviembre de 2012

No puedo negar que se me ha helado la sangre al ver el número en la pantalla del móvil. Pero después de la tensión y la desconfianza del principio me he sentido extrañamente contenta. Una buena conversación siempre viene bien, sobre todo si es tan cercana.

martes, 13 de noviembre de 2012

Trabajar las emociones, encandenar la ira con el placer y el placer con el miedo. El texto da igual, lo que importa es que fluyan, emocionar. Sentir.

Nos convertimos en meros recipientes. Vacíos de cuanto somos, nos llenamos de esas emociones. De lo que nos toca sentir. Compartir un taxi con una persona que acaba aterrándome y susurrándome al oído. Estar nerviosa porque mi novio, una persona a la que por fin quiero tanto como para dar el paso, va a conocer por fin a mi padre, aunque ninguno de los dos sabe que estoy embarazada, ni mi chico sabe que mi padre maltrataba a mi madre. Acabar en un castillo donde los hay que se ahorcan, empiezan a cantar, lloran o cuidan de un muñeco diciendo que es su hijo. Comenzar a respirar de manera acelerada porque no entiendo nada y todo el mundo a mi alrededor parece que está loco.

Todo ello sin salir de la misma habitación a la que ya me estoy acostumbrando. Cada martes y jueves. Sentada en una de las sillas rojas, escuchando y levantándome para dejarme, de algún modo y al mismo tiempo, sentada en esa silla.

Nunca se sabe con una improvisación. En realidad cualquier cosa es posible. Puedo enamorarme o gritar, desesperarme porque mi madre no me reconoce o interesarme por alguien sólo por su dinero. Yo, o lo que queda de mí, que apenas es nada, o que no debería ser nada salvo un catalizador que me ayude a pasar del placer al miedo y encadenar el miedo con el dolor y luego con la ira. Y otra vez el placer. Apenas unos resquicios de lo que fui para construir aquello que debo ser, durante unos minutos. Un recipiente. Un recipiente extraordinario.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Los días tontos en los que se nubla y llueve a ratos activan mis jaquecas. No hay uno que falla, y menos en Otoño, cuando son más abundantes. Sin embargo, abanderada de esta estación como soy, me encanta este tiempo tonto. Entre vulgar y ambiguo, una llamada a los nostálgicos del calor y los amantes del frío. La tierra de nadie de las estaciones.

Esas jaquecas me sirven de excusa para escribir remiendos y para enchufar la ducha y meterme debajo de agua casi hirviendo. Pienso que el calor me alivia y me limpia las impurezas que me han llevado a esa mueca torcida tan otoñal y paradójica. Debajo del agua caliente me permito un santuario de intimidad y desconexión que apenas dura porque -a quién intento engañar- mi mente sigue funcionando a pesar de mis intentos de ahogarla.

Intento que con el jabón se vayan mis miserias, las arrugas que se traducen en mi piel a través del alma, las palabras que escuecen. Pero no es posible. Sólo se va el tiempo, en una mezcla acuosa e inquietante que se lleva parte de mí por el desagüe. Pienso que todo se va, con mis instantes de vapor, pero en realidad se quedan conmigo. Con una soñadora de piel tiritante y mojada, a la que con más días que pasan más anquilosados, y gastados, se quedan los sueños. Sobre todo si es otoño, y tengo jaqueca.

Il deserto rosso

sábado, 3 de noviembre de 2012

Apoyados en la pared, compartiendo un peta de manera improvisada. Ella con la mirada perdida y él con la misma frase en los labios, intentando reunir el valor de soltarla. Fuman, ríen y hablan con calma, postergando el momento de aceptar que de esa chusta ya apenas se puede sacar nada. Entonces él, en mitad de una conversación cualquiera, se lo dice, y ella le quita el canuto de los dedos, con dulzura, se lo lleva a los labios, con deseo, y aspira creando un silencio de humo verde.

- No me puedes pedir eso. La primera vez tiene que ser especial, lo recuerdas siempre.
- Pero quiero que sea contigo. ¿Por qué no? Estoy aquí, a gusto, y estoy seguro de ello. No me mires así, la droga no tiene nada que ver.
- De verdad... Quiero que follemos, pero no quiero que sea así para ti. Tienes que estar seguro de que repetirás con la persona con quien tienes sexo por primera vez. Estrenarse enamora un poquito, no te descojones, te lo digo en serio. Es un vínculo extraño, pero está ahí. Yo creo que aún me sigo enamorando un poco de los tíos que me tiro, y sin ser la primera vez... Busca una que te pueda querer. Pero quererte de verdad.

Es él quien le quita entonces el cigarro de los dedos. Se recrea en el contacto de las yemas unos segundos, los suficientes para que todas las pieles ahí se ericen. Todas. Fuma sin apartar las pupilas de ella y retiene el humo antes de soltarlo. Entonces se acerca, la coge de la nuca y mientras acaricia su pelo pega sus labios a los de ella y le regala el humo que había estado guardando.

- Quiero que seas tú.

Y el humo se agota. Se quedan quietos, un segundo, y la besa, lentamente. Mientras el humo de la marihuana se disipa, poco a poco, y sus cuerpos se encienden, creando una atmósfera única. Una de esas atmósferas que sólo la hierba y el sexo te pueden dar.

martes, 30 de octubre de 2012

La clave es acostumbrarse a tener dos vidas. No la doble vida de un agente secreto de película cutre o de ninfómano profesor de colegio, sino dos vidas. Dos. Cada una con sus cosas, su gente y sus días, sus espacios y sus rutinas. Cuando me acostumbré a tenerlas dejé de sufrir por que mi gente estuviera separada por una brecha que no podía llenar ni con palabras que explicaran la vida desconocida del otro lado. Por eso ahora es tan extraño cuando se me juntan y me hallo en el mismo plano con personas de las dos vidas. Se me hincha el alma porque por fin puedo permitirme no deshacerme en palabras que no servirán de nada sin un golpe de vista, pero al mismo tiempo me aterra una invasión excesiva.

Mi Madrid se queda en Madrid y lo mismo ocurre con Zaragoza. La independencia de una se compensa con la tranquilidad balsámica y conocida de la otra. Los paseos por una Gran Vía helada conmigo misma con las tardes sepultada bajo la manta de siempre viendo películas con mi madre. Mis idas y venidas a teatro o a francés por las calles de Getafe con la cerveza y el futbolín del bar de siempre con ellos, los que puedo llamar los de siempre. Un alma de doble cara, pero cohesionada en torno a la idea de que no puedo permitirme ser otra persona por tener dos vidas. Siempre la misma, que no la de siempre.

martes, 16 de octubre de 2012

A esto me refería con el distanciamiento. ¿Crees que me es fácil? ¿Que me ha sido fácil?

Ni siquiera me es fácil escribir sobre ello.


miércoles, 10 de octubre de 2012

Fue la mentira más grande de mi vida. Una marcha siempre duele. Siempre implica un cambio. Y un cambio siempre tiene doble filo. No puedo evitar sentirme en noches con la guardia baja anquilosada, fotografiada en blanco y negro en una realidad que hace mucho que se fue y que quiero que deje de dirigir mi vida. Estoy estancada. Limitada. Pero para nada desengañada. Nunca hubo engaño. En mi fuero interno sé que lo sabía. Sé que lo sabíamos. Nobody said it was easy. Y a pesar de todo,

Oh, let's go back to the start.


miércoles, 3 de octubre de 2012

Placer.
Dolor.
Ira.
Miedo.

Anoche con Blanca se me escapó un dato. Las emociones que, digo, faltan en mi vida no me aguardan en una persona, en una nueva relación, en un suspiro compartido. No tienen por qué estar ahí. Y hoy las he encontrado. Quién iba a pensar que simplemente iban a estar en el Teatro.

sábado, 29 de septiembre de 2012

Sólo alcanzo a musitar que ahora es cuando la distancia duele más. Porque comienza siendo una constante para mutar en circunstancias como estas a una completa sensación de inutilidad. Quiero estar ahí aunque no pueda hacer nada, aunque parándome de pie donde he estado siempre sólo me salga dejar a la rabia precipitarse a través de mis ojos. Aunque ya no sepa de dónde sacar  las fuerzas y el universo se torne de repente un ser huraño y cruel. Prefiero eso a coger un autobús en silencio y que cada kilómetro que me aleja del problema sea una astilla que me infecta más y más la herida. No me importa el silencio que va a cumplir ya 21 años; me importa no estar ahí ofreciendo mis pupilas, titilantes, para que bebáis de ellas como yo bebo siempre -siempre- de las vuestras.

Aquí en Getafe no salgo de la espiral de susurrarme que no es justo. Que quiero que se acabe ya este fantasma que nos ha acosado siempre y que nos acrecienta el dolor cada vez que se alza inabarcable y nos engulle. Una y otra vez. Cuando lo que debería hacer es estar ahí. En pie, como siempre, aunque el alma implore caer de rodillas y rendirse ante esta reiteración tan dolorosa. Sintiendo cada latido como un toque de atención, un recordatorio de por qué tengo esta sangre y no otra. Siendo parte de vuestro soporte. Igual que vosotros sois y seréis siempre el mío.


lunes, 24 de septiembre de 2012

La señal de un beso que debería aterrizar en la mejilla y finalmente acaba en la comisura de los labios.

domingo, 23 de septiembre de 2012

martes, 18 de septiembre de 2012

Eres la persona que mejor me trata del mundo. Que más paciencia tiene. Que más intenta entenderme y apaciguarme. Eres el único que se ha puesto el despertador a las ocho de la mañana para darme los buenos días en un día que se avecinaba difícil. El único que se queda despierto mientras yo veo películas de esas raras mías para hablar conmigo antes de que durmamos.

Te conozco mejor que muchas personas. Puedo bucear en tu mente y saber qué pasa por tu frente arrugada, o interpretar los caracteres de una supuestamente sencilla conversación de WhatsApp para saber que algo no anda bien. Has conocido mis últimos momentos de niñez, mi adolescencia, mi entrada en la vida adulta, mi marcha, mis instantes ancianos. Las tristezas más profundas que me han asolado y te han hecho decirme Voy a pillar dos litros, y nos vamos esta noche al parque. Mis ratos de euforia, mis primeras veces, los dolores de corazón que siempre llevaban el nombre de Otro.

Formas parte de mi existencia de esa manera que casi sentimos inherente a la propia respiración. No quiero que nada te duela, y ojalá pudiera hacerte el hombre más feliz del universo. Porque eres un hombre, a pesar de tus reflejos de niño en tus ojos azules; un hombre que me abraza con sus casi dos metros de una manera que me hace sentir eternamente segura. Te quiero de esa manera que sé que va a durar siempre. Siempre. Porque eres consustancial a mí y a mi recuerdo como sé que lo serás al resto de mis días, de una manera u otra.

Eres la persona que mejor me trata del mundo. Y ojalá yo pudiera ser lo que esperas, lo que gritan tus adentros, lo que es imposible de construir forzando el mecanismo. Ojalá, pero, pase lo que pase... Espero que no me sueltes nunca.

lunes, 17 de septiembre de 2012

Mis caminos a casa son distintos. Hace poco más de un año volvía atemorizada, mirando en todas direcciones, con paso inseguro pero rápido. Ahora ya lo hago más calmada. Ha pasado el shock inicial. El impacto inicial. El hueco que se abrió en mi mano cuando resultó que tenía que caminar sola. Sin unos dedos largos y ásperos a los que aferrarse como protección. Me tuve que acostumbrar a recorrer el camino de madrugada hasta mi casa de manera incompleta, susurrando pensamientos vagos en mi mente, sin una conversación que la llenara. Ahora ya no me da miedo. Se ha convertido en algo rutinario. En una constante. Ya me he acostumbrado a dejar de volver acompañada, que no a tener que volver sola. Como supongo que se acostumbra el alma a días como este. Tímidos, a ratos vacíos, lejanos, repetidos. Sin apenas esa esencia que antes me mantenía llena de vida.

sábado, 8 de septiembre de 2012

- Qué bien hueles. ¿Qué colonia llevas?
- Una de verano que me gusta mucho.
- Qué curioso...
- ¿Por? ¿Es la misma que la tuya?
- No. Porque vas perfumada de verano y sin embargo siempre eres invierno. 

viernes, 31 de agosto de 2012

Réquiem por la libertad

En momentos como este el agotamiento me parece el sentimiento más vano pero es lo único que alcanzo a sentir. ¿Cómo se puede estar agotada de algo que ni siquiera he empezado a hacer? Siempre dicen que estudies lo que te llene, pero cuando lo que te llena está a punto de extinguirse no sé qué queda.

Hoy en día renta más estudiar Medicina porque es más fácil curar a una persona de un cáncer que a toda una sociedad de su ignorancia y a un gobierno de la embriaguez de poder e ideología barata. El Periodismo se resquebraja con miles de personas batallando contra gigantes y dejándose la salud en el camino. Y aun así se está desangrando. Ahora o vendes o te vendes, y lamentablemente hasta los periodistas tienen que comer. Y eso es difícil con esta doble crisis. Una crisis económica que fuerza despidos y precariedad laboral y una crisis de valores que está dejando a la profesión sin identidad, provocando que cobrar un sueldo se convierta en el verdugo de la dignidad profesional y periodística. 

Me llena de rabia. No quiero estar condenada a trabajar a costa de vender mi dignidad y mis valores. En mi día a día conviven las ganas de sacarlo adelante y una realidad afilada que te obliga a darte por vencido demasiado a menudo. Mantenerse siempre alerta y obligarse a no flaquear a veces resulta extenuante. Sobre todo cuando me hallo perdida. Sepultada bajo la amenaza de la más dolorosa resignación ante una situación insalvable.

En estos dos años de aprendizaje, de castillos en el aire y de estudiar algo que necesita un cambio drástico pero que muchos mentores prefieren ignorar, el mejor consejo nos lo dio el profesor que menos mentiras nos ha contado y más duro ha sido. 

Si os sentáis frente al ordenador en blanco y si, justo antes de escribir, no sentís pasión, dejad la carrera y meteos a Económicas. Aunque tengáis que escribir lo que menos os motive del universo. Si no notáis que verdaderamente os apasiona, dejadlo ahora que estáis a tiempo. Porque aquí se pasa hambre. Y se sufre. Se sufre mucho.


miércoles, 29 de agosto de 2012

Una de esas personas de las que -sabes- podrías enamorarte.

martes, 28 de agosto de 2012

Un recurso fácil -pero muy efectivo- del mundo de la ficción es presentar a dos personas que se desean, y lo saben, pero no se deciden a estar juntas. Películas y series son bombardeadas a menudo con la trama de dos personas que se enamoran teniendo pareja o compromisos, pensando que lo que sienten por esa otra persona, ese otro protagonista, pasará (aunque el sentimiento normalmente crece). A veces incluso dejan a sus antiguas parejas, pero no es una solución. Si uno deja a su novia, la que ha estado esperando encontrará entonces a alguien más que, no obstante, no le satisface pero le distrae del chico del que está realmente enamorada. Suelen pasar semanas, meses, con el hombre o la mujer equivocados. Haciéndose daño incluso, mintiéndose y mintiendo, sin dar el paso que, por otra parte, sería tan fácil dar. Es carne de cañón para una producción cinematográfica, e hilo argumental habitual -casi nunca está ausente- de cualquier serie de ficción. También la literatura se ha nutrido y se nutre frecuentemente de este dilema tan jugoso. Y, a menudo, como espectadores, lo tachamos de estúpido, exagerado y lento. Si es tan fácil que estén juntos, ¿por qué no lo están? ¿Por qué enredan con otras personas? ¿Por qué no son sinceros, si el sentimiento es mutuo?

Lo mejor de todo es que si tan frecuente es en la ficción es por un claro motivo: estamos cansados de verlo en el mundo real. 
·14 de marzo de 2010·


Hablan de sueños. De sueños de verdad. De esos que se consiguen. Desde siempre este afán mío por ver cine y todo lo que se le parezca acaba por destruirme cuando pienso que por qué yo no. Desde pequeña. Alimentarme de sueños hechos imágenes que son falsos, pero que a su vez disfrazan el que realizaron todos aquellos actores. Actores o héroes, gente con suerte, valientes, constantes, afortunados. Qué más da. El caso es que esta sensación es maravillosa y por eso me alimento de que un día lo conseguiré yo. Crearla, llevarla a cabo, sentirla. ¿Ilusa? Puede que sí. ¿Sincera, temperamental, dramática y tremendista? También. Pero aunque sea poco a poco y dejándome la sangre voy a intentarlo... Por intentarlo que no quede, ¿no? Eso dicen. Seguro que eso dijeron, o decían, cuando sus padres los llevaban a cástings, o eran ellos, o simplemente tenían una cara perfecta para la imaginación del director. Por intentarlo que no quede. Y por poner toda la sencillez de la que sea capaz en la película más inquietante que pueda hacer nunca, también.


¿La mía? La mía.
Siempre es más agradable cuando tienes una determinación.

lunes, 27 de agosto de 2012

Una información que antaño me habría revuelto las entrañas y que ahora me provoca una sonrisa benigna al pensar en los estragos que pueden hacer las burbujas etílicas. Saber que besas otros labios y seguir en paz, serena y disfrutando de la noche.

Entonces es cuando sé que ya no me dueles.

sábado, 11 de agosto de 2012

Es como tener dos rosas de cristal en sendas manos. Una diáfana y de aspecto delicado y otra de cuerpo ahumado, creando un espejismo de rigidez e impasibilidad. No obstante, con apenas un movimiento de cualquiera de las dos manos ambas, frágiles como son, estallarían en mil pedazos contra las baldosas del suelo. Si, por el contrario, las dos manos se acercan e impactan las dos rosas saltarían y fragmentarían así sus cuerpos y los rayos de luz que se reflejaran en el cristal virgen. En la sujeción de ambas de manera simultánea se halla la clave. En no dejar caer ninguna de las dos ni enfrentarlas en un encontronazo letal. En, al fin y al cabo, el aguante sencillo e imperioso de mantener a ambas con vida.

miércoles, 8 de agosto de 2012

Offret
Lo primero que se creó fue la palabra. Dime por qué, papá.
Frunce el ceño entre extrañada y aturdida. Twitter le ofrece lo de siempre: noticias prefabricadas, tweets banales y voces ahogadas en el mundo real que piden un poco de protagonismo en la Red a través de lo que intentan sea humor inteligente. Está cansada. Sigue todas las noches el mismo ritual: se sienta en la cama, abre el portátil a oscuras y decide informarse de la realidad que, cree, se ha perdido durante el día. Pero ya está cansada.

Está a más de 3000 kilómetros de su casa. Le duelen los pies porque el calzado los tortura a ampollas, y además tiene alguna magulladura de tropezones sin importancia que acabaron en una caída. Con los cascos puestos escucha su música de siempre sin pararse a pensar que lo que falla en la expresión es el de siempre. Ya no sabe qué vida es su vida de siempre. Ha estado en este territorio hostil tanto tiempo que a veces pierde una porción de orientación; esa porción que siempre da la rutina. Los ecos de los últimos disturbios le hacen relajar la expresión y se siente estúpida por sentarse a mirar Twitter mientras a las afueras del hotel donde se encuentra y donde han asentado a la prensa siguen torturando almas humanas. Está cansada.

Y por eso se fue. Porque cansada de la misma posición estática necesitaba moverse y ahora ya nunca para. Sin embargo, de vez en cuando sufre un colapso, una pequeña crisis vital que le aprieta las paredes de todo su cuerpo. Se siente extraña, errante, en tierra de nadie. Pero luego recuerda qué está haciendo en este país tan inquieto y recupera el norte. A pesar de que la mayoría de lo que ofrece a Madrid -lo que graba y locuta, las fotos que hace, las notas de prensa- no llega a su destino porque desde España piensan que no es necesario mostrar tanta brutalidad con los tiempos que corren a puerta cerrada, ella se deja la piel, y a veces nunca mejor dicho, en patearse las calles asustadas y con frecuentes escombros en busca de algo que se deba saber.

Así que ahora recarga la página web por última vez y cierra el portátil enfadada consigo misma. ¿Qué cojones está haciendo? Se dice a sí misma que no va a volver a abrir Twitter porque al lado del sonido de los disparos de fondo es más que una gilipollez. No obstante, en su fuero interno sonríe amargamente: sabe que lo hará, que no cumplirá su ya condenada al fracaso promesa. Tiene que hacerlo. Aunque sólo encuentre estupideces. Saber qué ocurre más allá. Pensar que piensa que sabe lo que ocurre más allá.

viernes, 3 de agosto de 2012

Si a veces precipito las pestañas hacia mis mejillas todavía veo restos de sangre en mis manos. No me he dado cuenta, y me he pasado los dedos por el pelo enredado cubriendo algunos mechones de esa masa carmesí y perturbadora. Dejo también esa marca sanguinolenta alrededor de mi cuello, como huellas de un asesinato que sin duda cometí aunque no esté muy clara todavía la autopsia de las víctimas. Porque hubo más de una, y  ambas siguen reviviendo el crimen cada vez que acuden impuntuales -como siempre- los recuerdos a la cita que ellos mismos fijan. Trayendo, como trae la marea a la orilla un objeto perdido días antes, los glóbulos rojos que cubrieron las pieles de nuestras almas cuando estuvieron a punto de rasgarse para siempre. Qué tontería, ¿verdad? Creíamos que nos íbamos a quedar sin alma. Que se iba a escapar nuestro espíritu por la boca y dejar sólo un recipiente caliente e insensible. Que íbamos a sacrificar todo lo demás por todo lo que nos estaba destrozando las entrañas en ese mismo momento. Qué tontería, ¿verdad? Creerlo. Aunque lo creyéramos de verdad.

domingo, 29 de julio de 2012

Estaba caminando por Grafton Street y sonaba esta canción en mi cabeza. Mi banda sonora de Dublín, y la banda sonora de todas las veces que me vuelva a ir.

http://www.youtube.com/watch?v=0UjFRBEy4dM

It's time for us to part
Although it breaks my heart

miércoles, 25 de julio de 2012

Estaba escribiéndole un mensaje en inglés a Aleksander, pero he parado para ir a desmaquillarme y me he quedado unos segundos mirándome al espejo. Estaba sonriendo levemente, con una de esas sonrisas que se llevan puestas horas y no surgen de repente como un chispazo. Y mis pies han vuelto al verano pasado y en ese momento sí que ha habido un destello.

En estos últimos meses he descubierto más de mí misma de lo que hubiera llegado a pensar nunca y, aunque el dolor forzó el mecanismo, ahora puedo mirarme en el espejo y sonreír. No me he dado cuenta de todo lo que he vivido hasta que me he topado con gente que buscaba resolver dudas que yo ya había sufrido y he visto en su estela torcida remembrazas de lo que yo fui un día.

Sé que mi pena ha salpicado a más de uno, pero lo he intentado hacer lo mejor que he podido. El resultado, no sé si bueno o malo, lo encuentro en unos envejecidos pero íntegros ojos castaños, las ojeras perpetuas, la comisura de los labios a punto y la piel brillando por nuevas experiencias, segura de querer probar otros oxígenos y otros vientos menos conocidos. Lo encuentro ahí. Justo en mi reflejo en el espejo.

lunes, 23 de julio de 2012


When I woke up this morning I have felt confused for a few seconds. In the darkness of my bedroom I was still thinking that I was sleeping in Shanowen Road. After I realized my error, something has turned inside me and now I feel restless, nostalgic, like in an eternal wait.

I could get obsessed with the idea of keeping these days fresh in my mind and not to let them go. But I don’t want that. What I want is to live with all these moments like one more stone on my way. Glad to have lived these days. To have had them. Because I’m not the same girl who arrived Ireland alone almost a month ago anymore. All of you have changed me. You and the hours in Dorset, in Temple Bar, in Gabriel’s house and, of course, the hours travelling around that green and grey island. Always magical.

martes, 17 de julio de 2012

Ya se me va cubriendo el alma con una fina película de nostalgia anticipada. Pero es normal. Suele ocurrir cuando tu vida cambia, y a mí todo este verde y gris que me asustó al principio me ha cambiado. También cosas tan banales como hablar por whatsapp en inglés esforzándome por hacerme entender o bailar salsa con un mexicano en un local insólito de Dublín llamado Pacino's. Lo mejor no son las pintas de cerveza, sino las fotos de Aleksander o la cocina de Gabriel llena de arte y de la generosidad de su dueño. Voy a echar de menos todo esto. La rutina lluviosa de Dublín, la moqueta donde dormí el sábado y la música resonando por Temple Bar. Las risas infinitas con Sergio y Claudia, la dulzura de Rosa, la risa de Adrián y las clases locas de inglés. La vida de aquí, otoñal y amable. Y las citas firmes y deliciosamente ineludibles en O'Connell Street.

Dublín, día 16.

miércoles, 11 de julio de 2012

Sólo con el apunte de rigor lo digo todo. Voy a echar de menos esto. Voy a echar de menos este estilo de vida y sobre todo a tanta gente dispar que simboliza lo que sé que seré algún día.

Dublín, día 10.

jueves, 5 de julio de 2012

- Ask Adrián about Korean food today.

Viéndolos a todos adultos, perdidos en un país extranjero, después de meses, buscando trabajo o algún modo de subsistir. Viéndolos felices, recibiendo sus besos cada día que nos vemos en la escuela a pesar de que ni siquiera llevo aquí una semana, su manera de compartir, su paciencia con mi inglés oxidado. Los veo lejos de Brasil, Méjico y Colombia, pero felices. Sonriendo, riendo, intercambiando expresiones y sabiendo que tienen el mundo si quieren en la palma de su mano. Observándolos en el piso de GG he pensado si no nos perdemos demasiado teniendo que estudiar, terminar de estudiar, encontrar un trabajo... Tanto tengo que. Los he envidiado y he sabido que en este mes voy a aprender mucho de ellos. Aunque me dé miedo, porque podría quedarme con el modo de vida que me están enseñando.


Dublín día 4.

domingo, 1 de julio de 2012

Los preparativos han sido como volver a los nervios previos a una excursión de la infancia. Luego los gritos en el avión mientras atravesábamos las turbulencias me han llevado a temores superiores y he pensado que adónde estaba yendo. Que qué estaba haciendo. Luego me ha explotado todo este verde y gris en los ojos y aunque las gotas de lluvia me han nublado el ánimo ha vuelto a ocurrir. Entre la hierba, y la lluvia suspendida en el aire, impasible, tentador, imposible de convencer -y menos ahora-: estabas tú.

Dublín día 1.

jueves, 28 de junio de 2012

A veces me gustaría que fueras mío, manchar todas tus sábanas y bajarnos al suelo en los días más calurosos de este verano tan Valle del Ebro. Amenazar las inestables paredes de la tienda de campaña mientras amanece y ya no llueve, consumiendo los últimos minutos del festival antes de que mi bus salga. Escondernos en el baño de un bar y taparnos la boca para no descojonarnos cuando alguien llama a la puerta y a nosotros nos falta ropa. Aguantar la delicadeza de un beso leve en la mejilla mientras los labios buscan sus equivalentes en el otro cuerpo y el frío se acumula justo en el centro que está creando este calor de madrugada invernal. Hacerte perder un autobús y ver cómo te marchas al día siguiente. Escrutar tus pecas mientras aún sigo borracha pero ya comienzo a preguntarme qué estoy haciendo en tu cama. Dormirme despreocupada porque sé que estás solo en casa y dejar que el único control del tiempo sean tus latidos. Sentirme celosa del agua que se va por el desagüe y se lleva nuestra esencia cuando nos duchamos juntos. Mirarte a los ojos mientras te grito y tú te ríes de mis lágrimas. No querer mirarte porque me dueles insoportablemente y decirte claramente Que te jodan cuando me pides que pare quieta para hablar contigo sin moverme. Pegarte a la desesperada porque me estás sacando de quicio y pareces saberlo y parece no importarte que quiera desgraciarte de un manotazo certero. Apartarme ligeramente de ti cuando sabes que la has cagado y me abrazas porque quieres redimirte. O no tener huevos a abrazarte cuando sé que la he cagado yo y limitarme a caminar en silencio a tu lado mientras la conversación que deberíamos estar manteniendo se libra en mi mente sin cortar el aire.

A veces me gustaría que fueras mío. Pero luego recuerdo que ya lo fuiste, que ya lo fuisteis todos, y que por eso sois míos, porque os recuerdo y me quedé con alguna de vuestras partículas. Que ahora son mías y afloran, en noches como esta, a través de la electricidad que se crea entre mis dedos y el teclado.

martes, 26 de junio de 2012

- Ah, por cierto, ya he visto La piel que habito.

Lo miro con expectación silenciosa. Para mí el cine tiene un antes y un después en su criterio, aunque él no se lo crea. Las excentricidades de Warhol, la figura a contraluz de John Wayne, mis cuentas pendientes con Woody Allen, Bergman, Wilder y Tony Soprano, el perfil bueno de Ingrid Bergman y la mirada impenetrable de Bogart, los últimos suspiros de Vito Corleone y el ceño fruncido de Hans Landa, la droga que decimos consumían Nam June Paik y Maya Deren, la osadía de Camonte y Henry Hill... Todo ello, y más, tiene que ver con él y con nuestras conversaciones.


Aguardo su respuesta con algo de temor. Como me diga que le gustó...


- Me pareció horrible-completa.
- ¡Menos mal! Joder, qué susto me has dado. Pensaba que me ibas a decir que te había gustado.


Rober sonríe algo incrédulo.


- ¿Pero en serio creías que me podía gustar eso?

jueves, 14 de junio de 2012

- ¿Sabes que un lobo escoge a una hembra en toda la manada y permanece a su lado de por vida, eligiéndola como la única madre para sus cachorros?

No contesta de primeras. Paladea el humo del cigarrillo con fingida tranquilidad, masticando la primera respuesta que le viene a la mente y escupiendo, finalmente, la burda tapadera que constituye la segunda.

- Eso te lo estás inventando.
- No, qué va. Creo que lo leí por ahí... En fin. Es igual. Al fin y al cabo nosotros sólo somos seres humanos. Nunca lobos.

jueves, 7 de junio de 2012

Cuando a los labios acude un Te echo de menos se mezcla la melancolía que esas palabras encierran con la dicha silenciosa de haber sentido algo que te lleve a ese punto vital. El de la añoranza.

Pero quien no echa de menos es imposible que se pueda sentir vivo. Echar de menos implica haber amado o estar haciéndolo aún a distancia. Un matiz positivo en esa frase a veces tan punzante y adversa. Pero no siempre se echa de menos lo que se ha tenido; es lícito también echar de menos lo que se tiene. Y yo la echo de menos a ella.

Porque su presencia balsámica fue la que me salvó en mis inicios madrileños. Ella será siempre mi primera y mi última llamada. Hemos llegado a un punto en el que nos llevamos en la sangre y aunque las horas y los días pasen sin saber nada la una de la otra siempre está el retorno, y siempre están sus brazos si busco refugio. Como siempre le digo, hay veces en las que yo la tengo que querer por las dos, pero espero que ella sea consciente de que eso también ocurre para conmigo.

Cuando llegué a un punto de confusión y tristeza tal que pude sentir que me hundía en el entumecimiento, ella fue mi constante. Siempre es mi constante. Siempre está, siempre estamos, y contamos con la presencia de la otra como una rutina ciega pero regia. Incapaz de ser superada por cualquier otra cosa.

Porque si eso pudiera ser superado... ¿qué quedaría de mí sino mis cenizas vacías? Tú me salvaste, con nuestras horas por Fuenlabrada, por Getafe, por Sol. Tú me has salvado casi siempre. Con tu presencia angelical; ese aura mágica que sólo he conocido en tu espíritu tembloroso pero fiero. Eres el ser humano más especial que he tenido la suerte de conocer. Y, además, para mi fortuna: tú eres mi constante.

viernes, 1 de junio de 2012

- Se acabó- le dijo.

Ya estaba bien del sexo nostálgico y de reabrir la herida cada vez que se volvían a juntar sus bocas. Se acabó, le susurró secamente mientras aún le acariciaba la espalda desnuda. Tengo que hacer limpieza, pensaba una y otra vez. Siempre que hacía limpieza en casa llenaba varias bolsas, de las gigantescas, y ni siquiera sentía que ahí se iba su vida. Simplemente veía desperdicios, cosas inútiles, y se preguntaba por qué había seguido guardando todos esos trastos carentes de sentido. Luego se sentía en parte aliviado por haberse desecho de todo eso, pero le jodía mucho tener esa tendencia a acumularlo todo. A ir amontonando recuerdos que hay que dejar pasar en su momento, no de golpe y porrazo. Sentía que su pasado estaba anquilosando su presente, por muy insulsos que fueran sus días.

Así que Se acabó, dijo. Hizo limpieza de nuevo y llenó varias bolsas. De ella, de su cuerpo, de todos los aromas de sus recovecos, de sus días y de ese puto sexo nostálgico que después del orgasmo no servía más que para sentirse como dos miserables, y desconocidos. Así que de todo eso llenó las bolsas. De eso y de su espalda, desnuda y sanguinolenta. 


(Inspirado en un relato de Carlos Castán)

martes, 29 de mayo de 2012

La vida puede componerse de muchos pedazos que quedan a nuestro alcance. No queremos creerlo cuando nos hallamos enfadados con nuestra condición y nuestras circunstancias, pero es así. Un banquete de momentos que podemos tomar o no según queramos o mantengamos los ojos abiertos. Tienta mucho la negación, la pereza, la carencia de esfuerzo.

No obstante muchas veces soy débil, y es tan sencillo añorar tiempos mejores... Tiempos de rutina amada, de palabras ajenas y propias, de poder compartirlo todo en esencia. Tiempos fáciles, porque mi vida era la mitad; la otra mitad se hallaba contigo.

jueves, 24 de mayo de 2012

Por fin toma -algo de- forma.

Y ahora, ¿qué?
Nos pasamos los días quejándonos de la misma vida, rutinaria, y luego cómo duele tener que llevar a cabo un cambio. Cuando formamos las aspiraciones en nuestra mente somos más valientes que nunca, pero de repente te ves haciendo las maletas y sientes un frío extraño en las venas. Un frío definitivo. Estás a punto de empezar lo que se supone quieres y aun así todo es un miedo gélido que se reviste de inexplicable tristeza. Duele marcharse.

Alguna que otra vez acuden a mi mente las tardes delante de la biblioteca retrasando el momento de despedirnos. Mientras yo estudiaba selectividad, eso que iba a ser ya lo último. Lo definitivo. Los rodeos en la conversación y en el alma, porque iba a marcharme y en lo más recóndito de nuestros fantasmas sabíamos que algo iba a cambiar. Pero nos sentíamos fuertes, y por ello cada vez que me preguntabas si íbamos a estar bien yo no dudaba un instante. Te había llegado a querer de un modo irracional, más fuerte que cualquier otro sentimiento. Por eso Sí, todo saldrá bien. ¿Qué te iba a decir si cada día habría afirmado con la más absoluta sinceridad que, como habíamos escuchado tantas veces en esa canción, sentía de verdad que iba a ser tuya para siempre?

A veces seríamos capaces de conformarnos con tal de no sufrir, de no enfrentarnos a ese dolor mudo que significa tener que marcharse. Ya quedan apenas las cenizas de mi segundo año y jamás me he preguntado qué habría pasado si me hubiera quedado en Zaragoza. Eso son vidas diferentes que nunca llegaré a vivir. What's done is done. Así que ahora soy lo que soy por haber echado tantísimo de menos y haber pasado tardes de pavor pensando en que de veras me había equivocado. Pero, para sufrimiento de mi madre, puedo sentir que nací con el espíritu inconformista, y por eso sé que voy a tener que enfrentarme al cambio muchas más veces. A marcharme. Al mutismo tembloroso de comenzar algo nuevo que, aunque prometa, no deja de recordarte toda la vida que has dejado atrás.

Pero se debe aprender a convivir con tus propias decisiones. Nadie te asegura que el cambio vaya a ser positivo, pero son riesgos que hay que correr si no quieres quedarte quejándote de la misma rutina para siempre. Yo no puedo afirmar que el cambio haya sido mejor o peor, ni siquiera sé si alguna vez lo sabré. No puedo engañarme; dolor hay siempre que debes dejar algo atrás, pero... Si sientes que tu vida debe moverse, negarlo sólo servirá para que sea demasiado tarde cuando quieras seguirle el ritmo.

jueves, 17 de mayo de 2012

Yo me sentaba en las primeras filas y él, repetidor de cursos, en las últimas, excepto en Química, que si apuraba mucho se sentaba en segunda. En clase yo no despegaba el culo del asiento y él en los recreos no podía separar sus dedos del canuto de turno. Así pasaban esos tediosos meses del bachiller hasta que, el mundo no es tan grande al fin y al cabo, nos percatamos de que vivíamos en la misma calle. En la misma. Apenas a unos números de distancia. Nos juntaron las noches de fiesta y me acuerdo de sus ojos la primera vez que me vio entre humo o burbujas. Decían, ¿esa eres tú? y yo me reía contestándole que aunque era una friki en clase la vida no sólo constaba del instituto.

Han pasado ya dos años y sigue siendo curioso cada vez que alguien llama al timbre sobre las cuatro de la tarde y ya toda mi familia sabe que eres tú. Bajo a la calle, nos sentamos en el banco de siempre y vemos la gente pasar mientras hablamos, o a veces ni eso, y renovamos las risas y las anécdotas. Yo en Madrid, tú trabajando, contándonos a quién vemos y qué está siendo de aquel otro, pero siempre ocupando el mismo banco, quejándonos de los cuarenta grados de verano o de los cero de invierno. Que si no me llamas, que si ahora soy una pija de la capi, que si deja de fumar de una vez. Hay decenas de personas a las que no hemos visto desde la última clase de bachillerato, pero sin embargo nosotros ahí seguimos. Esa extraña y agradecida mezcla. La chica de la primera fila y el bad guy, que no era tan bad guy después de todo. Con las noches de tequila como marca, y los ratos que poco a poco vamos acumulando.

Me gusta decirlo y es como mejor te defino. Algunas cosas nunca cambian. Aunque te he dado momentos malos y no tan malos, esa media hora cada ciertas semanas, que no importan cuántas sean, porque siempre volvemos al mismo banco justo antes de que yo te haya hecho esperar porque seguía en pijama. No cambia el timbre, y las mismas palabras de mi madre.

- Elena, ¿esperas a alguien?
- Será Pichi, mamá.

domingo, 13 de mayo de 2012

En estos meses agitados de aventurarme por bocas apenas conocidas, algo resalta entre todo lo demás. Un dato curioso que no sé si se podría catalogar de anécdota. Una interrogación. Por qué algunos labios pasan desapercibidos como un dato más, algo que podría haber ocurrido o no porque no tuvo especial trascendencia; y, sin embargo, otros besos permanecen, por algún motivo, encendidos. En algún rincón de la mente.

viernes, 11 de mayo de 2012

Ayer no sólo había nervios e ilusión sobre las tablas. También estaba ese sentimiento injusto que nosotros experimentamos hace dos años: era la última. La última actuación después de tantos años de ensayos y de tan poca gloria que a tanto sabe. Se me encogió el corazón cuando Rubén -esa persona que destacaba en este grupo de teatro, pues siempre hay alguien que lleva las riendas- dio un paso adelante, ya finalizada la obra, y mientras muchas compañeras lloraban sin poder evitarlo él lanzó una pregunta retórica sin luchar contra su voz, que también acabó quebrándose. Se preguntó que quién le iba a decir a él, a un adolescente disléxico que apenas podía leer textos en voz alta, que apuntarse a un grupo de teatro hacía cinco años le iba a dar la vida. O al menos parte de ella.

Y ahí está la magia.

El teatro nos ha visto crecer y por eso duele haber crecido demasiado. Tener que dejarlo porque cambias de espacio, de sitio, de rutina. Pero nunca de espíritu. En estos dos años no se ha apagado ni un ápice las ganas que tengo de hacer teatro justo adheridas a la piel. Es una de esas sensaciones a las que sólo se llega probándolo. Metiéndote en la vida de otro desde el mismo momento en el que estás obligado a dejar de ser tú.

A mí se me rompió el corazón ayer al verlos llorar como si fuera su último día en este universo paralelo. Pero siempre queda la pasión inagotable y en el horizonte las nuevas oportunidades. ¿Que tendrán otro sabor y a veces no es agradable acostumbrarse a él? Por supuesto. Pero eso no nos puede frenar.

No nos puede frenar porque somos gente que hemos sufrido y llorado como nadie por el hecho -banal, teóricamente- de no conseguir un personaje. Una voz, unos gestos. Muchos miércoles de ensayo se hacían eternos porque significaban fracaso y desorientación, dolor y rabia. Suena exagerado, pero hemos llegado a vivir verdaderas obsesiones y tristezas que se clavaban como astillas debajo de las uñas. Al menos Tal y Tal, de repente vio cómo pasaba de los primeros años en los que hacíamos teatro para divertirnos a los últimos, en los que el nivel de exigencia nos destrozaba en silencio porque si lo admitías estabas perdido. Pero luego llegaba el momento crítico, el gran momento en el que se iban por el desagüe ocho meses de trabajo en apenas dos horas, y recordábamos por qué estábamos ahí. Por qué habíamos sufrido tanto.

Por la sala llena, el sonido de los aplausos, la sonrisa encendida de pura euforia. El cuerpo destrozado pero el alma viva, vibrante. Por haber sido capaces de provocar sentimientos en ajenos, por, después de todo, no haber sido unos fracasados. Solamente unos sinnombre, desconocidos desde la primera palabra que sale de nuestras bocas y que tantas veces hemos leído en un guión. Eso, a mi juicio, no puede equipararse con ninguna otra experiencia que como humana haya conocido.

Y claro que siento nostalgia. Siempre. Normalmente apagada, pero otras veces golpeándome con fuerza. Pero como escribí hace dos años y le dije ayer a Etcétera, Etcétera...

Me quedo con esa euforia. Con los seis años que ha durado esto, que han sido tan geniales, tan intensos, me han hecho tan feliz... Que no puedo estar triste. Sólo eternamente agradecida.

sábado, 5 de mayo de 2012

Lo cantaba de manera brillante Liza Minnelli. Ocurrirá en algún momento.

Siempre Maybe this time.

viernes, 4 de mayo de 2012

¿Qué tiempo hace hoy?

Una pregunta tan desgastada como esa puede convertirse en la clave del asunto. El que haya dormido caliente entre mantas te contestará que un poco de frío sí hace, oye, y que vaya fastidio porque ya es hora de que haga calor, que estamos en primavera, hombre; el que haya pasado la noche en la calle entre cartones te dirá, no obstante, que no estuvo mal, que tampoco hace mal tiempo.

No aprendemos. Siempre tenemos que hablar cuando menos debemos. Afuera la economía se desmorona. Miles de estudiantes ven sus carreras peligrar porque nuestro gobierno se empeña en recortar en unas becas que para muchos es sinónimo de supervivencia. Para muchos, y para mí. Sinónimo de Madrid, de cine y de la vida que ahora tengo. Sin embargo siempre se van a quejar los que no conocen el verdadero significado de la palabra penuria. Todos aquellos que no saben lo que es el rechazo de decenas de currículums y morderse la lengua cada vez que alguien habla sin saber -qué desprestigio de verbo con el sin delante-. Todos aquellos que reducen sus preocupaciones a que sus padres un mes les ingresen setecientos euros en la cuenta en lugar de ochocientos. Todos aquellos a los que de vez en cuando les gusta dejarse comer por el síndrome de Oliver Twist y reírse, no sé si consciente o inconscientemente, de los que las circunstancias nos han hecho merecedores, de vez en cuando, del nombre que creó Dickens. Se ríen entonces de todos aquellos -los otros todos aquellos- que sentimos a nuestros padres dejarse la piel en un trabajo que les consume la vida y el ánimo y vemos cómo se nos cierran puertas y puertas en las narices que ansiamos como fuente de ingresos.

viernes, 27 de abril de 2012

Vivo en un país que se hunde. Hace tiempo que vamos en picado pero gusta más abstraerse celebrando el centenario del hundimiento del Titanic sin pararnos a pensar en que también nosotros vamos a la deriva. Tengo 20 años y estudio una doble carrera. Sin embargo, debo sentirme una chica con suerte si consigo trabajar a 4.5€ la hora promocionando productos en un supermercado. Y mi caso se repite como las vertebras de una generación a quien –dicen- le espera un futuro más negro que el que sus padres vivieron. Y, al igual que el Titanic fue en su tiempo el barco más lujoso y más grande, nosotros somos la generación mejor preparada de la Historia de España; pero eso no excluye que nos estemos sumergiendo en unas aguas desconocidas y oscuras.

Con los tiempos que corren, lo verdaderamente extraño no es el paro, la angustia vital o que seamos una generación preparada pero incapaz de demostrar nuestras capacidades en puestos de trabajo que no existen para nosotros. Lo más chocante es que también somos una generación dormida, acostumbrada a la comodidad de una educación accesible desde que somos niños pero incapaces de ver que esos de los que hablan en las noticias somos nosotros. Pensando que estamos a salvo en las aulas de las universidades, que actúan como nuestros botes salvavidas ante el paro juvenil y ese futuro laboral que vaticinan tan crudo y que va a ser el nuestro.

Me pregunto si los pasajeros del Titanic eran conscientes de que el barco se hundía cuando comenzaron los primeros atisbos de pánico o decidieron esperar a verse con el agua helada al cuello para creérselo. Los gritos de los que sabemos que nos estamos ahogando son acallados por los que prefieren seguir adormecidos en sus camarotes, pero eso no significa que estemos a bien poco de helarnos en medio del Atlántico. Y, cuando ocurra, nuestro capitán no se hundirá con nosotros, ni tampoco la mayor parte de la tripulación porque, en realidad, ellos nunca estuvieron a bordo.